Jane gritó con fuerza.
Fue un fuerte grito, algo que para los oídos de Alexander era nuevo. Él jamás había oído algo tan extraño y doloroso hasta ese momento, su cabeza giró mientras sus pies seguían corriendo con rapidez cuesta abajo por las grandes escaleras de madera de aquel instituto. Se dio cuenta que Jane no estaba a su lado, y la miró fijamente al encontrarla con la mirada. Jane se estaba desvaneciendo tal como el mismísimo viento en el verano. Los pies de Alex ahora trataban de subir con mucha más rapidez, sus manos se sostenían de la varilla de la escalera para no caerse.
— ¡Jane! —Exclamó él.
Al notar que no le faltaba demasiado para desaparecer saltó lo más alto posible y tomó con fuerza el brazo de Jane, la cual reapareció y cayó rendida de rodillas al suelo. Los bellos ojos celestes de ella se encontraban duros y oscuros, de ellos caían lágrimas de sangre. Alex se agachó para levantar la mentón de ella ya que se encontraba observando el suelo y noto con atención como caían aquellas lágrimas sangrientas. No comprendía lo que estaba sucediendo ante la situación actual, no sabía cómo ayudar o qué hacer para poder mejorar a Jane. Sólo quedaba aceptar la realidad en la que se encontraban ambos seres.
— ¿Qué está sucediendo? —preguntó él sobre el oído de Jane, la cual al oír aquello simplemente se alojó y negó con la cabeza rotundamente para levantarse con rapidez del suelo limpiando la sangre que caía de sus ojos—. Jane, ya dime la verdad. —exigió Alexander completamente preocupado y furioso por lo que podría estar sucediendo con el cuerpo de su amada Theresa.
Jane sonrió levemente de lado y se acercó a él. —El aura de Theresa falta, ella morirá y yo también... —ella tosió expulsando pequeñas gotas de sangre, sus labios contenían rastros de sangre por la comisura de éstos—, ¡Eso es todo! —volvió a toser y se sostuvo de la pared para no caer nuevamente.
Él al ver lo que sucedía negó a la cabeza y se acercó a ella, la tomó con cuidado como a una niña pequeña que se queda dormida en el sofá y sus padres para llevarla a la cama la toman con ese mismo cuidado que el joven logró. Sus pasos eran mucho más lentos, pero firmes. Al llegar a la enfermería la recostó sobre una de las camas desocupadas y la miró con sus ojos de enamorado, pero ahora él sabía que ella no era su amada, pero aquel ser no debía morir o su querida Tessa se iría para siempre y Alexander no podría permitir que algo tan importante y tedioso como perder al ser que amo en su vida muera. Él haría hasta lo imposible para lograr salvarla y sino lo logra probablemente se quitaría la vida, de ese modo, no tendría más porque sufrir.
—Todo estará bien, no debes preocuparte por nada. Traeré ayuda si es necesario, y mejorarás. —dijo él tratando de darle pequeños ánimos a Jane, la cual lo miró y dejó salir una carcajada de sus labios.
—Nadie puede hacer algo... —la joven tosió nuevamente—, Ningún humano, ningún demonio y ningún ángel... Sólo la mismísima magia, es posible... Es posible de curar un mal como éste. —dijo ella tomando la mano de él para luego decirle—: Lo siento mucho, jamás debí hacer lo que hice... Lo siento, Alex. —ella lo miró con sus ojos celestes rojizo.
Él se soltó inmediatamente y caminó hacia la puerta negando con la cabeza, iba de un lado al otro recorriendo toda la habitación. Hasta que se detuvo enmedio de ella y sonrió, era una gran sonrisa de esperanza que surgía dentro de él. Magia, pensó en sus adentros. Se dirigió al lado de Jane y sonrió aún más, sus ojos azules miraban los bellos celestes de ella y asintió con la cabeza.
—Magia, conozco a la mejor bruja de toda Argentina, ella te curará y también conseguirá el medallón que mi padre tiene, lo vamos a lograr. —dijo él con franqueza y esperanza en su tono de voz.
Jane al oír lo que él decía simplemente negó con la cabeza tan sólo una vez y cerró sus ojos perdiendo cualquier rastro de esperanza que le quedaba dentro de la joven Tessa.
Alexander vio aquello y besó la frente de Jane con una pequeña sonrisa, él sabía que la bruja lo ayudaría bastante ya que él la había ayudado en el pasado y por ese motivo le debía demasiado. Él se separó de la frente hirviendo de Jane y la miró a los ojos con el ceño fruncido, podía notar que el sudor que cubría a la joven era rojo como la sangre; era sangre.
—Duerme, todo estará bien. —dijo él y comenzó a caminar hacia la puerta de la enfermería para salir de allí con la cabeza en alto, tomó su teléfono del bolsillo trasero y decidió llamar a la bruja que no dudó en responder con rapidez aquel llamado. — ¿Si? —se oyó la voz de la mujer.
¿Era ella? Pensó Alex.
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Editado: 10.04.2021