— Volvemos al sitio habitual — dije al grupo mientras me acomodaba en el tronco frente a la fogata frotando mis manos y sonriendo de forma algo macabra, los chicos reían y se preparaban para lo que venía, así es, otro cuento de fogata…
No muy lejos del pueblo solía haber un huerto, un maizal, en el cual había un espantapájaros horrible, con ropas de granjero y la cabeza de paja, era tan terrorífico que al morir el Sr Dawson sus hijos decidieron abandonar la cosecha.
Cuentan que cada año en los meses de mayo y junio hay misteriosas desapariciones en ese huerto, el año pasado unos chicos se adentraron en la granja Dawson con algunas cervezas y un par de porros de marihuana, tras fumar un poco y beber algunas latas comenzaron a bromear con el espantapájaros bañándolo en cerveza y arrojando las latas.
Todo eran risas hasta que uno de los chicos dijo haber visto como el espantapájaros cambiaba de posición, no prestaron atención y lo atribuyeron a las drogas, así que siguieron bromeando, hasta que escucharon el sonido de la paja crujir, los chicos se asustaron mirándose a las caras y al mismo tiempo todos volvieron la vista hacia el espantapájaros, pero no había nada, solo el poste donde yacía.
Salieron despavoridos corriendo en diferentes direcciones adentrándose en el maizal, de pronto el grito de una de las chicas alertó a todos, frente a ella se encontraba el espantapájaros de pie, la chica estaba paralizada de miedo mientras aquel muñeco levantaba lentamente su brazo derecho para enterrarlo en el pecho de ella quedando el corazón aún palpitante en su mano de paja.
Otro de los chicos corría rápidamente volviendo su mirada para verificar que no le seguían, siguió así un par de minutos hasta impactar con aquel horrible ser, cayó al suelo intentando escapar yendo hacia atrás, pero el espantapájaros caminaba acercándose cada vez más a él, el chico intentó gritar, pero el sonido fue ahogado cuando el espantapájaros abalanzó una guadaña enterrándola en la garganta de aquel pobre chico.
A los otros tres no les fue mejor, una de las chicas fue destripada con la misma guadaña, llenando su estómago con paja y reemplazando su cabeza con una calabaza, a uno de los chicos le cortó los tendones de la parte de atrás de sus pies haciendo que cayera al suelo sin posibilidades de escapar, luego se acercó y envolviendo sus brazos con los de él tiró con fuerzas hasta desprenderlos por completo, por último acorraló al menor de los chicos del grupo y con un movimiento desprendió su cabeza de su torso girándola como si fuese un trompo.
Así cinco de los siete chicos fueron brutalmente asesinados por aquel espantapájaros, uno de los sobrevivientes corría en círculos y pronto volvió al lugar donde todo comenzó, viendo una figura en el poste, suspiró aliviado, pues creyó que todo había sido producto de una especie de paranoia colectiva, acercándose al lugar para esperar a sus amigos, solo para darse cuenta de que el uno de ellos era quien se encontraba empalado en aquel poste vistiendo los andrajos de granjero antes pertenecientes al espantapájaros, con su boca llena de paja y sangre goteando de sus cuencas oculares.
Rápidamente, emprendió la carrera nuevamente intentando escapar hasta llegar a la carretera, donde se encontró a una pareja de turistas quienes lo recogieron y trajeron al pueblo, pasaron unos días y todo transcurría con normalidad, pero un sábado tocaron a la puerta de aquel chico, no solo eso, sino que también escuchó la voz de sus amigos fallecidos llamarle para reunirse un rato, al abrir la puerta para verificar, pero no había nadie, al volver la mirada el espantapájaros se encontraba tras él y eso fue lo último que vio.