Luego de esa fiesta y el domingo de cruda, el lunes de clases fue horrible para mí.
Ya no quería besos de parte de aquel chico, no quería abrazos ni algún gesto de su parte. Desde un principio de la relación no sentí la química del beso o los abrazos. En sí nunca me sentí cómoda con él.
No era como tú, no me daba la confianza de ser como soy porque sentía la burla en sus labios de cada descubrimiento de mi persona, sentía el juzgar en su mirada y la crítica ignorante en sus oídos.
Me gustó, pero creo que solo para deshacerme completamente de la idea de seguir sin pareja... ese lunes desistí en ello.
El primer receso lloré porque sentí la traición dibujada en mi aura, mis labios emanaban infidelidad y evitaba besarlo, pero él no era alguien que acepta un no por respuesta y me obligaba a besarlo.
Después de ese receso acudí por la protección que sentía que perdía con cada segundo de tu ausencia. Necesitaba abrazarte para volverme a sentir con seguridad yo misma.
Con él me sentía obligada a cumplir una imágen de novia perfecta y sumisa. Contigo me veo como una compañía libre y amada. Como yo sin ataduras o etiquetas donde tenga que cumplir un régimen.
Así que, aportando al gramo ocho, gracias por ser alguien que me deje crecer a tu lado sin juzgar y con mucho amor.
Gracias por ser la persona que inconscientemente me hizo dar cuenta que aún no estoy lista para correr dentro de una relación amorosa.