Nia
Llegué a casa, después del intenso día. Tiré la mochila al suelo nada más entrar.
Vaya mañana le hemos dado a la Charol, o mejor dicho Miss Hairy P, que con el pelo que lleva... No pude seguir pensando más en ella porque mi madre me interrumpió con un escandaloso grito.
—¡Nia López Díaz! ¿Qué es este correo?
—Hola mamá, y por cierto, ¿qué correo?
—El correo de tu profesora de Inglés, mira toma, léelo y ve preparando la historia porque me lo vas a tener que explicar.
Buenos días Karen:
La escribo para informarle del mal comportamiento de su hija. Las contestaciones, las quejas contínuas y sobre todo el trato hacia sus compañeros. También incita el odio hacia mí, mi clase y hacia sus amigas, en concreto, a sus mejores amigas, las cuales son niñas espectaculares, no como ella. Le pediría que la educaran bien y que cambien de gustos porque lo del piercing está prohibido en mi clase. Si sigue comportándose así será expulsada.
Un saludo, Carolina Palafox.
Cuando terminé de leerlo, me quedé en shock. ¿Cómo que incito el odio hacia ella? Y claro como Graham es su favorito, pues la culpa de que casi me clave un lápiz en la cara con esa mala puntería, es mi culpa.
—Mamá, esta señora está loca.
—Loca tú, ¿quieres explicarme qué ha pasado?
—Sí, de hecho estaría agradecida de que me dejaras contártelo.
Y se lo conté, le conté todo lo que había pasado, todo lo que habíamos hecho y dicho y todo lo que nos había dicho ella.
Mi madre lo escuchó atentamente, no se creía algunas cosas, pero lo más importante sí lo creyó, y se enfadó bastante, por lo que decidió mandarle un correo de vuelta a Miss Hairy P.
***
Estaba tumbada en mi habitación, mi madre ya había enviado el correo, no sabía que me diría Carolina al día siguiente, pero me daba igual. Lo del piercing había sido completamente injusto, puede que a ella no le gustasen, pero eso no le daba derecho a opinar de esa manera. Cuando llegué a clase con el piercing ese día todos se volvieron locos, tampoco era tan raro, un pequeño arito en un lado de la nariz no hace daño a nadie. Ali y Sophie me habían hecho un cuestionario de cómo me habían dejado hacérmelo.
En realidad, tampoco había tenido que insistir mucho. Mis padres por alguna razón siempre eran muy cuidadosos con lo que decían o hacían conmigo, por "miedo" a que me sienta mal, me consienten muchas cosas. No soy mimada, no me gusta aprovecharme de eso; pero de vez en cuando no hago daño a nadie.
También creo que es por eso por lo que mi madre me ha creído con el asunto de Miss Hairy P.
Mi móvil sonó entonces. Era un mensaje de Ali, en el grupo de Carolina.
Ali:
Hola, ¿qué te ha dicho tu madre sobre el correo?
Nia:
Al principio me ha regañado, pero se lo he contado todo y me ha creído. Le ha mandado otro correo en respuesta.
Guardé el móvil y me puse a hacer los ejercicios de Matemáticas.
Ya habrá tiempo mañana para preocuparse.
***
Me desperté y me prepare rápido, había quedado con Sophie y con Ali, para ir juntas. Como estaba en casa de mi madre, tenía que despertarme antes, ya que estaba más lejos del instituto que la de mi padre; por lo que tenía que andar más.
A mi eso no me importaba mucho, para llegar tenía que tomar una calle muy larga y abierta, por lo que veía el amanecer y el cielo siempre estaba precioso por la mañana. Me encanta mirar el cielo, es relajante y agradable. Siempre que puedo le hago una foto al cielo, por lo que tengo más fotos del cielo que de mí misma en la galería del móvil.
Al llegar al puesto de churros, donde habíamos quedado, les conté lo que ponía en el correo.
Al llegar al instituto seguíamos hablando sobre el tema.
—Carolina te va a regañar —dijo entonces Graham, que como siempre, se mete en nuestras conversaciones.
—No recuerdo haber estado hablando contigo ahora, Graham—le dije—. Así que te agradecería que te fueses a buscar amigos para hablar con ellos.
—Es más divertido burlarme de ti.
—Lo que tu digas niño cebolla—dije alejándome de él.
—¿Niño cebolla? Tu si que eres una... una... UNA PELOS DE ESCOBA—me gritó, pero yo ya había entrado en clase.
Mala decisión por mi parte.
Al entrar, la Charol me llamó para que fuese a hablar con ella. Suspiré y me acerqué a su mesa.
Otra mala decisión, pensé.
Tenía el correo abierto en el portátil, el correo que había mandado mi madre estaba en grande en la pantalla, pero no llegué a leer lo que ponía.
—Además de crear mal ambiente en mi clase, mientes a tus padres—me soltó.
Me contuve para no decirle algo fuera de tono.
—Yo no le he mentido a nadie, ni causo mal ambiente.
—Como sigas así señorita—me advirtió—, no irás a la excursión.
—¿La excursión? ¿Qué excursión?