2. Oscuros: El poder del olvido

13. Turquesa

 

Un pequeño gemido de protesta salió de los labios de la joven que poseía aquellos maravillosos ojos. La joven negó con la cabeza al notar que la persona junto a ella era él, el mismísimo hombre que le lanzó tierra a sus bellos ojos, se separó inmediatamente al sentir que todavía estaba bastante cerca de aquel ángel y a ella esa cercanía no le agradaba absolutamente nada. Cualquier cosa podría suceder, una catástrofe nuclear o el mismísimo fin del mundo, esos son algunos tontos ejemplos. Ambos se miraron a los ojos, sus ojos se conectaron con un extraño destello que ninguno de los dos nunca antes había visto, fue algo mágico y especialmente extraño. El destello de un extraño color blanco, mejor dicho, un destello incoloro que a la distancia parece tomar un color blanco gracias a la luz que ilumina a esos seres.

La situación se encontraba algo tensa entre ambos, pero por suerte el silencio terminó. La niña decidió acabarlo, lo cual sorprendió al ángel del señor de u modo inesperado para él.

—No deberías atacar a personas que viven aquí, no eres capaz de llegar a nuestros talones, ¿quién eres y qué haces aquí? —preguntó la jovencita con un tono autoritario en su voz, pero prosiguió sin darle lugar a Alex—: Deberías tener mucho cuidado con nosotros, puede que tengas una excelente historia que te procede con cada paso que des, pero a nosotros nadie nos conoce... —Dio un paso hacia él y sonrió—, nadie sabe nuestros movimientos o nuestra historia.

Él alzó ambas cejas mirando los bellos ojos de la joven y negó con una pequeña sonrisa en su rostro. Retrocedió inmediatamente al sentir aún más la cercanía de la joven, aquello era demasiado extraño para él, pero no podía aceptarlo como si nada.

—Lamentablemente no lo sabe, ni yo. No tienes la menor idea, pero estás asustada porque te vencí en ese pequeño arrebato que me diste a la entrada, pero tranquila no lastimo a ángeles como yo —Musitó él en respuesta a lo que la joven dijo y luego para responder las preguntas agregó—: Soy Alexander Lohan, estoy aquí para pedir ayuda. No les haré daño.

La joven miró fijamente y soltó una fuerte carcajada en su cara, al parecer algo de lo que había dicho el joven de ojos azules le resultó bastante gracioso a la jovencita. Alex la observó sin comprender lo que estaba sucediendo, para él no había dicho nada gracioso o fuera de termino. Ella comprendió algo diferente, ¿qué habrá entendido?

—¿De qué ríes? —preguntó él.

Ella lo miró con ojos de gato, así es. Radicalmente sus ojos pasaron de turquesa a un verde azulado. Ese era el color de la iris humana que poseía.

—Me resultó bastante gracioso oír que eres ese ángel, mis mejores amigas hablan de ti en las pijamadas. Están todos muy pendientes de tus actos, chico ángel. —Dijo ella  con un tono de diversión y luego agregó—: Oí que estabas en busca de Alondra, si le pediste un hechizo debe estar en una pequeña sesión espiritual o quizás ya subió a la discoteca, no puede pasar mucho tiempo sin las pequeñas ojos amarillos, son su punto débil.

Alex al oír ojos amarillos recordó inmediatamente a su hermana y que la había dejado con Tood, no sabía lo que podría estar sucediendo entre ellos y simplemente tenía la fe de que Tood estaría cuidado a Cami con toda su gracia. —¿Dónde están las pequeñas de ojos amarillos? —Preguntó Alex con un tono de preocupación en su voz.

La jovencita alzó ambas manos y lo miró a los ojos. —En una habitación privada, Alondra las encierra con una pequeña runa hasta que todas están en celo, se destruyen a sí mismas, le divierte ver eso. —Una pequeña risita pícara salió de los labios de la joven. —Luego Alondra se encarga de ellas. —Le informó.

—¿Viste todo lo que me estás diciendo? —Preguntó él llevándose ambas manos a su cabello.

Ella asintió.

—Una verdadera locura, muchas lobitas mueren. Ella me hace que yo les haga una pequeña runa sobre su pelaje y eso es todo... Todo lo que recuerdo, muchos brujos tienen sus extraños fetiches. —Se encogió de hombros.

Alex observó con el ceño fruncido sin poder creer lo que estaba oyendo de los labios de la jovencita. Él no podía decir nada al respecto, no podía decirle el plan que tenían con su pequeña hermana. Solo esperaba que Alondra pronto haga su aparición y que nada malo le suceda a la pequeña Camille.

—Estás son simplemente tonterías, delirios que no son reales, simplemente excusas que inventaste. —Dijo él.

—Claro, como tú digas. —Respondió ella y se alejó. —Suerte, la necesitarás, Alexander Lohan. —Susurró con una gran sonrisa sobre sus labios.

Se oyen fuertes pasos.

—¡Alexander! —Se escucha la voz de Alondra.

Él al oír su nombre no dudó ni dos veces en salir corriendo hacia donde provenía aquella. La voz lo guió hacia una habitación, la puerta se abrió de par en par dejando ver a la joven bruja levitando en el aire. Las manos de ella se encontraban sobre la mesa, pero su cuerpo en el aire. Aquella imagen llamó la atención de el joven y se acercó con rapidez para ayudarla, Alondra lo empujó con fuerza y negó con la cabeza, sus ojos se encontraban completamente negros, un color horrible y Alex se dio cuenta que ella se encontraba poseída. Él se levantó inmediatamente del suelo y limpió su atuendo, él se percató que no había llevado su espada angelical. Sintió como unas manos lo tomaban, era la pequeña ángel con su ceño fruncido.




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