╰────────────────➤[No es verdad]
Mientras los hermanos Baudelaire y Elena orquestaban su desesperada distracción en la Habitación de los Reptiles, el tiempo parecía detenerse. El señor Poe, con su tos crónica y su incapacidad para ver lo que tenía delante, se quedó perplejo ante la dramática actuación de Klaus y Elena.
El doctor Lucafont, por su parte, se cruzó de brazos, una expresión de impaciencia mezclada con una sonrisa malévola en su rostro pálido y huesudo. No le importaba el teatro de los niños; sabía que su plan era infalible.
—¿Qué están diciendo? ¿Víbora Increíblemente Mortal? ¡Esa criatura no existe! —insistió Lucafont, su voz más áspera que el canto de un gallo.
—¡Claro que sí! —gritó Klaus, apuntando con el libro a la jaula de la Mamba du Mal—. ¡La Víbora Increíblemente Mortal es la más dócil de todas las serpientes! ¡Tío Monty le prometió a la Sociedad Herpetológica que sería la primera en ir a Perú!"
—¡No es cierto! —vociferó el doctor Lucafont—. ¡La Mamba du Mal es la más letal! ¡Yo mismo encontré su veneno en el cuerpo del doctor Montgomery!
El señor Poe se tocaba la frente, desconcertado.
—Klaus, Elena, por favor, deténganse. Sus hermanos...
Pero antes de que pudiera terminar, Klaus interrumpió, su voz temblando por el esfuerzo de la farsa.
—¡El señor Poe no entiende! ¡Stephano es el Conde Olaf y él es...!
Justo en ese momento, la enorme puerta de la Habitación de los Reptiles se abrió de golpe. Stephano, con su ceño fruncido y sus brillantes ojos, entró a toda prisa, cerrando la puerta detrás de él.
—¿Qué están haciendo aquí? —espetó, su voz una mezcla de furia e inquietud—. ¡Ya es hora de irnos! ¡Las maletas están en el auto, el Próspero zarpa en una hora!
La escena era digna de un dramaturgo. Los cuatro huérfanos, con el miedo y la determinación grabados en sus rostros, se enfrentaban a dos villanos y a un hombre que se negaba a creer la verdad.
La Habitación de los Reptiles, que alguna vez fue un lugar de paz y aprendizaje, se había convertido en un campo de batalla psicológico.
Mientras el señor Poe intentaba calmar la situación, Stephano se acercó a Klaus y Elena.
—¡Ya es suficiente! ¡No sé qué están tramando, pero el juego ha terminado!
Fue en ese instante que Violet entró. Su rostro, aunque pálido, irradiaba una nueva determinación. A la vista de su hermana, los demás hermanos se levantaron. Elena sonrió. Lo habían conseguido. La distracción había funcionado y ahora la verdad saldría a la luz.
—¡Deténgase, Stephano! —dijo Violet con una voz firme que sorprendió a todos, incluido al señor Poe—. No nos iremos a ninguna parte con usted. No sin antes mostrarle al señor Poe la verdad.
Stephano se echó a reír, su risa ronca resonó en el amplio espacio.
—¡¿Qué verdad?! ¡La única verdad es que tu tío gordinflón ha muerto y yo, como su ayudante, me haré cargo de ustedes!
—No —dijo Violet, y sostuvo en alto la pequeña fotografía que había encontrado en el pañuelo dentro de la maleta de Stephano—. Esta es la verdad.
El señor Poe se acercó, curioso.
—Violet, ¿qué es eso?
La fotografía mostraba el rostro del Conde Olaf sin barba. Debajo, un mensaje escrito con tinta roja. La fotografía mostraba a un hombre con una sola ceja y un tatuaje de un ojo en el tobillo.
—¡Es el Conde Olaf! —exclamó Klaus—. ¡Él se afeitó la ceja para que no lo reconociéramos!
El doctor Lucafont se rió, como si le pareciera una broma de muy mal gusto.
—¡Tonterías! ¡Esa foto está manipulada! Además, el tatuaje del ojo...
—¡Es maquillaje! —gritó Elena—. ¡El tatuaje de la Víbora Increíblemente Mortal es lo que vio el doctor Lucafont! ¡El veneno de la Víbora Increíblemente Mortal es lo que hizo que muriera Tío Monty!
—¡No es verdad! —exclamó el doctor Lucafont, su rostro pálido se puso aún más blanco.
El señor Poe se acercó y miró el pañuelo, que todavía tenía los dos agujeros, los mismos agujeros que el Conde Olaf había dicho que eran la evidencia de la mordedura de serpiente.
—¡El Conde Olaf es... —dijo Violet, pero el Conde la interrumpió.
—¡Es hora de que se callen! —gritó Stephano, y sacó su cuchillo de su abrigo.
Pero el señor Poe se adelantó.
—¡No! —le gritó con todas sus fuerzas—. ¡No van a herir a estos niños! ¡He sido un idiota, pero no voy a permitir que los lastimen! ¡Stephano, es usted el Conde Olaf!
El Conde Olaf soltó una carcajada siniestra.
—¡Sí! ¡Soy yo! ¡Pero no me llamo Stephano, me llamo el Conde Olaf! ¡Y he venido por la fortuna de los huérfanos Baudelaire y de la solitaria Winchester! ¡Y he asesinado a su tío!
El doctor Lucafont se puso a la defensiva.
—¡No! ¡La muerte del doctor Montgomery ha sido un accidente!
El Conde Olaf se rió.
—¡No, no lo fue! ¡Yo lo asesiné! ¡Yo lo envenené con el veneno de la Víbora Increíblemente Mortal! ¡Y luego lo puse cerca de la Mamba du Mal para que pareciera un accidente!
El señor Poe se tocó la frente, un gesto que hacía cuando se sentía muy frustrado.
—¡Pero el doctor Lucafont dijo que era un accidente! ¡Y que la Mamba du Mal no tenía veneno!
—¡No es verdad! —exclamó el doctor Lucafont.
El Conde Olaf se rió.
—¡Sí! ¡Es verdad! ¡El doctor Lucafont es un farsante! ¡Se hizo pasar por médico para ayudarme! ¡Y él se encargó de poner el veneno en el cuerpo del doctor Montgomery! ¡Y él se encargó de ponerle a la Víbora Increíblemente Mortal un veneno! ¡Y de ponerle al cuerpo de Tío Monty el veneno de la Víbora Increíblemente Mortal para que pareciera un accidente!
El señor Poe se puso pálido.
—¡No! ¡No puede ser!
—¡Sí, puede ser! —exclamó el Conde Olaf, y le dio un empujón al doctor Lucafont—. ¡Vamos, vamos, no hay tiempo para esto! ¡Tenemos un barco que tomar!
El doctor Lucafont se echó a reír.
—¡Vamos, vamos, Conde Olaf! ¡No se detenga! ¡Los niños están perdidos! ¡Se quedarán con nosotros para siempre! ¡Y ahora que el señor Poe lo sabe, no podrá hacer nada!
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Editado: 01.09.2025