Si algo físico pudiera ser igual de alocado que tú, serían tus calcetas.
Esas largas de patrones irregulares o regulares, con lunares, rayas, figuras geométricas o iconos de comida y animales. Las calcetas eran un espectáculo diario.
Probablemente tengas más de cincuenta pares, hasta cien, pero era gracioso llegar cada día y ver por el dobladillo de tu pantalón colores extravagantes plasmados en esa tela alrededor de tus tobillos.
Tu afición por ellos es igual de grande que tu adoración por la música probablemente, porque parecía en veces que encajaban con tu humor del día.
Son tan loquitas como tu ocurrencia, llenas de creatividad y alegría -aunque digas que no eres alguien alegre- que es agradable esperar día a día por ver el siguiente par.
Igual de agradable que verte otro día más.
Porque si tú no llegas a clases, siento cómo me falta el artista que pinta mi canvas con lunares, formas geométricas, rayas, patrones regulares e irregulares o iconos de comida y animales. Ese artista que conoce los secretos de un canvas aunque este sea de un blanco liso, sabiendo dónde y cuándo pintar qué color.
No es para nada romántico comparar a alguien con calcetas, y no trato de ser romántica, pero es algo que encontrarás mucho por aquí: comparaciones raras como tus calcetas.
Porque cada calceta tiene colores que la definen e historias dentro de tus zapatos.