Sophie
Me había puesto mala, de un constipado, no era nada, solo tenía fiebre, pero mi madre me había dicho que me quedase en casa. Jane Smith y su obsesión con la salud. Por culpa de esa obsesión no había podido ir a clases ni al entrenamiento de hockey. Y no ir a clase había ocasionado que tuviese que ir en un grupo de trabajo con dos anormales. En realidad tampoco es que me cayesen mal pero es que… Bueno, si que me caían mal.
Ya tengo suficiente con estar al lado de Steve en Inglés, que últimamente actuaba de un modo rarísimo, más que de costumbre.
Bueno, pues nada, que me había tocado con Gilbert y con Steve, solo esperaba que por lo menos hiciesen algo para ayudar en el trabajo.
Me estaba recogiendo el pelo en una coleta frente al espejo cuando me vibró el móvil. Lo cogí, era un mensaje de Steve.
Steve:
Hola, guapa. Al final lo del proyecto es en casa de Gilbert, porque en la mía no podemos.
¿Pero qué narices fue eso? ¿Como que “hola, guapa”? Bueno, tampoco me esperaba otra cosa del ligón de clase.
Sophie:
Vale, gracias por avisarme.
Steve:
Nos vemos luego, preciosa.
Sophie:
Hasta luego.
Este pesado otra vez. ¿No podría escribir como una persona normal? ¿Tenía que poner por mensaje lo que decía en alto también? No le aguantaba, no sabía cómo iba a aguantar una tarde entera encerrada con ese ser y el noviecito de Ali. Lo peor es que se quejaban, ¡pero si iban juntas! Venga Sophie, que seguro que sacas algo bueno de esto. Me dije tratando de animarme a mi misma, aunque lo único que recorría mi mente era la idea de encontrarme con ese ligón insoportable.
***
Debo admitir que la casa de Gilbert me sorprendió, ¡era preciosa! Estaba al lado del mar y era de colores claros, tenía un pequeño porche con dos mecedoras y una mesita. Colgados de las vigas del porche estaban los espanta-fantasmas que tenían todas las casas de cerca de la playa, por tradición y seguridad. Eran conchas, algas y piedras atadas con una cuerda y colgadas de una viga. La entrada azul claro precioso contrastaba con el blanco de la puerta, me sacó una sonrisa, pero cuando me acordé de con quién iba, me desanimé un poco. Llamé a la puerta y me abrió una niña pequeña, tendría unos cinco años como mucho, estaba subida a una banqueta para poder abrir la puerta. Tenía la piel de tono tostado y dos ojos marrones gigantes y el pelo rizado corto. La sonreí amablemente, entonces apareció Gilbert corriendo y cogiéndola en brazos.
—¡Ashley! Ya te hemos explicado que tú no puedes abrir la puerta cuando llamen, tenemos que abrirla nosotros—le dijo mientras la llevaba hacia una habitación, que supongo que sería la suya.
Yo entré cerrando la puerta, el interior de la casa era igual que el exterior, todo de tonos claros y acogedor. Gilbert salió poco después de la habitación donde había dejado a su hermana pequeña y me dijo que le siguiese hasta el salón, donde estaba Steve, que me saludó con una sonrisa burlona, a la que respondí poniendo los ojos en blanco y sentándome en uno de los sofás. Miré a Gilbert que se sentó frente a mí, era de piel tostada como su hermana, pero sus ojos eran de color miel, como los de Ali y Nia, sólo que un poco más oscuros. Tenía el pelo rizado y hoyuelos, la verdad es que entendía que le gustase a Allison. Luego miré al pesado de Steve, tenía el pelo largo, como en los ochenta, tenía los ojos azules y era bastante alto, más que yo, que era de las más altas de clase. La verdad es que si no fuese tan capullo y con esa personalidad de mujeriego sería guapo, pero solo guapo. Nada más.
—Chicos, hay que organizar el trabajo—dijo Gilbert, mientras encendía su portátil.
—Sí, hay que buscar un tema—dije yo.
—¿Qué te parece de consejos para ligar?—propuso irónicamente el odioso de Steve.
—Te haría falta—me burlé yo.
Gilbert no pudo evitar reírse y yo tampoco. Steve sólo agachó la cabeza avergonzado.
—¿Bueno y de que lo hacemos entonces? —preguntó en un tono borde y seco.
Me pareció tan seco que pensé que incluso le había herido. Bobadas, ¿herirle a ese? ¿El qué? ¿El ego? Me dieron ganas hasta de reirme, por lo menos yo sí tenía sentimientos hasta para poder estar feliz, ese raro parecía que sólo ligaba, pero ni la felicidad se le notaba en la cara. ¿Tendría sentimientos? Buena pregunta, pero no la mejor para un proyecto de Inglés.
—Hay demasiados temas, uno se nos tendrá que ocurrir—dije volviendo a la realidad y saliendo de mis pensamientos.
— ¿Quién?—dijo Steve.
—¿Eh?—dije confundida.
—Te preguntó—dijo burlón y seco.
Gilbert se empezó a reír a carcajadas.
—Que os den—dije enfadada, cogiendo mis cosas.
Me levanté, dispuesta a irme, pero antes de poder hacer nada, Steve me cogió del brazo haciendo que me sentase otra vez.
—Era una broma, no te piques, anda.
—¿Broma? Pues si te crees tan gracioso vete al circo a hacer esas payasadas—le dije enfadada, soltandome de su agarre.
—Tienes razón. Lo siento.
Solté un suspiro exasperado y cerré los ojos, me volví a sentar dejando mi portátil en su sitio. Él también se sentó, y no sé si fue sensación mía o él se había sentado más cerca a mi que antes de levantarse.
—Hmm, se me había ocurrido que podríamos hacer la presentación sobre la historia de Bahía Marisma—dijo Gilbert.
—Eso ya lo hace el grupo de Nia y Allison—le dije yo, recordando lo que me habían informado por el grupo.
—Pues de las características y el ecosistema—propuso entonces Steve—. Mirad, estamos rodeados de bosque y playa, tendrá que ser interesante.