2 Papás Para Anabella

11. Siempre Siempre Quiero Que Estés Conmigo.

Anabella movía los pies sentada en una silla del pasillo del Colegio. 

 

— ¡Ana! — Escuchó a su padre y levantó la cabeza al tiempo que Nacho llegó hasta ella y se agachó. — ¿Estás bien? — Le preguntó agarrando sus manos preocupado y Anabella se soltó de él, bajándose de la silla y yendo a abrazar a Ezequiel que llevaba a Leo en brazos. 

 

— Ezequiel. — Lo llamó Anabella. 

 

— ¿Estás bien? — Le preguntó Ezequiel que la miró preocupado y Anabella le negó sin apartar la cara de él. 

Nacho se levantó y miró a la directora del Colegio que abrió la puerta de su despacho. 

 

— Por favor, Don Nacho, entre. — Le pidió la directora. Nacho asintió y miró a Ezequiel. 

 

— Anabella y yo te esperamos aquí. — Le dijo Ezequiel y al verlos entrar en el despacho, alentó a la niña. — Vamos a sentarnos, Anabella. — La apartó de él y la hizo caminar hasta las sillas donde antes estaba sentada. Los dos se sentaron y Ezequiel acomodó a Leo en su regazo, de espalda a él. — La directora nos ha dicho por teléfono qué te dolía la cabeza… ¿Todavía te duele? — Se interesó en la niña y le tocó la frente. 

Anabella asintió y Ezequiel bajó su mano. 

 

— Quiero irme a casa contigo y con Leo. — Pidió Anabella abrazándolo y Ezequiel la rodeó con un brazo. 

 

— Tenemos que esperar a ver qué le dice la directora a tu papá. — Le dijo Ezequiel frotando su espalda. 

 

 

— ¿Qué te ha dicho? — Le preguntó Ezequiel a Nacho cuando se paró delante de ellos. Nacho miró a su hija abrazada a su cuidador. 

 

— Que ha estado toda la mañana triste y sin atender en clase. — Contestó Nacho y al tocar la cabeza de su hija, ella se apartó. — Ana, ¿estás enfadada conmigo? — Le preguntó Nacho agachándose y Anabella asintió sin mirarlo. 

El rostro de Nacho se endureció y Ezequiel se dirigió a la niña. 

 

— Papá iba a llevarnos al parque y a comer hamburguesas, si estás enfadada con él vas a tener que quedarte sola en casa. — Le dijo Ezequiel y Anabella levantó la cabeza mirándolo. 

 

— Yo quiero ir contigo. — Habló. 

 

— Leo y yo vamos a ir con papá. — Le respondió Ezequiel. Anabella hizo hocico y miró a su padre. 

 

— Ven aquí. — Le pidió Nacho levantándose y cogiéndola en brazos. La niña se abrazó rápidamente a él con brazos y piernas. — Lo siento, cariño. — Se disculpó por no poder llevarla a ver a su mamá y Anabella lloró oculta en su cuello. 

Ezequiel sintió contraerse su pecho.

 

 

Sentado en un banco del parque frente al colegio, Nacho miraba a sus hijos jugando en una caja de arena. Anabella acumulaba la tierra y Leo la aplataba con sus manos, los dos se reían y parecía mentira que la mayor había estado llorando. 

 

— ¿Te gusta la sandía? — Preguntó de pronto Ezequiel y Nacho lo miró a su lado, con una lata de refresco en una mano y en la otra una bolsa. — No hay gran variedad en esa tienda. — Señaló la tienda junto al parque y Nacho se enderezó en el banco. 

 

— Gracias, pero tengo un nudo en el estómago y no creo que sea capaz de beber nada. — Habló Nacho agarrándose las manos con angustia y Ezequiel arrugó la cara. 

 

— Eso tenías que haberlo dicho antes de que fuese a comprar. — Le reclamó y miró a los niños. Anabella no dejaba solo a su hermano. 

 

— Mientras no estabas he llamado a la madre de mis hijos, pero no ha respondido al teléfono. — Contó Nacho. 

 

— Estará ocupada. Puede que más tarde vea tu llamada y te la devuelva. Sería genial que Anabella pudiera verla. — Le dijo Ezequiel que se sentó a su lado y Nacho lo miró. — Leo es pequeño y no la va a echar en falta, pero Anabella siempre va a tener esa espina en el corazón. 

 

— Seré siempre el culpable. — Entendió Nacho y Ezequiel lo miró negando. 

 

— No he querido decir eso. 

 

— Pero es la verdad. — Aceptó Nacho. — Soy el único culpable de que su madre no esté con ellos. Debí pensar mejor las cosas… 

 

— ¿Te dejó por qué eres gay? — Preguntó Ezequiel. Nacho asintió y miró a sus hijos. 

 

— Cuando estaba cerca de dar a luz vino a buscarme a la oficina y me sorprendió besando a un hombre. — Bajó la cabeza llevándose la mano a la nuca. — Dije de todo para que creyera que fue una confusión, pero dejé de ser capaz de actuar como un hombre con ella. No podía ni besarla. — Ezequiel sintió calor en sus orejas y desvió la mirada hasta los niños.

Los dos se quedaron en silencio por el resto del rato que los niños jugaron en la arena. Finalmente, Anabella se acercó cargando con su hermano con gran esfuerzo mientras se reía.

 

— Está hecho un desastre. — Dijo Ezequiel sacudiendo la ropa del niño y lo agarró de los mofletes. — Mira como te has puesto. — El niño se rió y Anabella se rió contagiada por él. — Tú también estás muy cochina. — Ezequiel también agarró uno de los mofletes de la niña y cogió después en brazos al pequeño. 

 

— Papá. — Llamó Anabella a su padre. 

 

— ¿Dime, cariño? — Le preguntó Nacho cogiéndole una mano. 

 

— ¿Me devolverás mi consola cuando lleguemos a casa? — Pidió la niña echándose encima de su padre y Nacho sonrió. 

 

— Lo haré, si prometes jugar con modelación. 

 

— ¿Modelación? — Intervinó Ezequiel y padre e hija lo miraron. — Entre semana podrás jugar una hora al día pero, siempre después de acabar tus deberes y tus obligaciones. — Le tocó la nariz y Anabella se rió. Ezequiel miró a Nacho y le preguntó. — ¿Te parece bien así? 

 

— Me parece bien. — Respondió Nacho que asintió y besó la cara de su hija. — Coge tu mochila, la dejaremos en el coche antes de ir a comer. — La alentó. Anabella corrió a coger su mochila del banco y miró con atención como su padre le puso una mano en la cabeza a Ezequiel. — Ahora regresamos. — Ezequiel asintió. 



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En el texto hay: familia, lgbt, amor

Editado: 29.08.2022

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