A la llegada del colegio, Anabella bajó del coche en cuanto Jacinto le abrió la puerta y corrió hacia la puerta de casa con su mochila en la espalda.
— Anabella. — Escuchó que la llamaron y se paró en el umbral mirando por el jardín delantero. Ezequiel y su hermano Leo estaban sentados en el césped bajó unos árboles. Anabella caminó hasta allí y Ezequiel con Leo en su regazo, le sonrió. — ¿Cómo te ha ido en el colegio? — Le preguntó Ezequiel.
— Bien… — Respondió Anabella que se descolgó su mochila. — ¿Qué haces? — Le preguntó sentándose de rodillas en el césped.
Ezequiel sonrió.
— Hace tan buen tiempo que he pensado que podemos merendar aquí. — Le contó Ezequiel y Anabella sonrió.
— ¿Cómo un picnic? — Preguntó.
— Algo así. — Asintió Ezequiel y destapó una bandeja donde había zumo y sándwich cortados en triángulos, también un plato con galletas de distintos sabores. — Las chicas del servicio me han dicho que no meriendas y que te pasas la tarde encerrada en tu habitación. De ahora en adelante, vamos a merendar juntos, te ayudaré a hacer la tarea y haremos planes para pasarlo divertido. — Anabella asintió contenta y cogió un sándwich que Ezequiel le dio.
— Hoy no tengo tarea. ¿Podemos jugar a un juego de mesa y ver una película? — Le pidió la niña y Ezequiel asintió viéndola morder el bocadillo.
— Claro. — Miró a Leo que se echó adelante y lo frenó con la mano que le tenía puesta en el pecho. Anabella se rió al ver a su hermano querer alcanzar un sandwich.
— Leo también quiere comer. — Dijo Anabella y Ezequiel cogió un sándwich para darle a Leo el pan de uno de los lados.
Por la noche y a su regreso a casa, Nacho encontró a Leo durmiendo en su cuna y a Ezequiel haciendo lo mismo en un sillón de la habitación de Anabella, con la niña al lado y los dos cubiertos con una manta.
— Ezequiel. — Lo llamó Nacho quitándole del regazo un libro infantil y cuando Ezequiel se despertó de golpe, lo tranquilizó. — No pasa nada. Soy yo. — Dejó el libro en una mesita junto al sillón y destapó a su hija.
Ezequiel se frotó el ojo derecho con un dedo y miró después a Anabella ser cargada en brazos por su papá.
— Papi. — Dijo Anabella aferrándose al cuello de su padre y Nacho la besó en la frente.
— Sigue durmiendo, cariño. — Le pidió caminando hacia la cama. Ezequiel se levantó del sillón y se acercó para ayudarlo a arropar a la niña, acción que hicieron entre los dos.
— Lo siento, no me he dado cuenta y me he quedado durmiendo con ella. — Se disculpó Ezequiel. Nacho le sonrió y le hizo un gesto de guardar silencio, luego le indicó la puerta y los dos fueron hacia ella.
Nacho fue el último en salir y lo hizo apagando la luz y encajando la puerta.
— ¿Has cenado con los niños? — Le preguntó Nacho y Ezequiel negó. — Bien, entonces acompáñame a la cocina y me cuentas como te ha ido en tu primer día mientras cenamos. — Lo agarró del brazo y lo alentó a caminar con él.
En la cocina, Ezequiel evitó que Nacho le sirviera cerveza en un vaso y Nacho lo miró sorprendido.
— Estoy trabajando… — Se negó a tomar y Nacho sacó su teléfono móvil del bolsillo de su pantalón.
— Son más de las doce de la noche. — Comprobar Nacho la hora y soltó el teléfono en la mesa de la cocina para cogerle la mano y levantarla del vaso. Llenó el vaso de cerveza e hizo lo mismo con el suyo.
Ezequiel arrugó la cara, pero la corrigió cuando vio qué Nacho lo miraba.
— Gracias. — Agradeció la bebida y cogió el vaso, bebiendo. Nacho sonrió soltando el botellín de cerveza.
— ¿Cómo se han portado? — Le preguntó Nacho cogiendo también su vaso y bebiendo un trago.
— Bien. — Ezequiel soltó el vaso y apoyó las manos en su regazo. — Leo es un bebé muy simpático y Anabella es…
— Arrolladora. — Adivinó Nacho cortando un filete de ternera con cuchillo y tenedor.
— Iba a decir que es alegre y fácil de querer. — Respondió Ezequiel. Nacho se rió y asintió.
— También. — Levantó su tenedor con un trozo de carne y se lo llevó a la boca, luego dejó los cubiertos y apoyó las muñecas en el borde de la mesa. — Quería disculparme por lo de está mañana. Entiendo que solo estabas expresando tu opinión y no debí ponerme tan serio cuando te he estado hablando tan abiertamente de mis problemas.
— Gracias por disculparte. — Agradeció Ezequiel que sonrió y Nacho se quedó mirándolo.
— Quiero que te sientas cómodo de preguntar y hablar… — Dijo Nacho cerrando sus manos. — Eres importante para mí por ser la única persona con la que Anabella se ha abierto. — Abrió y cerró sus manos. — Gracias por estar aquí. Gracias por llamarme cuando vistes a mi hija sola en mitad de la noche.
— Si sigue dándome las gracias me sentiré incómodo. — Habló Ezequiel nervioso y con la cara arrugada. Nacho sonrió.
— Voy a parar. — Miró su plato con el filete de ternera entero y se levantó para coger sus cubiertos y cortarle la carne en trocitos.
— No hace falta que haga eso. — Se precipitó Ezequiel a detenerlo y Nacho lo miró cuando le cogió las manos. — Yo puedo hacerlo. — Dijo Ezequiel quitándole los cubiertos y haciéndolo por él mismo. Nacho tosió y regresó a su asiento tomando un trago de cerveza y mirando después al cuidador de sus hijos.
Un chico joven y responsable pese a su apariencia de ingenuidad e inocencia.
— ¿Puedo preguntar sobre ti? — Le consultó Nacho y Ezequiel asintió mirándolo. — ¿Tu hermano y tú tenéis más familia?
— Nuestros tíos viven en un pueblo cercano, Roca del Mar. — Le contó Ezequiel y Nacho se mostró sorprendido.