╰────────────────➤[Tenemos que...]
Cuando Violet salió de la Habitación de los Reptiles, Klaus y Elena se quedaron mirándola, completamente a solas con sus pensamientos y un bebé en sus brazos. Por mucho que ambos se esforzaban, no podían adivinar qué pasaría a continuación. Se acercaron a Sunny y lo miraron; él también parecía estar pidiéndoles explicaciones a sus hermanos, lo cual era bastante inusual ya que no le gustaban las explicaciones más que morder cosas o a las personas.
—Bueno, ¿qué hacemos? —le preguntó Klaus a Elena, en un susurro.
Elena se encogió de hombros, y la verdad es que ambos estaban perdidos.
—Violet nos ha dicho que hagamos una maniobra de distracción —continuó Klaus—. Pero ¿cómo se supone que vamos a distraer a dos adultos, que quieren irse de aquí, dentro de esta Habitación de los Reptiles?
Elena le dio un codazo a Klaus.
—Espera un momento —susurró—. Acabas de decir la respuesta.
Klaus la miró con cara de confusión, sin comprender lo que había querido decir.
—¿Cuál?
—¡Distracción! —exclamó ella en un suspiro—. Klaus, ¿recuerdas lo que te dijo Violet? «Has leído centenares de libros».
—Claro, pero…
—¡No lo digas! ¡Tienes que mostrarle al señor Poe lo que descubriste!
Klaus se quedó inmóvil. Se trataba de un plan muy arriesgado. El señor Poe ya les había dicho que no importaba lo que hubieran descubierto acerca de las serpientes. Pero ahora era su única oportunidad. El tiempo se les estaba agotando, y el Prospero les esperaba en el puerto. El señor Poe y el doctor Lucafont estaban en la cocina, pero podrían volver en cualquier momento.
—¿El libro? —preguntó Klaus, y corrió hacia la estantería donde él y Elena habían buscado los libros sobre la Mamba du Mal.
Elena se acercó a la jaula de la serpiente y la observó.
—No —dijo—. El libro no es lo suficientemente bueno. Tenemos que... tenemos que ser más convincentes. Tenemos que...
—¡Tenemos que actuar! —dijo Klaus en voz alta, y agarró a Sunny—. ¡Tenemos que fingir! Elena asintió con una sonrisa. Klaus agarró un libro, lo abrió y se sentó en el suelo, con el libro en las manos. Elena se quedó cerca, apoyada en la pared.
Justo en ese momento, la puerta se abrió de nuevo y el señor Poe entró. Detrás de él, con su mano extrañamente rígida, estaba el doctor Lucafont.
—Ya estamos listos para irnos —dijo el señor Poe—. Las maletas ya están en el coche, los vamos a dejar en el puerto.
—No —dijo Klaus con voz teatral, levantándose del suelo—. ¡No nos vamos a ir de aquí! ¡Tenemos que quedarnos!
El señor Poe miró a Klaus con cara de enfado.
—¿Por qué?
—Porque... porque no me siento bien —dijo Klaus, y Elena le dio un golpe en el hombro.
—¡No! —dijo Elena, también con voz dramática—. ¡Estás mintiendo! ¡Estás mintiendo!
El señor Poe miró a Elena con cara de confusión.
—¿Qué está pasando aquí?
—¡No es el veneno de la Mamba du Mal! —gritó Klaus—. ¡Es el veneno de la Víbora Increíblemente Mortal!
—¿Qué? —dijo el señor Poe, con los ojos bien abiertos.
—¡La Vipera du Mal es una criatura que no tiene nada de malo! —dijo Elena—. ¡Es una criatura que es tan dócil que ni siquiera tiene veneno! Klaus agarró a Sunny, lo levantó en el aire y lo puso cerca de la jaula.
—¡A Sunny le mordió la Víbora Increíblemente Mortal! —exclamó Klaus—. ¡Y no le ha pasado nada! ¡Significa que la teoría del doctor Lucafont es completamente falsa!
—¡Tonterías! —exclamó el doctor Lucafont, en voz alta—. ¡La Víbora Increíblemente Mortal no existe!
—¡Claro que existe! ¡El libro lo dice! —gritó Elena, y señaló el libro que Klaus tenía en las manos.
El señor Poe miró a Klaus y a Elena, que estaban actuando como si estuvieran locos. El señor Poe se dio cuenta de que no tenía ni idea de qué estaba pasando, así que se quedó quieto y los escuchó.
Mientras tanto, fuera, Violet se había acercado al montón de maletas. Tenía que hacerlo, y sabía que si no lo hacía, todo acabaría para ellos. Violet miró el montón de maletas y vio que la maleta de Stephano estaba en la parte superior. Estaba cerrada con un candado.
Violet recordó que, en una ocasión, su padre le había enseñado a abrir una cerradura con un alambre. Violet había guardado en su bolsillo un alambre que había encontrado en el jardín. Se arrodilló, metió el alambre en el candado y se concentró. Escuchó un pequeño «clic», y la cerradura se abrió.
Violet abrió la maleta y rebuscó en su interior. No encontró una serpiente, ni un disfraz, ni el maquillaje, sino un pañuelo. Un pañuelo que tenía una fotografía. La fotografía de un hombre con una ceja. Un tatuaje de una ceja.
Violet sonrió.
Tenía la prueba que necesitaba.
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Editado: 01.09.2025