╰────────────────➤[Suspiro de tiempo]
Cuando Violet abrió la enorme puerta de la Habitación de los Reptiles, los reptiles seguían en sus jaulas, los libros seguían en sus estanterías y el sol matinal seguía atravesando las paredes de cristal, pero aquel lugar no era el mismo. A pesar de que el doctor Lucafont hubiese retirado el cuerpo de Tío Monty, la Habitación de los Reptiles no resultaba tan atractiva como de costumbre, y probablemente no volvería a resultarlo jamás. Lo que sucede en cierto lugar puede cambiar tus sentimientos hacia él, como una gota de tinta puede manchar una página en blanco. Puedes lavarla, lavarla una y otra vez, pero nunca podrás olvidar lo que ha transpirado, palabra que aquí significa «ocurrido y hecho que todo el mundo entristezca».
Elena se detuvo en seco, miró a los hermanos y negó con la cabeza más de una vez. No se sentía lo suficientemente fuerte para lograr entrar.
—No puedo hacerlo, no lo haré —sentenció con su voz apenas un hilo.
—No quiero entrar —dijo Klaus—. Tío Monty murió aquí.
—Sé que no queremos entrar —dijo Violet—, pero tenemos un trabajo que hacer.
—¿Trabajo? —preguntó Klaus—. ¿Qué trabajo?
Violet apretó los dientes.
—Tenemos un trabajo que hacer —dijo—, el que debería estar haciendo el señor Poe, que, como de costumbre, está lleno de buenas intenciones pero nos sirve de muy poca ayuda.
Elena soltó un suspiro de sus adentros al escuchar lo que salió de los labios de Violet.
Klaus y Sunny suspiraron también, mientras la mayor expresaba en voz alta un sentimiento que ninguno de los tres había formulado, pero que siempre, desde que el señor Poe se hizo cargo de sus asuntos, habían experimentado.
—El señor Poe no cree que Stephano y el Conde Olaf sean la misma persona. Y cree que la muerte de Tío Monty ha sido un accidente. Tenemos que demostrarle que está equivocado en ambas cosas.
La joven Winchester la miró con curiosidad.
—¿Y cómo haremos eso? Es prácticamente imposible.
—Pero Stephano no tiene el tatuaje —señaló Klaus—. Y el doctor Lucafont ha encontrado el veneno de la Mamba du Mal en las venas de Monty.
—Lo sé, lo sé —dijo Violet con impaciencia—. Nosotros cuatro sabemos la verdad, pero, para convencer a los adultos, tenemos que encontrar pruebas y evidencias del plan de Stephano.
—Si hubiésemos encontrado pruebas y evidencias antes —dijo Klaus con tristeza—, quizás hubiéramos salvado la vida de Tío Monty.
—No digas eso, Klaus, no te atribuyas su muerte.
—Eso ya nunca lo sabremos —dijo Violet en voz baja, y miró la Habitación de los Reptiles, donde Monty se había pasado la vida trabajando—. Pero, si metemos entre rejas a Stephano por el asesinato que ha cometido, evitaremos como mínimo que haga daño a nadie más.
—Incluyéndonos a nosotros —señaló Klaus.
Elena no estaba para nada feliz.
—No está bien...
—Incluyéndonos a nosotros —asintió Violet—. Bueno, Klaus y Elena busquen todos los libros de Tío Monty que puedan contener información sobre la Mamba du Mal. Y avísenme cuando encuentren algo.
—Pero esta búsqueda podría llevarnos días —dijo Klaus, echando un vistazo a la considerable biblioteca de Monty.
—Bueno, nosotros no tenemos días —dijo Violet con firmeza—. Ni siquiera tenemos horas. A las cinco en punto el Próspero zarpa del Puerto Brumoso, y Stephano va a hacer todo lo que esté en su mano para asegurarse de que vayamos en ese barco. Y, si acabamos solos con él en Perú…
—Bien, Bien
Klaus y Elena se miraron, corriendo las escaleras y la detuviese, para no tener que abrir aquella puerta y entrar en la habitación donde él dormía. Pero Violet pensó en su propia seguridad y en la de sus dos hermanos y su amiga, Elena. A menudo uno encuentra el valor que creía no tener si su seguridad se ve amenazada, y la mayor de los Baudelaire encontró el valor suficiente para abrir la puerta. El hombro todavía le dolía del accidente de coche. Violet giró el pomo de latón y entró.
La habitación, como ella sospechaba, estaba sucia y desordenada. La cama por hacer y llena de migas de galleta y pelos por todas partes. Periódicos antiguos y catálogos de compra por correo formaban desiguales montones en el suelo. Encima de la cómoda había una pequeña variedad de botellas de vino medio llenas. La puerta del armario estaba abierta y dejaba a la vista unas perchas de alambre. Las cortinas que cubrían las ventanas estaban recogidas y tenían incrustado algo escamoso. Violet, al acercarse, vio con horror que Stephano las había utilizado como pañuelo.
Pero, a pesar de que era asqueroso, mocos secos no era la clase de prueba que Violet deseaba encontrar. La mayor de los huérfanos Baudelaire se quedó en el centro de la habitación y contempló el tremendo desorden. Todo era horrible, nada le servía de ayuda. Violet se tocó el hombro herido y recordó aquella ocasión en que, viviendo junto a sus hermanos y Elena con el Conde Olaf, se encontraron encerrados en la habitación de la torre. A pesar de haber sentido mucho miedo al verse atrapada en el santuario del Conde Olaf —frase que aquí significa «una habitación asquerosa donde se traman malvados planes»—, había resultado bastante útil, porque habían podido leer lo de las leyes nupciales y escapar de aquella difícil situación. Pero quizás no serviría para este nuevo caso.
—¡Maleta! —dijo—. ¡Su maleta!
—¿De qué estás hablando? —preguntó Klaus sorprendido.
Violet estaba a punto de explicárselo, cuando alguien llamó a la puerta.
—Adelante —dijo Violet, y le hizo una señal a Sunny para que no lo mordiese, cuando entró el señor Poe.
—Espero que estén un poco más calmados —dijo el señor Poe, mirando uno a uno a los cuatro niños—, y que ya no alberguen el pensamiento de que Stephano es el Conde Olaf.
(Al usar el señor Poe «alberguen» se refería a «piensen» y no a «lo tengan viviendo en su casa una temporada».)
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Editado: 01.09.2025