Con Leo sentado en una de sus piernas y ocupando uno de sus brazos, Ezequiel utilizó su única mano libre para llevarse una hamburguesa a la boca. Su teléfono sonó cuando tuvo un bocado en la boca y soltó la hamburguesa en el plato para mirar quien le había escrito.
Ezequiel masticó y sonrió mirando el móvil, y cuando la comida que tenía en la boca se le atascó en la garganta, empezó a toser. Su cara se puso roja y tiró el teléfono en la mesa para beber de su refresco, solo así, la comida bajó y él respiró aliviado.
— ¿Estás bien, Ezequiel? — Le preguntó Anabella y Ezequiel la miró sentada a su derecha comiéndose una hamburguesa con patatas.
— Sí. — Dijo Ezequiel y se sorprendió cuando Nacho le limpió con una servilleta de papel la comisura de la boca. Ezequiel lo miró delante de él e inclinado sobre la mesa y le quitó la servilleta. — Puedo hacerlo yo. — Sonrió nervioso y se limpió toda la boca.
Nacho suspiró serio y regresó a su silla.
— Te pedí que no cogieras el teléfono cuando estemos comiendo. — Habló Nacho y Ezequiel parpadeó pensando en ello.
— Creí que solo era por esa vez. — Respondió con el labio superior elevado.
— No quiero que mis hijos aprendan a estar con el teléfono o la consola en la mesa. — Le explicó Nacho mirando a Anabella y luego a Ezequiel. — Si es urgente, solo levántate y ve a atenderlo.
Ezequiel agitó en el aire la mano con la servilleta arrugada.
— No es urgente. Solo mi mejor amigo me ha escrito después de mandarle una de las fotos de tu oficina. — Contó Ezequiel y Nacho se quedó todavía más serio.
— ¿Tu mejor amigo? — Preguntó y Ezequiel asintió.
— Somos amigos desde que tengo memoria. — Sonrió y miró a Anabella que le tiró de la camiseta.
— Yo quiero conocer a tu mejor amigo. — Pidió la niña y Ezequiel le asintió, pero Nacho se opuso.
— No tienes porque conocerlo, Anabella. — Le dijo Nacho a su hija y Anabella hizo hocico.
— Pero si es el mejor amigo de Ezequiel quiero que también sea mi amigo. — Insistió Anabella y volvió a tirar de la camiseta de Ezequiel. — ¿Me lo vas a presentar?
Ezequiel miró incómodo a Nacho y se dirigió luego a la niña pidiéndole silencio con un dedo junto a sus labios.
— Sigue comiendo, Ana. — Ordenó Nacho a su hija y la niña obedeció. Nacho miró después a Ezequiel que sonrió dándole una patata frita a Leo.
Anabella sonrió cuando le sirvieron de postre un vaso grande lleno de helado.
— Te va a doler el estómago si te comes todo eso sola. — Le dijo Nacho con una taza de café delante.
— Voy a compartirlo con Leo y Ezequiel. — Contestó la niña cogiendo una cucharada de helado y metiéndosela en la boca. — ¡Está muy rico! — Celebró y Ezequiel también lo probó.
— Muy bueno. — Le dio Ezequiel la razón y se inclinó hablándole al oído. — ¿Lo compartimos con tu papá?
Anabella miró a su papá y después a Ezequiel negando.
— A papá le sienta mal el helado. — Le explicó Anabella y se puso de rodillas en la silla para coger helado con su cuchara y ofrecerle a su hermano. Ezequiel vigiló al niño chupar del helado y miró luego a Nacho que los miraba atento.
Ezequiel sonrió y volvió a mirar a Leo.
— Es la cuarta o quinta vez que te llamo hoy… — Suspiró Nacho cuando saltó el contestador automático del teléfono de la madre de sus hijos. — No te llamaría de no ser necesario. Anabella te echa de menos y quiere verte por tu cumpleaños, llámame y lo hablamos. — Le pidió y colgó la llamada.
Se recostó después en la silla del estudio de casa y se quitó las gafas dejándolas en la mesa.
El reloj del ordenador marcaba la una de la madrugada y apagó todas las pantallas.
En la segunda planta, Anabella y Leo dormían con Ezequiel en su cama. La niña se abrazaba a la espalda de Ezequiel, mientras él dormía de cara al niño que era a la vez cobijado por una almohada para prevenir una caída de la cama.
Nacho se acercó por el lado de su hija y se sentó en el borde de la cama. Su mamá no quería verla y él tendría que decírselo. La arropó con la manta y la niña se despertó mirándolo.
— Papá. — Lo llamó Anabella frotándose un ojo para desperezarse y Nacho la hizo parar de hacerlo.
— Sigue durmiendo. — Le dijo a su hija y le metió el brazo debajo de la manta. Anabella pegó su cara a la espalda de Ezequiel para dormir y Nacho que se levantó la besó en la cabeza.
— Papá, duerme con nosotros. — Le pidió Anabella sin abrir sus ojitos y Nacho observó a Ezequiel dormido entre sus hijos.
Al despertar por la mañana, Ezequiel se enderezó de golpe al verse tumbado junto a Nacho en la cama, pero Nacho que lo agarró de una muñeca lo hizo caer encima de él.
Ezequiel parpadeó cuando sus caras se quedaron muy próximas y miró rápidamente a un lado, los niños no estaban con ellos y Nacho lo cogió de la mandíbula y lo besó en la boca.
— ¿Qué haces en mi cama? — Le preguntó Ezequiel después del beso, con las orejas rojas y lleno de vergüenza.
— Anabella me pidió que durmiera con vosotros. — Contestó Nacho y giró la cara para ver que sus hijos no estaban. — ¿Dónde están?
Ezequiel negó sacudiendo la cabeza.
— Iré a buscarlos. — Dijo y se levantó rápidamente de la cama, se colocó unas zapatillas de andar por casa y corrió afuera de la habitación. Nacho se enderezó viéndolo pararse en el pasillo antes de ir a la habitación de Leo, donde no vio nada y fue a la de Anabella. Los encontró a los dos dormidos en la cama de la mayor y Ezequiel miró a Nacho que se paró a su lado. — ¿Los has traído tú? — Le preguntó confuso y Nacho negó.