21 de Agosto

Capítulo I. Visita prolongada.

Nota del autor:  
Los personajes de esta obra no tienen nombre. No importan, esta historia ficticia, le podría pasar a cualquiera... 
 

Ya es otoño, casi fecha de mi cumpleaños y, como es costumbre, visito a mi hermano mayor quien vive con su esposa y tres hijos, son gente chévere, me caen bien. Mi hermano se independizó apenas cumplir los diecinueve años y, desde entonces, ha sido totalmente autosuficiente para lograr todo lo que ha conseguido hasta ahora. Cuando sea grande, quiero ser como él. 

Su familia es un tanto extraña, me alegra saber que mis sobrinos estén creciendo en un ambiente sano y pacífico, espiritual y con respeto mutuo. Me gusta mucho visitarlo, son una familia perfecta, tanto que me provocan cierta envidia... 

... 
En el crossover de mi padre, viajábamos él y yo hacia la casa de mi hermano... 

— ¿A qué hora pasarás a recogerme? —le pregunté a mi padre. 

Había quedado en reunirme con mis amigos en esa noche.  

— En tres días. Te quedarás todo el fin de semana en casa de tu hermano —sin más me respondió.  

— ¡¿Qué?! No puedes estar hablando en serio, ya tenía planes y apuesto que antes de esa idea que, ¡se te olvidó decirme! hasta ahora —protesté al escuchar la desagradable noticia con un ligero toque de sarcasmo.  

— Bueno, no me dijiste —dijo mientras se encogía de hombros— quizás se hubiera cambiado el plan... —me dijo todo tranquilo. 

Así de simple es él... 

— Oh, ¡sí que te conté! Y no digas que “se hubiera cambiado el plan”, lo que dices, sin importar qué, es lo que se termina haciendo al final —le contesté al escuchar su descaro. 

— Por lo tanto, si sabes que al final harás lo que yo diga, ¿para qué te quejas, no estás un poco mayor ya para ese tipo de cosas? —respondió de una forma arrogante.  

Guardé silencio haciendo la ley del hielo... Tenía razón. Era una total pérdida de energía. 

Realmente el problema no es tanto que hayan decidido por mí, sí que me fastidia, pero la razón real es que la casa de mi hermano queda a hora y media de camino en auto privado, y el lugar de la fiesta queda a diez minutos de mi casa, escapar no es una opción, no hay forma de que no se den cuenta. «¡Jo-der!», pensé. 

La frustración se apoderaba de mí, busco mi mp4 touch, excavo entre mis canciones una que me calme, un Blues suave que alivie mis nervios —estoy que exploto—, «¡en serio quería ir!», me atormentan mis pensamientos... «Pero ya, no puedo hacer nada para impedirlo, no me queda de otra; tendré que disfrutar, “yu-juh”...», me dije para intentar darme ánimos. 

Observo por la ventana del auto el paisaje que baña los kilómetros a distancia, precioso, debo de admitirlo; un bosque con cedros, árboles de fuego, orquídeas, jaracanda y más árboles florales envuelven la vista tan preciosa y enigmática que ni el más habilidoso y experimentado de los pintores podría emular, incluso, esta sirena terrestre ha distraído a los conductores del camino en varias ocasiones, he leído en noticias, sobre uno que otro accidente por dejarse envolver de la naturaleza, «debería de visitarlo más a menudo aunque sólo sea una excusa para disfrutar del bello paisaje…na’, no sólo por eso, me tratan bien, lo admito», me decía mientras soñaba sin dormir. 

El Blues, más la embriagadora vista, me transportaron a otro mundo que no hace más que relajarme, a tal punto que evitar dormir sería como sostener el crossover de mi padre; imposible. Sin darme cuenta ya habíamos llegado a nuestro destino, mi padre me apartó de los brazos de Morfeo. 
 




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