Ezequiel fue sacado del salón por su hermano y llevado a la cocina.
— ¿Dejas que un desconocido y sus hijos entren en casa? — Reclamó Alexis a Ezequiel.
— Anoche dormí en su casa, no es tan desconocido. — Se excusó Ezequiel arrugado la frente y Alexis le dio un tortazo en el brazo.
— Técnicamente no lo conoces y eso lo hace un desconocido. Podría ser un asesino serial que utiliza a sus hijos para acercarse a sus víctimas. — Habló Alexis.
— Deja de ver películas de terror. — Negó Ezequiel que se acarició el brazo golpeado y miró a Anabella que se paró en la puerta con un vaso vacío.
— ¿Me das agua? — Pidió la niña.
— Claro. — Accedió Ezequiel y miró a su hermano. — Cálmate. — Alexis sacudió la cabeza inconforme y Anabella se acercó a él cuando Ezequiel fue a la nevera a por agua.
— ¿Eres el hermano de Ezequiel? — Le preguntó la niña y Alexis asintió.
— Sí, soy su hermano pequeño. — Se inclinó Alexis a la altura de Anabella y la niña sonrió.
— Vamos al salón con tu papá. — Le dijo Ezequiel que regresó con una botella de agua y agarró a Anabella de un hombro para hacerla moverse con él. Nacho hablaba por teléfono móvil y se paseaba por el salón con Leo en brazos, el niño lloraba y Ezequiel lo miró dejando la botella de agua en la mesa. — Empezad a comer. — Instó a su hermano y la niña, y recordó al mayor. — Sí comes muy tarde te dará indigestión. — Alexis se avergonzó al recibir la curiosa mirada de la niña.
— No hace falta que lo digas. — Gruñó Alexis contra su hermano y cogió la fuente con macarrones para servirse.
— Quédate aquí y come, ¿de acuerdo? — Pidió después Ezequiel a la niña y cuando Anabella asintió, él caminó hasta Nacho y le cogió de los brazos a Leo.
En sus brazos el niño dejó de llorar y Nacho lo miró con sorpresa, dejando de hablar por teléfono hasta que la persona al otro lado insistió.
— Sí, disculpa. — Habló Nacho tocándose la frente, sin saber qué decir mientras miraba a Ezequiel con su hijo pequeño. — Emm… — Le dio la espalda y recuperó los sentidos. — Olvídalo, vete a dormir y mañana lo arreglaremos en la oficina. — Ordenó a la persona al otro lado del teléfono, luego colgó y lo guardó viendo a su hija comer macarrones con tómate con el hermano de Ezequiel.
— ¿Tiene problemas? — Le preguntó Ezequiel y Nacho lo miró. — ¿En su trabajo y con sus hijos?
— Desgraciadamente los problemas del trabajo sé solucionarlos rápido, pero con ellos… — Respondió Nacho tocando la espalda de Leo que tenía la cabeza apoyada en el pecho de Ezequiel. — Siento la intromisión.
— Me ha sorprendido porque no lo esperaba. — Sonrió Ezequiel que puso su mano debajo de la mano de Nacho para subirse a Leo y caminar hacia fuera del salón. — ¿Qué ha pasado? — Le preguntó a Nacho qué lo siguió.
— En verdad lo de siempre. — Contestó Nacho. — Echa de menos a su madre, se enfada con todos y deja de comer. La diferencia es que hoy me ha pedido verte a ti.
Ezequiel se señaló.
— ¿A mí? — No lo entendió y Nacho miró a su hija en el salón.
— Le has gustado, desde que su madre se fue eres la única persona con la que sonríe y parece feliz. — Le devolvió la mirada y le explicó. — Sabía tu dirección porque me la diste ayer cuando iba a traerte a casa desde la parada de autobuses.
— Entiendo. — Ezequiel asintió. — Para ella tiene que ser difícil estar sin su madre. — Le sonrió y Nacho se sintió más tranquilo.
— Gracias por entenderlo. — Le agradeció.
— ¿De verdad tenemos que irnos ya? — Preguntó Anabella cuando salió de la casa de Ezequiel detrás de su padre. — Quiero quedarme un rato más. — Se negó a irse y Nacho que cargaba con Leo, la agarró de un hombro.
— Es tarde, Ana. No seas tan egoísta. — La reprendió y Anabella puso hocico. — Agradece a Ezequiel y a su hermano la comida y la hospitalidad. — La hizo girarse hacia los anfitriones y Anabella se acercó a Ezequiel.
— Gracias, Ezequiel. — Le dijo Anabella abrazándolo. — ¿Puedo volver otro día? — Le preguntó y Nacho se apresuró a acercarse y agarrarla del hombro.
— Para ya. Ve al coche. — Le ordenó y Anabella se puso seria.
— Anabella. — La llamó Ezequiel entonces y la niña lo miró agacharse. — Puedes venir a vernos a Alexis y a mí cuando quieras, pero no puedes hacerlo sola, ¿de acuerdo? — La agarró de las manos y le sonrió. — Es peligroso que salgas sola de casa como ayer.
— La culpa es de papá que no quiere llevarme a ver a mamá. — Respondió Anabella y Ezequiel sonrió de nuevo.
— ¿Pero verdad que papá te ha traído a verme? — Le preguntó y la niña asintió automáticamente. — Tienes que ser buena con tu papá, él te quiere.
— Yo también lo quiero a él. — Anabella habló bajito, pero todos la escucharon y Ezequiel miró de reojo a Nacho.
— Gracias. — Le susurró Nacho conmovido y Ezequiel sonrió.
— Se te da bien cuidar niños, deberías trabajar de canguro sí el dueño de bar te despide. — Opinó sonriente Alexis y Anabella que lo escuchó miró a su papá.
— ¿Puede ser mi canguro y el de Leo, papá? — Le pidió y se acercó a su padre. — Quiero que Ezequiel venga a casa.
Nacho miró a Ezequiel que se levantó.
— ¿Te interesa trabajar cuidando a mis hijos? — Le propuso Nacho.
— Es un poco repentino. — Dudó Ezequiel y Alexis a su lado, habló por él.
— Depende del sueldo. Ya tiene dos trabajos y también necesita tiempo para comer y descansar. Así que sí quiere que cuide a sus hijos mínimo tiene que igualar lo que le pagan… — Ezequiel lo agarró del brazo para que se callara y Alexis protestó para seguir hablando.