Nia
Me desperté algo animada, ¡hoy era Carnaval! Decidí olvidarme de aquellas visiones extrañas y me centré en ponerme el disfraz. Ali, Sophie, Lucy y yo, habíamos quedado en ir de princesas Disney. Allison iba a ir de Bella, Sophie de Blancanieves, Lucy de Rapunzel y yo de Jasmine.
Me puse el top azul y los pantalones ajuego con el disfraz y bajé a desayunar.
Ya en la cocina pensé en qué drama nos haría esta vez Carolina, siempre tenía un motivo para regañarnos y ser aún más amargada de lo que ya es. Recordé entonces su apellido: Palafox. Juraría que había escuchado ese apellido antes. Tal vez lo hubiese leído en algún sitio, o habría escuchado a mi madre decirlo; no lo sé, pero me resultaba familiar.
¡Lo tengo! Puede que lo leyese en la biblioteca de las siete llaves. Esa biblioteca la visitaba con frecuencia y puede que hubiese algo ahí; iría en unos días, después de Carnaval y le preguntaré a Nancy, la encargada, sobre las visiones que he estado teniendo.
«¿Cómo no se me había ocurrido antes?»
Bueno, ya veré a Nancy más tarde, ahora tengo que centrarme en el Carnaval y en la horrible visión de volver a ver a Graham-Gamba.
Hoy no iría con Ali y Sophie a clase, porque me llevaría mi madre en coche.
***
Cuando llegué al coche, mi madre ya estaba en el asiento del conductor esperándome. Tenía su pelo pelirrojo recogido en una trenza baja y cuando me monte clavó sus ojos verdes y risueños en mi. Yo le sonreí y ella me devolvió la sonrisa. Mi madre y yo no nos parecíamos en nada físicamente. Ella era pelirroja y yo castaño claro y mis ojos color miel no se parecían a sus brillantes ojos verdes. Tampoco me parecía a mi padre, que tenia los ojos azules y el pelo negro, muy oscuro. A lo mejor mis rasgos son una especie de mezcla de los dos, o puede que saliese más a mi abuelo por parte de padre; según me han contado mis padres, él tenía pelo y ojos marrones.
***
Me encantan los Carnavales.
Cuando llegué a la puerta del instituto vi a todos disfrazados de muchas cosas distintas. Distinguí a mis amigas al lado de la puerta, donde nos ponemos siempre antes de que sonase el timbre para entrar a clase.
Me despedí de mi madre y mientras avanzaba hacia ellas, me choqué con una gamba gigante y ambos nos caímos al suelo.
—¿¡Pero qué haces!?—me gritó Graham.
—¿¡Pero qué haces tú!?—grité de vuelta, levantándome del suelo—. Quítate del medio.
—Quítate tú—dijo tratando de levantarse, cosa que le costaba mucho debido al disfraz.
Solté un suspiro exasperado y le tendí la mano para ayudarlo.«No dejes que la ira te invada Nia, no dejes que la ira te invada.» Me repetía en voz baja para no tirar a Graham-Gamba al suelo, podía odiarlo pero no soy tan mala persona para hacer ese tipo de cosas, aunque si fuese Carolina no me lo pensaba dos veces.
Él me tomó la mano con recelo y se levantó con mi ayuda.
—Bueno, ya estás de pie—le dije de mal humor—. Ahora, quita del medio.
Él me hizo una burla pero yo lo ignoré y cuando se apartó, por fin pude pasar, porque su disfraz abultaba demasiado.
—Toma—me dijo Sophie cuando llegué hacia ellas. Me dio un botecito de gel hidroalcohólico.
—Gracias—suspiré, no quería tener más esencia de Graham en las manos.
—¡Ayyy mirar!—exclamó Lucy—. Randall va vestido de Rodolfo, el reno de Papá Noel. Que original es.
—Madre mía, estas como una cabra—dijo Sophie.
—Lo que hace el amor—me reí.
—Ay callaros ya—dijo enfadada—, vamos, que toca Inglés.
No por favor, Inglés no. ¿Por qué amargar un viernes con una clase de Inglés a primera hora? Que desgracia.
***
—No se porque no me extraña que Carolina no se haya disfrazado de nada—comentó Allison.
—¿Pero qué dices? Si lo ha hecho—dije yo—. ¿No ves que va con pantalones de gatitos y una camiseta amarilla fosforita? ¡Va de loca!
Se empezaron a reír muy alto, menos mal que ya habíamos salido de clase, porque si no nos habría puesto otro parte de amonestación.
Sentí que alguien nos miraba. Oh no, cómo nos haya escuchado… Me giré, pero no había nadie, miré a Ali extrañada y ella también parecía haberlo notado. Sacudí la cabeza, me estoy volviendo loca.
***
Por fin se han acabado las clases. Estoy muy emocionada porque hoy es la fiesta de Carnaval. Como todos los años, se celebra en el gimnasio de la playa. Vivimos en Bahía Marisma, un pueblo costero, pero también tenemos bosques. Cerca de la playa hay unos acantilados enormes y justo donde los acantilados hay una casa abandonada que todo el mundo dice que está embrujada. Hay un montón de historias de fantasmas sobre el pueblo, pero yo no creo en los fantasmas, al menos hasta ahora. Desde lo de clase de ballet estoy dudando un poco, me da miedo decirlo porque no quiero que me llamen loca pero; tengo un presentimiento en mi que…¡Bueno basta de pensar tanto, vamos a la fiesta!
A las cinco estoy en la calle principal con Ali, Sophie y Lucy. Hemos quedado ahí para ir juntas. También nos hemos cruzado con Rina y Scarlet, otras amigas nuestras que siempre están justas porque son mejores amigas. Vamos todas juntas hasta la playa.
Cuando nos acercamos empezamos a escuchar la canción de “Carnaval te quiero”, y la brisa salada del mar nos agitaba el pelo.
Entramos al gimnasio, todo estaba decorado con serpentinas y carteles. Hay muchas personas preparando sus comparsas.
—¿Vamos primero donde los frasquitos?—sugirió Sophie.
—¡Claro!
En Bahía Marisma tenemos tradiciones extrañas debido a las historias fantasmales, pero a mi me gusta hacerlas. El Carnaval tiene una tradición en mi opinión de las más raras pero divertidas; cogemos la arena de la playa y la teñimos de colores con colorantes y la guardamos en un frasquito de cristal verde. Por la noche dejamos el frasquito en la mesilla de noche y actúa como espanta-fantasmas.