Cuenta la leyenda que por allá en los años mil ochocientos una familia de campesinos vivía en aquella casita vieja al límite del pueblo, de niño me encantaba jugar ahí con mis amigos, todo el día explorábamos los rincones del lugar, no obstante tu abuelo me advertía sin parar que no me acercara al pozo que se encontraba en el patio de esa casa.
Nunca entendí el porqué, y aun así no le desobedecí jamás, hace mucho esperaba que me preguntaras sobre aquella vieja casa, pude verlo en tu mirada, pude sentir en ti ese deseo de aventura, de indagar en lo desconocido, tal y como yo a tu edad.
Esa noche fuimos a la casa de los abuelos, mi abuelo estaba sentado en su silla mecedora así que me acerque a él y le pregunte con emoción – abuelo, ¿Qué hay en el pozo? —, a lo cual reacciono no un poco, sino muy molesto y con gritos – Cosas que un niño no debería saber, cosas que volverían loco a cualquiera – luego de eso un silencio se apoderó de la habitación por unos segundos, pero repentinamente y con la mirada perdida entre lágrimas dijo, no perderé a otro hijo por tu curiosidad.
Esas palabras se quedaron en mi mente durante toda la noche, a la mañana siguiente no pude contenerme así que fui rumbo aquella casa ahora abandonada.
Al llegar un frío recorrió mi espalda hasta mi nuca y los vellos de mi cuerpo se erizaron, inspeccione el lugar y cerca de la puerta que daba al patio pude ver una fotografía instantánea, la recogí y al verla me quede paralizado, pues ya había visto esa fotografía antes solo que en esta había dos personas.
Recuerdo que la abuela guardaba en un álbum una foto de mi padre, estaba vestido exactamente igual que la que tenía en mis manos, pero pese a estar en la misma posición podría jurar que no había nadie junto a él.
“No perderé a otro hijo por tu curiosidad” volvieron a mi mente esas palabras, ese debía ser el hermano de mi padre. Guarde la fotografía y salí al patio de la casa donde pude divisar el “temido” pozo, camine hacia ese lugar y pude notar que una gruesa tapa de madera cubría el pozo.
Me dispuse a abrirla, pero debido a su peso solo pude empujarla un poco, tan pronto empuje la tapa un sonido capto mi atención, era un leve murmullo, una voz dulce que susurraba mi nombre, observe a mi alrededor, pero no había nadie, volví la mirada hacia el pozo y sobre la tapa había una niña como seis o siete años.
La niña estaba sentada sobre la tapa del pozo, intente hablar con ella, pero la chiquilla comenzó a contarme una historia — hace poco más de cien años vivía aquí una familia, ellos tenían dos hijos, Robert el mayor y la pequeña Patricia — no sabía quién era esa niña, pero no podía dejar de escucharla.
— Cierto día Robert y Patria jugaban en el patio de su casa, cerca del pozo, Robert fue a buscar unas cosas a su cuarto y Patricia se quedó esperando — Continuo con su relato que a mí se me hacía hipnótico, — Patricia escucho voces que parecían venir del interior del pozo, curiosa se acercó a investigar y fue ahí cuando Robert escucho un fuerte grito, su hermana había caído. —
Al escuchar eso sentí un nudo en mi garganta, alguien murió en ese lugar y supuse que esa era la razón por la cual la familia se había marchado de ahí.
— Pasaron los días y todo el pueblo estaba de luto Robert estaba destrozado, un día incluso dijo escuchar la voz de su hermana, poco después no se supo más de la familia… Interrumpí su relato para preguntarle el porqué me contaba todo esto, a lo que ahora con un tono frío y vacío respondió
—porque tu tío también escucho esas voces al igual que tú y mi hermano Robert.—