2. Oscuros: El poder del olvido

6. Jacaranda

 

Alex corría con prisa, lo único que quería hacer es acabar inmediatamente con Tood. No le agradaba en lo absoluto que se encuentre con su hermana pequeña en el jardín ¿Qué demonios hacían en la oscura noche y a solas? Aún no comprendía lo que estaba sucediendo con su hermana y aquel ángel que él jamás toleró en toda su vida, siempre se llevaron mal, pero había muy buenas razones para ello.

Simplemente quería acabar con la locura desenfrenada que lo llevaba a pensar de manera innecesaria, Alex pensaba que su hermana y Tood, el hermano de la joven Tess tenían algo en secreto, algo como una relación que ninguno podría aceptar. Al salir del lugar, al cerrar la gran puerta de madera de la entrada y caminar con esmero hacia Tood y Camille, se detuvo inmediatamente en medio del jardín con el ceño fruncido negando sin comprender aquello que sus azulados ojos contemplaban. Esos maravillosos ojos veían a su hermana en el suelo ayudando a una pequeña, Tood estaba allí pasándole un poco de energía al cuerpo casi sin vida de la niña aquello era una imagen imposible de creer para Alex, pero no había más nada que hacer y aceptar que se había equivocado con sus pensamientos indecentes.

Alex, decidió acercarse y abandonar inmediatamente la rabia, para dar paso a la salvación de la dicha. Él se arrodilló en el césped con el ceño fruncido viendo los ojos cerrados de la niña, tomó su mano derecha ya que Tood tenía la izquierda y comenzó a pasarle un poco de energía tal y como el muchacho a su lado lo hacía. Ya era de noche, el viento se había levantado y traía consigo una fragancia extraña a eucalipto, como si se encontrarán en un bosque, pero simplemente era el jardín de entrada principal.

— ¿Qué está sucediendo? —Preguntó Camille.

—No lo sé, ni siquiera puedo comprender cómo es que llegó aquí. —Murmuró Tood.

La joven abrió los ojos y dejó salir un suspiro de sus labios, su ojos tenían un bello color extraño. Parecían ser de diferente color, uno de ellos era azul oscuro y el otro marrón claro, casi miel. Era muy bello de ver. Su rostro era delicado, redondo como una pequeña luna. Su mirar era débil y parecía ser de otra época ya que su vestido era bastante coloquial, lo cual les resultó bastante extraño. La niña soltó inmediatamente las manos de los hombres y observó con atención su alrededor con el ceño fruncido, tan fruncido que parecía una anciana enojada. Tan enojada con todos los presentes y los que no estaban.

— ¿Dónde estoy? —Preguntó la joven.

Los tres ángeles presentes se miraron sin comprender aquello que tenían frente a sus ojos, muchas preguntas se formaban en sus mentes y la única que podría responder esas sería la niña. Esa niña que se veía desganada y perdida en el mundo, perdida hasta en otra época lo cual hacía las cosas mucho más complicadas de lo que los jóvenes podrían pensar. Nadie podría imaginar todo lo que estaba por suceder, nadie sabía que eso era tan solo una pequeña distracción de parte de Theresa y su cómplice.

— ¿Quién eres? ¿Cómo llegaste aquí? —Una pequeña lluvia de preguntas salió de los labios de Camille.

La niña la miró y se levantó inmediatamente del césped limpiando su vestido. Un vestido color crema armado y en perfecto estado sólo que en algunas partes se encontraba rasgado, miró fijamente al cielo y luego llevó una de sus pequeñas manos hacia un árbol de Jacaranda que se encontraba justamente en el centro del jardín, negó con la cabeza rotundamente y se dio la vuelta para verlos.

—No importa quien soy, ¿Dónde estoy? —Preguntó nuevamente la niña.

—No te diremos nada, hasta que nos digas quién eres y cómo llegaste aquí. —Dijo Tood con un tono de voz completamente autoritario.

La niña lo miró fijamente a los ojos, sus ojos habían cambiado de color a un fuerte violeta, como todo ángel. Tood vio aquello y simplemente alzó sus manos para que no lo ataque. Los hermanos imitaron la acción de Tood.

La niña evidentemente está ocultando cosas, tantas cosas que nadie podría imaginar.

—Me van a decir la respuesta de mi pregunta, ahora mismo. —Murmuró ella con el ceño completamente fruncido—. El tiempo pasa y no tengo demasiado, por favor... Necesito la información. —Alex bajó sus manos y se acercó a la niña con una pequeña sonrisa en su rostro, una pequeña sonrisa de compasión—. No me mire de ese modo y conteste mis preguntas. —Murmuró ella mirando aquella sonrisa de él.

—Muy bien. Te encuentras en la sede angelical de Capital Federal, sabemos lo que eres porque si no fueras un ángel jamás podrías haber entrado aquí. —Dijo Alex alejándose lentamente hacia donde se encontraba su hermana, simplemente se quedó a su lado.

— ¿Quién eres? —Agregó Camille a la conversación, pero su pregunta fue ignorada inmediatamente. La niña parecía no querer oír a la joven Cami.




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