Luke
—¡Luke! —La voz, ese sonido maldito, explotó en mis oídos como una detonación infernal.
Ya no era un niño, y esos sonidos estúpidos pronunciando mi nombre con una familiaridad irritante me volvían completamente loco. La prisión eterna había templado mi temperamento, pero no mi paciencia.
—Sí, ¿qué sucede? —Rodé mis ojos con fastidio, mi ceño fruncido mientras me acercaba a ella, deteniéndome frente a frente, mi altura imponente sobre la suya.
—¿"Qué sucede"? —Ella frunció el ceño de igual manera que yo, su rostro, una máscara de desaprobación. Me observó fijamente con la esperanza de que cambiara, de que la culpa me carcomiera, pero yo no lo haría ni en sueños, y de eso estaba completamente seguro. La rebeldía corría por mis venas, una herencia de mi padre—. Sucede, hijo querido, que dejaste a Rubby y a Dios. —Hizo una extraña mueca con su rostro, una expresión de disgusto que apenas disimulaba.
Evidentemente, no estaba para nada feliz con mi acción de dejar en libertad a esos seres. Para ella, eran meras piezas en su juego, no almas con un destino propio.
—Ahh, eso… —Imité su mueca, lográndolo a la perfección, una burla sutil—. Me pareció estúpido y los liberé. —Mi tono era despreocupado, casi aburrido.
—¿Sin mi consentimiento? —Alzó una ceja, su voz teñida de indignación—. Y mataste a tu padre, ¿Qué clase de hijo eres? —El reproche en su voz no me afectó.
—Sí. —Asentí, moviendo mi cabeza, mi mirada fija en la suya—. Soy la clase de hijo que se venga de su querido papi. —Una sonrisa cruel se dibujó en mis labios al recordar la sangre, el poder que sentí.
—Ajam… —Fue su única respuesta, un sonido que denotaba su resignación ante mi naturaleza.
—Mamita, tranquila… —Intenté apaciguarla con un tono condescendiente.
—Nos vemos, Luke. —Ella se acercó y besó mi frente, un gesto frío y calculador, y luego caminó hacia la salida, su silueta desvaneciéndose en la oscuridad del lugar.
—¡Qué aburrido! —Murmuré, y caminé hacia la salida, ansioso por escapar de su presencia—. ¿Qué? —Murmuré cuando la puerta no cedió.
Traté de abrir la puerta, pero esta no se abrió, sellada por una fuerza invisible. Comencé a alterarme, no me gustaban esta clase de jueguitos tontos que no comprendía. Hacía demasiado tiempo que estaba encerrado, ahora quería salir y disfrutar del tiempo libre. La libertad era un concepto que anhelaba con cada fibra de mi ser.
Me parecía más que justa mi decisión de libertad; no estaba pidiendo nada del otro mundo, ¿o sí? Solo quería lo que me correspondía por derecho: mi libertad.
Oí cómo alguien se levantaba y se acercaba hacia la puerta. Cuando la joven la abrió, parecía un tanto perpleja por la situación; no siempre un joven guapo aparece por tu clóset. Su rostro se contorsionó en sorpresa.
—¿Qué rayos? —Exclamó, asombrada, sus ojos abiertos de par en par.
La miré, mis propios ojos evaluándola.
—Gracias. —Dije, y observé su atuendo, una simple pijama, y luego su rostro, que ahora reconocía—. ¿Rubby? —Ladeé la cabeza con el ceño fruncido, sin dejar de observar sus ojos, buscando un rastro de familiaridad.
—Sí, ¿qué haces aquí? —Frunció el ceño sin poder comprender lo que yo estaba haciendo en su casa, y mucho más, en el clóset de su habitación—. ¡Esta es mi habitación! —Su voz se elevó en un grito de indignación.
—Lo siento, no podía salir y uno de los portales se abrió aquí. —Alcé mis manos en forma de paz, intentando calmarla—. Gracias…
Caminé hacia la salida de su casa, pero antes la observé sin descaro alguno, grabándome su imagen. Ella, la hija de un ángel y la Oscuridad.
—Idiota… —Murmuró, su voz cargada de desprecio, y se fue a dormir nuevamente, dejando la puerta abierta.
«Sí que me odia», pensé, y rodé los ojos. Caminé hacia el maravilloso parque que todos, en mi corta estadía en la superficie, le hacían propaganda. Quería explorar el mundo que me había sido negado.
—Este debe ser. —Murmuré, al ver la entrada majestuosa.
Me adentré al parque y tomé asiento en una banca, era un hermoso lugar, un oasis de verdor en medio del caos de la ciudad. El sol se filtraba entre los árboles, creando un juego de luces y sombras.
—Lindo lugar —Murmuré, más para mí que para nadie.
—Lo sé… —Una voz femenina, suave como la brisa, me hizo girar. Ella sonrió y me miró con sus cabellos rubios, que ocultaban parte de su rostro. —El jardín de Dios.
La miré asombrado por su capacidad de entender lo que no debería saber, un conocimiento prohibido. Mis sentidos, agudizados por mi herencia, detectaron algo inusual en ella.
—¿Cómo sabes eso? —Alcé una ceja, tratando de ver sus ojos, que se escondían detrás de su cabello.
—No lo sé… Yo solo… —Sonrió con amplitud, una sonrisa enigmática—. No tengo idea.
—Parecías segura de saberlo. —Insistí, la intriga carcomiéndome.
—Sí, Luke. Parecía. —Se levantó y me miró sin borrar aquella sonrisa de sus labios, una sonrisa que no me daba confianza—. Nos vemos. —Y dio media vuelta para marcharse.
Fruncí el ceño y agarré su brazo con brusquedad, mis dedos aferrándose a su piel.
—¿Cómo me dijiste?
Nadie sabía de mí, de mi existencia, de mi linaje infernal. Dios se encargó en el pasado de borrar muchos recuerdos, pero por lo que veía, eso seguía siendo el juego favorito de Dios. Mi abuelo amaba borrar la mente de todos, pero… ¿Por qué ella sabía con claridad mi nombre? Ni siquiera yo la conocía.
Se soltó de mi agarre con velocidad, deslizándose como el agua.
—Luke. —Repitió mi nombre, una confirmación inquietante. Se dio la vuelta y caminó, su figura esbelta alejándose.
—¡¿Cómo sabes mi nombre?! —Alcé la voz para que me oyera, mi voz resonando en el parque.
Volvió hacia mí y me miró a los ojos, una mirada profunda que parecía ver a través de mí.
—Porque me persigues… —Dijo, una extraña acusación.
—Disculpa, no comprendo. —Ladeé la cabeza y fruncí el ceño sin comprender lo que salía de los labios de aquella joven—. ¿Te persigo?... Imposible, recién ayer salí del…
#3132 en Paranormal
#1001 en Mística
#24951 en Fantasía
#9711 en Personajes sobrenaturales
Editado: 26.06.2025