1770kfj: Tras la sombra de los Palafox [libro 1]

CAPÍTULO 11: La chica extraña

Nia

 

Cuando volvimos al autobús estaba segura de que  La Charol tramaba algo, y no era algo bueno que digamos.

Me senté otra vez con Lucy y estuvimos hablando sobre Veleda.

—Sólo la he visto un par de veces, porque mi madre dice que está loca y no le gusta que me junte con ella—me contó—. Pero en navidades, cumpleaños… cosas así, nos vemos. A mi no me parece que esté loca, es peculiar simplemente.

—Pero entonces, ¿ve fantasmas?—pregunté.

—No, no los ve, ella los siente. Dice que hay varios tipos de personas, lo que no ven nada, lo que los sienten, los que los ven y los que solo los oyen. Los que los ven pueden “comunicarse” con ellos. Según ella, solo pueden hablar con ellos si el fantasma quiere, y normalmente el fantasma no habla; te da señales, hace cosas, como mover objetos y eso.

—Que miedo—dije—. Entonces si de repente me pasan cosas extrañas, ¿es que un fantasma intenta comunicarse conmigo?

—Según ella, sí. Pero yo no me meto en esas cosas.

—Vale, pero, entonces, ¿a Sophie se le ha aparecido un fantasma?

—No lo sé, le preguntaré a mi tía y os cuento lo que me diga al respecto.

—Vale, pero cuidado con Ali, le dan miedo estas cosas. Antes Sophie me ha dirigido una mirada para que me callase porque Ali se estaba empezando a asustar. 

—Comprendo, a mi antes también me asustaba, pero ya me he acostumbrado un poco a ella y a sus cosas. 

Guys we already arrived—interrumpió Carolina. 

«Que pesada», pensé. Siempre interrumpiendo todo. Ojalá pudiera controlar las cosas y que pasaran como yo quiero, así conseguiría que me dijera a dónde y por qué se había ido en medio de una charla con un sobre lleno de nuestro dinero. 

***

Al llegar a mi casa después de un día tan raro me tiré al sofá y escuché los pasos de mi madre al entrar. 

—Hola cielo—dijo ella entonces.

—Hola mamá—respondí con la cabeza hundida en la almohada.

—¿Qué tal la excursión?

Me di perezosamente la vuelta y miré al techo.

—Bien—pensé en cómo contarle lo de Carolina y dudé en contárselo.

—Que raro que no te quejes de Carolina, ¿hoy no ha hecho nada raro o estás tu rara?—pareció leerme la mente.

—Sí, no falla ni un día. Lo de rarita lo lleva en la sangre, ¡le recorre las venas!

Entonces le conté todo; desde el sueño de Sophie hasta cuando llegamos de vuelta al instituto.

—Nia, cielo, te estás obsesionando mucho con el tema. Déja a la pobre señora en paz. 

—¡¿Pobre señora?! Pobre yo, que me tiene loca con sus tonterías.

—Tonterías las que estás diciendo tú. Bueno venga a comer que si no no te da tiempo a hacer los deberes ni a ir a tiempo al ballet.

—¡Vale!

Después de comer subí mi mochila arriba pero sentí un escalofrío que me recorrió toda la espalda y me di la vuelta bruscamente, se me cayó la botella de agua y me agaché a recogerla pero al levantar la mirada… no. Tonterías. Cosas mías. Solté una risita nerviosa y seguí subiendo. 

Al terminar los deberes de matemáticas me preparé y cogí mi mochila de ballet. Salí tranquilamente de casa, por fin podía relajarme un poquito después de todo eso.

—Hola Maya—saludé a una amiga de ballet.

—Hola, ¿tú también llegas tarde?—me respondió.

—Sí—solté una risita y entramos a la sala de baile.

—Vamos chicas al vestuario, que empezamos en nada—nos dijo la profesora.

Nosotras corrimos al vestuario y nos cambiamos de zapatillas.

Empezamos practicando en la barra mientras la profe nos dictaba las posiciones y nos corregía.

Al cabo de un rato le pedí ir al baño, un poco a regañadientes ella accedió y salí corriendo al baño.

Cuando me estaba lavando las manos frente al espejo volví a notar el escalofrío que había tenido en las escaleras de mi casa, me giré, pero no había nadie.

Solté un suspiro y volví a centrarme en el lavamanos, pero al volverme, de repente una chica con un vestido raído y cubierto de sangre apareció en el espejo. Salté hacia atrás con un grito y la imagen de la chica ensangrentada parpadeo hasta que desapareció.

—Que demonios…

—¿Estás bien?—me preguntó Maya preocupada, entrando al baño—. Te he oído gritar. ¿Qué ha pasado? ¡Estás pálida!

—Nada, nada—logré decir—. Sólo he visto una araña en el lavabo, eso es todo—mentí, si le decía la verdad me tomaría por loca.

—Yo no veo nada—dijo asomándose al lavabo—. La habrás asustado con tu grito—se río.

—No tiene gracia, era enorme—dije tratando de calmarme. Tal vez mi madre tenía razón y me estaba obsesionando.

Maya se río y volvimos a clase.

***

Decidí tomar el autobús para llegar a casa, me dolía todo y además la parada estaba enfrente de mi casa.

Me puse los cascos y esperé a llegar a mi parada.

Cuando el autobús paró frente a mi casa, salí y saqué las llaves. Mientras me acercaba a la puerta se me quitó la música de los audífonos de repente. Extrañada saqué el móvil y vi que se estaba empezando a volver loco hasta que se apagó.

Miré hacia la puerta y casi me caigo para atrás. En la ventana que estaba al lado de la puerta principal, la que daba a la cocina, se asomaba otra vez la chica del vestido ensangrentado.

Por un momento se me cortó la respiración y la chica volvió a desaparecer de la misma forma. Corrí a abrir la puerta y fui corriendo a la cocina; pero allí no había nadie aparte de mi madre.

—¡Nia! ¿Estás bien? Parece que has visto un fantasma.

—Un fantasma sí…—murmuré aturdida.

—¿Nia?—me preguntó—. ¿Qué pasa?

—Nada—volví a mentir—. Me ha parecido ver una cosa, da igual. Me voy a duchar.

—Vale—me dijo un poco preocupada.

Estaba muy nerviosa y asustada. ¿Quién era aquella chica extraña? ¿Por qué estaba cubierta de sangre? ¿Por qué nadie más la veía? ¿Por qué la veo yo? 



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En el texto hay: misterio, fantasma, amigas

Editado: 26.04.2024

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