21 de Agosto

Capítulo III. Encuentro revelador.

Con el álbum en mano, me dirigí al patio, busqué un lugar cómodo para poder ver las fotos y cualquier otro recuerdo que guardase esa especie de cápsula del tiempo. Las fotos realmente me llenaron de intriga y de una extrema curiosidad.  

Pude identificar a mi padre acompañado de una bella mujer, un poco más pequeña que él, y, por la forma en la que estaban uno al lado del otro, pude deducir que eran pareja, «¡qué extraño se veía el viejo con esa moda de su época», pensé. No tenía duda, mientras más pasaba las hojas, más fotos de ellos juntos aparecían.  

«¡Una boda!», encontré pensar al ver una foto. Mi padre tenía un traje de novio, la corbata era del mismo color del pastel que, a su vez, combinaba con los vestidos de las damas que acompañaron a la novia.  

«El viejo sólo se ha casado una única vez, si no me equivoco», pensé. Mientras seguía avanzando, encontraba más fotos de su convivencia, había fotos de ella embarazada y, posteriormente, con mi hermano ya nacido, acompañando a mi hermano en sus deportes, viajes familiares, graduaciones de primaria, secundaria... De repente aparecí yo cuando bebé, pero sin la mujer. Éramos los tres: mi padre, mi hermano y yo, «¿Acaso aquella dama es mi madre?», pensé. 

Sólo sé que mi madre murió, pero nadie ha querido contarme cómo pasó o cómo fue ella. «¡Ya tengo edad suficiente para saberlo!», decidí. 

Sin titubear, me levanté, me sacudí para quitarme el polvo de mis shorts y me dirigí hacia el estudio de mi hermano, en donde particularmente se la pasa leyendo algún libro, realizando algún trabajo o jugando videojuegos de carreras, de rol o de guerra. Y en efecto, lo encontré leyendo un libro. 

Su estudio es muy elegante; las paredes decoradas de ladrillo, decenas de libros —algunos leídos, otros pendientes—, una tv inteligente de 55” con la mejor resolución en el mercado, una laptop gamer, algunas consolas, algunos algoritmos escritos en una pizarra blanca con relación a planos que utiliza para planificar su trabajo, en fin, un estudio entretenimiento/negocios/cultura/auto-seguimiento. Suena largo, ¿ah? Te sorprendería lo que mi hermano puede hacer con tecnología, conexión a internet y mucha agua potable. 

— ¿Estás ocupado?  —le pregunto entrando con cuidado a su espacio. 

— Ehm... No... ¡Ya no! —me respondió después de haber finalizado la página que leía— ¿Qué has hecho, has encontrado algo que te llame la atención? —amistosamente me preguntó. 

— Pues fíjate que sí, esto —le muestro el diario arrojándoselo suavemente.  

Mi hermano atrapó el álbum sin dificultad, lo identificó, se quitó los lentes que utiliza para leer y usar la computadora, y me miró seriamente serio (valga la redundancia, lol). 

— ¿Cómo encontraste esto? —preguntó.  

— Los chicos están realizando una limpieza y encontré este álbum entre lo que habían sacado para ordenar —le respondí encogiéndome de hombros. 

— … Comprendo —se muestra ligeramente menos tenso. 

Se levanta de su sofá para reacomodar su libro y me pregunta: 

— ¿El viejo te ha contado alguna vez sobre nuestra madre? —viéndome directamente a los ojos. 

«¡Así que sí es nuestra madre aquella dama! ¿Ah?», pensé.  

— No mucho, cada vez que intenta hablarme de ella se pone a llorar y simplemente sale al patio a fumar un cigarrillo o algo por el estilo —le confesé. 

— Comprendo, así que todavía no lo ha superado. Pensaba que ya a esta altura...no sabía que fumaba. Vaya escena... Ha de ser un poco frustrante para ti —dijo con un poco de lástima mientras estrujaba sus ojos.  

— ¡Jah! ¿“Un poco”? ¡Tengo cumplidos casi dos décadas y sé más de moléculas subatómicas que de mi propia madre! ¡Estudiando yo psicología, ¿te parece justo?! ...Yo lo veo terriblemente demasiado, no “un poco” —exclamé en susurros para no hacer un escándalo en la casa.  

— Hahahaha, “moléculas subatómicas”, tienes mucha gracia, pero estás en lo cierto, ya tienes edad suficiente... 

— Opino exactamente lo mismo —le dije fríamente.  

— ¡Vale! ¿Quieres la versión corta o larga? —dijo negociando. 

— Wohw ¡¿En serio me contarás sobre ella, es en serio?! —no pude evitar expresarme por la sorpresa. 

— Sí, nuestro viejo me ha pasado la ccarg por lo que veo, tampoco lo culpo... —dijo con una desilusión y, a la vez, comprensión por nuestro padre.  

De repente apareció la esposa de mi hermano con dos vasos de limonada y emparedados de atún con mayonesa. 

— Oh, ¿qué hacen? Si se puede saber —dijo mientras nos brindaba las botanas. 

— Muchas gracias, mi amor... Puees, nada, le contaré la historia de nuestra madre —le dijo mi hermano a su esposa, mientras me miraba. 

— ¡Oh vaya! ¿En serio se lo contarás? No sé si les molestaría, pero también quiero saber... —dijo con un poco de timidez. 

— Claro, eres parte de la familia desde hace muchos años. Confiamos en ti —le dije a mi cuñada con toda honestidad. 

Siempre me ha tratado muy bien, me agrada mucho. 

— Ya escuchaste lo que dijo, toma asiento, preciosa —dijo mi hermano conmovido por lo que dije. 

— ¡S-sí! —dijo su esposa todavía más conmovida. 

— Bien. Al parecer, la forma en la que nuestra familia descubre las cosas es a través de álbumes o recuerdos encuadernados —dijo de introducción. 

— Ajah —sin entender, le respondí. 

— Pues —reanudando su monólogo—, lo que te contaré, casi igual que tú, lo descubrí al leer un conjunto de cuadernos de diario que nuestra madre tenía a modo de bitácora. Se las enseñé al viejo, quien, después de unos pocos años, me devolvió... 

Hizo una pausa para buscar en un baúl que, a pesar de ser viejo, estaba muy bien cuidado. 

— Aquí las tengo —dijo a los pocos segundos. 

Era una pequeña pila de cuadernos, bien gruesos, los cuales se veía que tenían un buen tiempo guardados y bien conservados, los tenía sin polvo alguno, dentro, a su vez, de una caja fuerte. Sí, leyeron bien; el baúl tenía dentro una caja fuerte, así de complicado es mi hermano. 




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