21 gramos.

| g r a m o 0 1 .

Quién diría que el primer día del tercer semestre sería el primer día que sintiera la definición de pena en su máximo esplendor.

Verlo postrado bajo el marco de la puerta, con un aura que iluminaba todo a su paso, llegando unos minutos antes de que tocara el timbre de entrada.

Mis pupilas se dilataron, el miedo cayó en mi persona, queriendo ser desintegrada por algún ser antes de que su mirada se dirigiera a la mía.

Era el chico del cual pensé nunca conocer en vida real, ese que alguna vez le hablé entre mensajes con la poca prudencia de sonar como una fácil. Era ese chico que una vez quise ligar porque su belleza era implacable.

Su mirada juguetona observaba para todos lados, su sonrisa era efímero pero suficiente para dejar un sentimiento de amabilidad y alegría, sus manos sostenían las correas de su mochila con fuerza y decisión mientras que sus ropas eran las mismas a todos los demás… a excepción de sus calcetas de colores largas.

Creeme, solecito, fui la primer persona que te vio llegar y volví a sentir lo mismo que hace un verano sentía. Emanas con tu existencia las ganas de abrazar y no soltarte nunca; de amarte sin miedo a perderte.

No te hablé en la jornada escolar hasta que en el receso me preguntaste una trivialidad, con pena te respondí y me sonreíste con esa paleta de blancos que tanto admiro, dejándome en claro algo:

Nunca debí haber pensado que conocerte en vida real iba a ser un error.



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En el texto hay: amor, amistad, romamce

Editado: 22.04.2019

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