<<<<Hola, gente, quiero aclarar que este capítulo está narrado en tercera persona omnicsiente<<<<<
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Aquel ángel llamó la atención de todos los presentes al haber soltado un fuerte grito de sus labios. Nadie se esperaba tal cosa, todos estaban pensando en torturas diferentes y el maleficio que harían al llegar a la Tierra.
Todos cerraron la boca, ya que la voz del ángel los llenó de algo relacionado con la luz, no podían decir nada, puesto que Castiel había utilizado su voz real, no la de su envase.
El ángel se dio cuenta de que los demonios eran cada vez más poderosos de lo que él era; ninguno había caído muerto cuando él habló en su idioma y propia voz. Callar sus sentimientos fue más duro de lo que Castiel se había imaginado en su momento.
Nadie podía comprender el poco poder que se había utilizado para detener todo, ya que nunca imaginaron que el Castiel que ellos conocían, podría acabar muerto por una tontería que él mismo llevó a cabo.
Los subterráneos más oscuros se quedaron observando con admiración, puesto que ninguno de ellos podría hacer algo como eso en su vida. Casi siempre creían que eran capaces de todo, pero en ese momento, se dieron cuenta de que no era así.
Era un momento distinto al que todos creían que pudiera ser, ya que nunca se pudieron imaginar algo tan mágico y peculiar como el sacrificio de Castiel. Aquel ángel era el único capaz de donar su gracia para salvar a los seres que amaba.
El tiempo pasaba en el Infierno más rápido que en la tierra, cada segundo ahí, era completamente diferente para todos. Nada era lo que parecía ser, todo era muy diferente y casi imposible de creer y ahora ver.
Las razones de los hechos eran diversas, pero siempre tenían algo en común, aunque nadie lo sabía. Tal vez, algún que otro noble demonio sabiendo. Ahí había solo dos demonios que sabían lo que estaba ocurriendo, los más viejos y fieles a Lucifer.
Castiel estaba listo para enfrentarse a cada uno de esos demonios y ángeles contratados para acabar con la vida de Castiel. Lo único que ellos deseaban era dejar en claro que podían vencer a un ángel pecador como el más famoso de todos en ese tiempo.
Castiel, el ángel del Señor, llevaba ese nombre por ser el primero en aceptar a la humanidad y darse por vencido con sus hermanos. Sin embargo, traicionó a su padre al enamorarse de Tamara, y toda su vida cambió, hasta su apodo. Actualmente, a Castiel se lo conocía como: Castiel, el ángel pecador.
Él sabía que no iba a lograr cambiar las mentes de sus hermanos ni la de los seres humanos, pero siguió luchando para lograr un cambio en la vida de aquellos seres. No le importaba mucho sufrir, pero si encontraba el modo de hacer las cosas bien, iba a hacerlas sin importar las consecuencias.
Castiel, ese ángel, en algún momento se daría cuenta de todo lo que estaba en su vida y lo mucho que iría a perder con cada una de sus acciones. Estaba seguro de que amaba ser diferente, pero eso lo hundía en su mente.
Ninguno de aquellos seres en el Infierno deseaban estar solos, por eso, siempre se mantenían cerca y se ayudaban entre ellos, aunque nunca se podían fiar de ellos mismos.
Ahí todos tenían un propósito de vida, no importaba lo que hayas hecho en la vida, lo importante era seguir adelante sin importar nada. Ninguno deseaba volver a morir, ya no sería lo mismo.
Cuando un ser sobrenatural moría se iba al Purgatorio, aunque un ángel tan importante como Castiel debía ir al Vacío cuando se desprenda de su gracia. Solo Dios sabía la razón, ese era su castigo y estaba sellado hace millones de años, por lo tanto, no podía hacer nada para negarse.
Un suspiro sonoro se desprendió de los labios de aquel ángel cuando se sintió listo para morir. Ya estaba más que seguro de que era el momento perfecto, pero se escuchó una voz familiar que terminó con la paz del dolor.
Castiel no deseaba escuchar ese tono de voz, pero no podía hacer nada para que eso ser terminara. Cerró los ojos y se dejó llevar por el dolor de su interior, era poderoso y con cada respiración se volvía más fuerte.
—¿Castiel? El ángel famoso, Castiel. El ángel que enamoró a la hermana de Dios. Eso es perfecto, pero la respuesta sigue siendo no, no los dejaré en libertad. Me sirven aquí, en este lugar y no los dejaré —respondió Lucifer con un gesto de superioridad en sí.
—¿Dónde está Cass? —Preguntó Tamara mirando los ojos rojos de Lucifer.
—El pequeño angelito está siendo torturado por un gran grupo de ángeles caídos que están a mi mando. —Decidió responder aquél.
Tamara simplemente negó con la cabeza ante lo que estaba oyendo en ese preciso instante. Le dolió saber que el amor de su vida estaba en un lugar cercano y ella no podía hacer nada por él.
—Quizás aún no muera, pero luego de un año siendo torturado... imagina lo débil que estará tu pequeño amorcito. —Lucifer estaba seguro de lo que le estaba diciendo a Tamara.
Ella no podía creerle. Tenía miedo de creer en una mentira, ya que sabía que Lucifer era uno de esos arcángeles capaces de hacer creer cualquier cosa. No había mucho que hacer, solo creer en las palabras de él.
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Editado: 11.04.2021