23 Historias Cortas de Terror

Ni Leonardo y su Gioconda

Luego de meses encerrado en su apartamento intentando crear su obra maestra, Phillip comienza a sentirse ansioso, su mente se pasea entre pinceles y oleos, entre caballetes y lienzos a medio pintar, una pila de trastes y una cama sin hacer, así que decidido a cambiar esta miserable rutina se dirige al bar, tal vez unos tragos y compañía humana logre despejar su mente.

Un trago de Jack Daniel´s y un cigarrillo, así empezaba la noche de Phillip, de pronto a su mente vinieron hermosos paisajes, una cabaña, montañas nevadas, arboles verdes y auroras boreales, su mente viajaba a diferentes mundos cuando fue abruptamente interrumpido por una voz femenina que le pedía un encendedor para su cigarrillo, una pelirroja con vestido negro y guantes blancos, aparentaba unos treinta y tantos, al acercarle el encendedor la mano de Phillip temblaba un poco y la chica solo sonreía, los tragos y la conversación fluían y la noche moría lentamente.

esa mañana Phillip despertó en una habitación diferente y junto a él aquella mujer con la sabana apenas cubriendo su cuerpo desnudo, haciendo volar la mente de Phillip sobre nuevos paisajes, se sentía inspirado, tomó sus cosas y corrió a su apartamento para plasmar todas estas nuevas emociones, pero al cabo de un par de horas solo tenía otra pintura a medias y el sentimiento de que algo faltaba en su vida.

Esa tarde volvió a aquel bar con la esperanza de volver a encontrar aquella inspiración, esta vez una morena de veintitrés años sería su acompañante, tras unas copas y algunos besos se dirigieron al apartamento de Phillip, en el cual las caricias y gemidos lo transportaron de nuevo al lugar de esos hermosos paisajes, un momento de lucidez llegó y Phillip se incorporó, pidiendo a esta hermosa chica que sentara de espaldas a él y le permitiese pintar sobre su espalda.

Tomo el pincel, su paleta, varios acrílicos y comenzó a pintar el más hermoso paisaje que pudiera haber imaginado, pero su pintura de desvanecería con el tiempo, se perdería su arte, se marcharía junto a la chica, como podría Phillip evitar aquella situación, su mente divagaba entre pensamientos tan egoístas y perversas que lo enloquecían. << ¿Y si la secuestrase?, así la tendría sólo para mí y podría admirar eternamente mi arte, pero nadie más podría ver mi pintura, de igual manera se perdería mi obra maestra, ¿y si cortase su piel y la exhibiera cual lienzo?>>.

Phillip no podía permitirse perder su mejor trabajo, así que se abalanzó sobre aquella chica y la estranguló hasta la muerte, tomó un cuchillo de cocina y con sumo cuidado despellejó a quien hacía minutos era su compañera sexual, acto seguido observó los restos de la chica y con el mismo cuchillo se dispuso a tallar nuevos pinceles con sus huesos y sus cabellos, también se abasteció de nuevos y vibrantes pigmentos hechos con la sangre y grasa de la chica, Phillip enmarcó su obra maestra y estaba listo para exhibirla al público, pero no podía mostrar solo una pieza, debía seguir pintando, su mente aún volaba, esa chica ahora era parte de su arte.

Cortó algunos pedazos más de piel e hizo grandes paisajes en ella, pintadas en un hermoso tono carmesí, al poco tiempo una galería ofreció a Phillip exhibir su arte como parte de su nueva colección y las cosas comenzaban a marchar bien, pero luego la fama y la codicia tocaron a su puerta, personas de todo el mundo se maravillaron con sus obras y ofrecían sumas millonarias por ellas.

Phillip necesitaba nuevas creaciones, nuevas pinturas, ahora iba a aquel bar regularmente y las chicas no podían resistirse a pasar una noche con el mejor pintor de la ciudad y esto le facilitaba mucho las cosas, nuevos lienzos, nuevas herramientas para seguir pintando, nuevas obras maestras, cada una única a su mórbida manera.

Con el pasar de los años la fama y el dinero no le eran suficientes, Phillip sentía un vacío que ninguno de sus lienzos humanos podía llenar, el tiempo pasaba y sus pinturas carecían de alma, ahora eran sólo piel pintada, ya nada le complacía, pero una epifanía llegaría, no era la piel ni la sangre lo que hacía que su arte brillara, era el hecho de que en cada obra había una parte de la persona a la que despellejaba, ellas eran parte de su arte y para darle nueva vida a su arte debía ser en él mismo donde plasmara la que realmente sería su mejor trabajo.

Tras beber tres botellas de vodka estaba listo, su borrachera le impedía sentir el roce del cuchillo en su piel mientras la desgarraba, eufórico arrancó sus cabellos y comenzó a pintar, las pinceladas eran erráticas y toscas por su nivel de ebriedad y luego de una hora cayó al suelo inerte, ese sería el final de la carrera y vida de Phillip.

Pasadas un par de días y debido a los fuertes olores que desprendía su apartamento la policía descubrió el cadáver de Phillip y de ocho mujeres que se habían reportado como desaparecidas y en el caballete un lienzo con una pintura en la que se mostraba una especie de ángel con las alas extendidas y a sus pies diez y siete mujeres intentando alcanzarle.

Años más tarde la pintura fue vendida en una subasta por tres punto dos millones de libras a un empresario japonés.

 




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