2. Oscuros: El poder del olvido

Prólogo

 

 

 

Las manos delicadas, pequeñas, suaves y rojas... Rojas por la sangre que caía de ellas, más rojas y comparables con el vino tinto de una hermosa noche de invierno junto con una bella fogata y un hermoso, pequeño y delicado libro que hace llorar con tan sólo leer dos, tres páginas de él. Así era la comparación perfecta, esa era la dicha. Sus largos dedos lastimados se encontraban temblorosos y desdichados por su accionar sabía bien que lo que estaba sucediendo no era lo mejor. Se sentía mucho peor sabiendo la verdad y lo que acababa de hacer.

 

Janette, ahí estaba ella con sus ojos llenos de lágrimas, con el corazón regado en el suelo y aplastado por los muchos que corrían despavoridos por el altar gritando sin cesar: “¡El rey ha muerto!”

 

Aquellos gritos y la esperanza de encontrar a su amor la ayudaban. La joven limpió sus manos con cuidado sobre el vestido blanco, aquel vestido que había hecho con magia su dama de compañía, la joven Olivia.

 

Jane, no comprendió lo sucedido.

 

Aún estaba asimilándolo, era difícil para ella aceptar lo ocurrido. Dentro de su mente pensaba que quizás nada de ésto hubiera ocurrido si Luke no se hubiera ido, si él estaría a su lado seguramente que ella no tendría que haber acabado con el Rey. Quizás era parte del destino y no había nada más que hacer, quizás... Quizás no.

 

Sus manos ya se encontraban limpias, dentro de lo posible. La sangre pegada no saldría aunque refriegue sus manos millones de veces en aquel vestido.

 

El sonido, el llanto, los ruidos de fondo ella los oía con detenimiento; no prestó atención. Los guardias llegaron, el sonido de las armaduras medievales chocando era magnífico para sus oídos, ella ya sabía que esa era la señal de huir. Así que fue lo que hizo, sus ojos se cerraron y apareció donde parecía ser la academia. Parecía ya que en realidad las cosas no estaban del todo bien como lo estaban antes de la partida, muchas cosas en el lugar habían cambiado y ella podía sentirlo en el aire.

 

Rompió con brusquedad parte del vestido, ya que le era imposible la movilidad. Al romperlo logró correr con rapidez y detenimiento hacia la cocina, mejor dicho al laboratorio donde ella llevaría a cabo una serie de hechizos que la ayudarían para colocar una gran barrera, quizás de ese modo los soldados y toda la prole quedarían en su mundo y no lograrían llegar a éste mundo, el mundo de los demonios, el mundo de los oscuros.

 

La joven corría de un lado al otro agarrando lo necesario, lo que necesitaba eran: Dos espejos, sangre de ella, sangre de su esposo o mejor dicho a la persona que mató con sus propias manos y una rosa negra. Aquellas cosas le fueron completamente fáciles de conseguir, tomó un cuchillo que se encontraba allí y cortó un poco su brazo, cortó o mejor dicho hizo un rasguño que no tardó en sangrar, la sangre cayó sobre el espejo, sobre la rosa negra, sobre la parte del vestido blanco que se encontraba con la sangre de Rey Jeremy e ahora con la sangre de Jane.

 

Era muy importante que todo lo que estaba allí funcionara, si no lo hacía claramente las cosas se saldrían de control y la muerte sería parte de aquel destino.

 

“Dostri” Susurró ella.

 

Esas simples palabras la ayudarían a confeccionar su maravillosa barrera de protección. Ella sabía que el hechizo podría llevarle años, meses, días, horas, minutos o segundos. Cualquier momento podría hacer que el hechizo funcione o tal vez no.

 

Un humo negro salió de allí, de esa mezcla. Era extraño, magnífico, era su propio sello, era su magia y creación que había dado efecto y había salido a la perfección. Al menos ella pensó aquello.

 

La joven tomó los espejos y corrió, salió a la puerta principal colocando aquellas cosas que lentamente por arte de magia subieron al cielo, por unos segundos el cielo se volvió negro y la luna tomó un brillante color rojizo excepcional. Era dignó de fotografiar.

 

Ella sabía que había utilizado el fuego del dragón, así es... el nombre del hechizo que ella uso tiene ese nombre Fuego del dragón.

 

Los guerreros estaban allí, habían llegado.

 

Los ojos marrones de Jane se concentraron sobre los hombres de hierro. Los ojos de esos guerreros no se veían pero pudo notar un gran destello azul, ella sabía que no lograrían pasar pero el miedo se encontraba presente dentro de su ser. Sus manos temblaban por los nervios, ella vio que uno de ellos intenta entrar pero aquella barrera lo acaba antes de que lograra cualquier otra cosa. Una sonrisa amplia se dibuja sobre los labios de Jane, ahora la confianza se encontraba de su lado.

 

Ella no tardó mucho en correr nuevamente a la academia, al entrar trató de encontrar a sus amigos pero no encontró a nadie, no había ni un sólo demonio en el lugar. Aquello llamó mucho la atención de la pequeña bruja, ella pensaba que todo había salido bien... Pero ¿Dónde están sus amigos? ¿Qué haría ahora ella sola? ¿Cómo lograría cambiar el destino de todos los que ama? ¿Cómo haría que nadie salga herido?




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