╰────────────────➤[El beso]
El cierre de la puerta resonó como un truñir en la oscura Habitación de los Reptiles. Los tres huérfanos se quedaron inmóviles, el sonido del cerrojo un eco fantasmagórico. Estaban solos, atrapados y desesperados, sabiendo que el Conde Olaf se había llevado a Sunny.
—Tenemos que salir de aquí —dijo Klaus, la voz tensa.
—Pero la puerta está cerrada con llave —murmuró Elena, sintiendo el pánico—. ¿Cómo vamos a salir?
—No lo sé —dijo Violet, y se acercó a la puerta para examinarla—. No tengo una idea.
—¡No podemos rendirnos! —exclamó Klaus, y se acercó a la puerta—. Tenemos que... tenemos que romperla.
Mientras los Baudelaire y la solitaria Winchester golpeaban la puerta con todas sus fuerzas, un ruido extraño salió de la jaula de la Mamba du Mal. Los niños se quedaron mirando, preguntándose qué estaba pasando.
—¡El Conde Olaf está volviendo! —gritó Elena.
—¡No! —dijo Klaus—. No lo creo.
Pero de repente, el sonido de un golpe fuerte resonó desde la jaula. Los niños se quedaron mirando, con el corazón latiendo a mil por hora. Y de repente, de la jaula, salió la Mamba du Mal. Pero no era la Mamba du Mal.
Era la Víbora Increíblemente Mortal.
—¡No es verdad! —exclamó Elena.
—Es… es la Víbora Increíblemente Mortal —murmuró Klaus.
Y era cierto. La Víbora Increíblemente Mortal, que había sido envenenada por el doctor Lucafont, había logrado escapar de su jaula. Los Baudelaire y la solitaria Winchester se quedaron mirando, sin saber qué hacer. Pero de repente, Klaus vio algo.
—¡El pañuelo! —gritó—. ¡El pañuelo del Conde Olaf! ¡Tiene un mapa!
Klaus agarró el pañuelo y lo extendió en el suelo. El mapa mostraba la dirección de la casa de su tía Josephine Anwhistle, la próxima tutora de los huérfanos.
—¡Tenemos que irnos! —exclamó Violet.
—¡No! —dijo Elena, y le dio un golpe en la cabeza—. ¡El Conde Olaf se ha llevado a Sunny! ¡Tenemos que salvarla!
—Lo sé —dijo Violet, con la voz suave—, pero no podemos hacer nada si estamos atrapados aquí.
Violet miró a su hermano y a su amiga. Su plan era sencillo. Tenían que llegar a la casa de su tía Josephine Anwhistle. Era su única oportunidad de escapar.
—¡El señor Poe nos ayudará! —exclamó Klaus.
—¡No lo hará! —gritó Elena—. ¡El Conde Olaf se ha ido! ¡Y el señor Poe no va a hacer nada! ¡Tenemos que irnos!
—No lo sé —dijo Violet—. No lo creo.
Y era cierto. Mientras los niños discutían, el señor Poe y el doctor Lucafont, con la ayuda de la policía, entraron en la Habitación de los Reptiles. Los niños se quedaron inmóviles, observando a la policía rodear al doctor Lucafont.
—¡El doctor Lucafont es un farsante! —exclamó el señor Poe, y se acercó a los niños—. ¡El Conde Olaf se ha ido! ¡Pero tenemos su dirección! ¡Iremos a la casa de su tía Josephine Anwhistle!
Los niños se quedaron mirando, sin saber qué decir. Se sintieron aliviados. Por fin, alguien les había creído.
—¡Sunny! —gritó Klaus—. ¡Se ha llevado a Sunny!
—¡No te preocupes! —dijo el señor Poe—. ¡Tenemos una foto de él! ¡La rescataremos!
Y así, los niños se fueron con el señor Poe, con la esperanza de que pudieran encontrar a Sunny. Mientras se dirigían a la casa de su tía Josephine Anwhistle, Klaus se dio cuenta de algo.
—¡La Víbora Increíblemente Mortal no tiene veneno! —exclamó—. ¡El Conde Olaf la envenenó!
—Lo sé —dijo Elena—. Lo sé.
Se miraron el uno al otro, la desesperación y la esperanza brillando en sus ojos. Klaus tomó la mano de Elena y le dio un beso. Elena se sonrojó y Klaus también.
—Gracias —dijo Klaus, la voz suave—. Gracias por todo.
—Gracias a ti —dijo Elena, y se acurrucó en su hombro—. Te quiero.
—Yo también te quiero —dijo Klaus, y la abrazó con fuerza.
Y así, en el jeep, Klaus dejó un beso en los labios de Elena. Era el beso que los unió para siempre.
—¿Estás listo, Klaus? —le preguntó Elena.
—Estoy listo —dijo Klaus, y sonrió.
Llegaron a un pueblo pequeño en una colina, el cual estaba cubierto por un gran mar de nubes. La niebla era tan espesa que no podían ver más allá de sus propios pies. Era un lugar sombrío y melancólico, pero a la vez, había una sensación de paz. Era un lugar donde podían estar a salvo. Y así, los niños llegaron a la casa de su tía Josephine Anwhistle, con la esperanza de que, por fin, pudieran estar a salvo.
Y, aunque la historia de la vida de los Baudelaire y Elena está lejos de haber terminado, por fin tienen algo de esperanza.
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Editado: 01.09.2025