23 Historias Cortas de Terror

La nueva condesa

La inmortalidad física siempre ha sido tema de debate e investigación constante, desde hace siglos los alquimistas, hechiceros, chamanes, actualmente los científicos, todos anhelaban alcanzarla.

— ¿Por qué una introducción así, para que la clase de historia? — dijo Alberto con tono de fastidio a Laura quien no dejaba de hablar acerca de la inmortalidad desde hacía meses.

­— Es necesario para que así comprendas el favor que estoy por pedirte — replicó Laura acercándose a Alberto, tomándolo por el cuello de su camisa y lamiendo desde su mentón hasta sus labios terminando aquello con un pequeño mordisco al labio inferior de Alberto y alejándose inmediatamente dejándole ver una sonrisa lasciva.

Un escalofrío recorrió el cuerpo de Alberto quien sin poder resistirse solo asintió con la cabeza —y cuál sería ese favor— cuestionó con voz temblorosa a lo que Laura solo le miró y respondió “en su momento te lo haré saber”

Los días pasaban y Laura cada vez estaba más y más extraña (lo cual era mucho decir, ya que ella se obsesiona con facilidad, cuando algo se le metía en la cabeza no lo dejaba ir), pero esto de la inmortalidad iba más allá.

El día llegó, Laura se acercó a mí y con ese tono y manera de hablar tan sensual que la caracteriza me pidió enamorar a Antonette la chica nueva de la facultad de psicología, al preguntarle por qué haría tal cosa, susurró en mi oído “solo para complacerme” y de nuevo se separó con esa sonrisa.

No le cuestioné y pasadas unas semanas cumplí con su petición, a decir verdad Antonette estaba disfrutando de mi compañía aunque a mí no me hacía mucha ilusión aquella relación, pero seguí adelante por mi amor a Laura.

—Alberto puedo pedirte un pequeño favor— dijo Laura acariciando mi hombro, para luego mirarme con ojos grandes como rogando —mátala, por favor mátala y tráeme su sangre y te lo recompensaré muy bien— agregó besándome suavemente.

Admito que no quería asesinarla, pero Laura había sido mi gran amor imposible desde que me mudé a este pueblo hace 7 años, así que después de pensármelo durante días decidí cumplir con aquella petición.

Luego de tres semanas de noviazgo me armé de coraje e invité a Antonette a venir a mi casa, mis padres no estaban en casa por cuestiones de trabajo y esto crearía la situación perfecta.

Siete y cuatro minutos de la tarde marcaba el reloj cuando Antonette tocó a mi puerta, se veía tan hermosa, llevaba un vestido color esmeralda el cual apenas cubría sus muslos, le invité a pasar y ponerse cómoda así que fuimos al sofá, luego de conversar un rato las cosas comenzaron a subir de tono, caricias, besos apasionados, miradas lascivas y poco a poco nos dejamos llevar.

Pasada poco más de media hora Antonette me pidió ir al baño para refrescarse y ese fue el momento justo para enviarle un mensaje a Laura para que viniese a cumplir su cometido, Antonette había vuelto a la sala y decidimos ver una película.

Suena el timbre y el momento había llegado al fin, abrí la puerta y en efecto era Laura, le invité a pasar y Antonette le recibió con una sonrisa, yo me dirigí a la cocina con la excusa de buscar bebidas para los tres así ellas estarían a solas.

Realmente estaba muy nervioso, daba vueltas alrededor de la cocina cuando escuché un forcejeo, me debatía el salir o no a la sala, pero luego los quejidos cesaron.

Al dirigirme a la sala vi a Antonette en el suelo inerte, con una herida en el cuello de la que fluía la sangre a chorros, vi a Laura quien se encontraba extasiada, con la mirada perdida en un mundo de placer mientras lamía sus dedos a la vez que se frotaba la piel acariciándola lentamente.

Me acerqué a ella y tomó mi brazo, me haló hacia ella y antes de poder articular una palabra me besó apasionadamente para terminar en un acto sexual donde la sangre coloreaba la sala cuál óleo sobre un lienzo en blanco.

Esa madrugada tuve que limpiar aquel desastre y enterrar el cadáver de Antonette, acto que me resultaría complicado, pero que al final pude realizar. Así pasaron los días y en mi cabeza una voz repetía que era un asesino, pero una parte de mí estaba emocionado por la relación que ahora sostenía con Laura.

Una tarde Laura vino a visitarme y lo que más temía se hizo realidad, llegó otra petición de asesinato, esta vez sería la chica de la farmacia del pueblo. En retrospectiva podría jurar que jamás mataría de nuevo, pero lo hice y no una, sino seis veces más, todas y cada una de ellas habiendo terminado en un festival de sangre y sexo, pero hoy será la última vez, el último homicidio que cometeré.

Laura y yo teníamos planeado uno de nuestros “encuentros”, esta vez en una cabaña cerca del lago a las afueras del pueblo, la víctima una chica de 16 años, hija de un panadero. La cita pautada para esa noche a las once y treinta.

La hora llegó, Laura se encontró confundida al verme llegar solo, pero pronto le expliqué que el plan había sido modificado un poco y aunque el resultado sería el mismo se llevaría a cabo de otra manera, ella aceptó aquello, la tomé por la cintura apegándola a mí para luego tomarla por el cuello y a la fuerza hacerle tragar un par de somníferos.

— Albert — fue lo último que dijo.

Ya cansado de su sádico jueguito de “la nueva condesa sangrienta” la arrastré dentro del bosque aledaño al lago, tomé una navaja y rebané su hermoso y largo cuello de lado a lado, en ese momento comenzó a dar arcadas despertando abruptamente y en el momento justo además para escuchar mi monólogo.




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