Un día antes del encuentro.
Aquellos corazones que están destinados a estar juntos, sus almas siempre buscarán la forma de reencontrarse.
A los amores del pasado que regresan, recuerden que se puede pasar muy rápido de ser el todo de alguien a ser un completo extraño en su vida.
No creo en las coincidencias, pero si la vida te puso en mi camino de nuevo, tómalo como una nueva oportunidad de esta vez no equivocarte.
Atte. Lupita. Por favor no me llames Guadalupe.
Mexicali, Baja California.
Lupita
Mil súplicas le ha pedido al cielo y mil deseos a la luna. Las cosas buenas deberían llegar a la vida de todos, sin embargo, a veces siento como si todo lo malo solo me pasará a mí, como si dios me hubiera elegido a mí como su mejor guerrera, me aferro a la idea de que todo llega a su tiempo y las cosas pasan por algo. Espero que ese “algo” sea una recompensa muy buena porque llevo desde los 17 años sintiéndome así.
Cuando creí que por fin mi vida se comenzaba a estructurar un poco; me había logrado adaptar a Estados Unidos, tenía a Alejandro como mi novio, mi madre había encontrado un trabajo estable, no corríamos ningún riesgo, al menos eso decía mamá y yo lo interpretaba como que no teníamos ningún riesgo financiero.
Todo se desmoronó a pedazos, Alex me cortó y se llevó consigo mi corazón, guardado en los bolsillos de su pantalón, nos mudamos de nuevo a México y volví a ser el bicho raro en la sociedad.
Mamá siempre me repetía: A veces las cosas se tienen que caer a pedazos porque estaban acomodadas en un lugar que no pertenecían, ahora cada pedazo caerá en donde corresponde.
Me decía eso por mi corazón roto, por culpa del estúpido de Alejandro o mejor llamarlo Alex que porque así le gustaba que lo llamarán.
Ahora que ya tengo 22 años, estoy en el último año de la carrera de gastronomía y cuando todo parecía volver a ordenarse en mi vida, de nuevo una ola de adversidades se avecinaba. Incluso cuando mi único propósito, mi única ilusión era la que me motivaba en mis más oscuros días, toda la vida fui y seguiré siendo mi propia esperanza.
Buscaba el éxito, deseaba poder llegar a casa y en la cena familiar decirles: —lo logré, lo hice, lo hice, lo hice, soy la mejor chef de México y Estados Unidos. Sin embargo la vida aún no me concedía ese privilegio.
Llegué a casa, horriblemente cansada, estar todo el día haciendo prácticas de cocina no solo te consumé físicamente, también tenía que luchar psicológicamente para no terminar comiendo todo lo que cocino.
Encontré a mi madre, Alicia, sirviendo la cena y mi hermana llegaba de la oficina, Yareli había estudiado Negocios, por lo que, sus días eran muy estructurados y sobre todo estresantes, todo el día metida en la oficina dando todo de sí, para un empleo que aunque le pagaba el mínimo, ayudaba mucho a los gastos de la casa y más que nada a pagar mis estudios.
El ambiente estaba tranquilo, hasta que mi mamá y yo nos dimos cuenta que Yareli no dejaba de caminar de lado a lado del comedor. Nuestro hogar era pequeño, así que, no había espacio que no hubiera recorrido ya mi hermana en este lapso de tiempo.
—¿Qué pasa?, ¿Por qué tanta paseadera?. —le preguntó mamá, a la par que me volteaba a ver, moviendo su cabeza para saber si yo entendía lo que pasaba, solo encogí mis hombros en señal de que estaba igual que ella, como mi examen de matemáticas, en blanco porque no tenía idea de lo que pasaba en la mente de mi hermana.
—No sé cómo decirles esto. —escuché decir a mi hermana y sentí como mi estómago se revolvió ante las palabras que podría decir.
—Hablando, podría ser. —le respondí sarcásticamente.
—No, mensa, no sé que vayan a pensar. —pasó su mano a su boca para morderse las uñas, demostrando su ansiedad.
—Pensamientos, cosas, palabras, sabes puedo pensar muchas cosas. —la interrumpí.
Nuestra relación era así, sarcástica, algo que para muchos era sangrón o irrespetuoso, para mí era mi manera de demostrarle mi cariño.
Yareli solo volteó los ojos y me pegó un golpe en mi hombro.
—Bueno, ¡ya!. -nos regañó mamá. —Habla que me pones más nerviosa.
—Sii, que tenemos hambre. —añadí.
—Me aceptaron en el corporativo McCartt.
Volteé a ver a mi madre, sorprendida pero también confundida, no entendíamos por que mi hermana estaba preocupada si era algo increíble, era lo que ella siempre quiso.
—¿Y por eso estabas preocupada?.
—No, babas, me tengo que ir a Calexico a vivir. —me gritó, Yareli.
—¿Y?.
—No sé, siento feo dejarlas aquí solas, además por el momento no podré ayudarlas con la casa y sé que necesitan el dinero pero…
—Pero nada. -intervino mamá, sin dejarla decir más o seguir pensando más excusas. --Luchaste tanto por ese trabajo como para que te de miedo intentarlo, nosotras sabremos que hacer aquí, además Lupita puede trabajar conmigo en la estética.
<<No, todo menos eso, no sé qué odiaba más, si trabajar en la estética de la Plaza Cachanilla, lleno de ruido, personas y señoras que no dejan de decirme que sus nietos eran muy guapos y grandes prospectos para mí o el simple hecho de trabajar. >>
—Yo, trabajar allí, no, eso no va a pasar.. —alegué sin pensar en que estaba siendo egoísta, solo no quería volver a ese lugar.
—Es eso o trabajas con Julián. —me indicó soberbiamente mi mamá.
Una variante nueva, mamá se atrevió a hablar de Don Julián, aunque no le gustaba reconocerlo, nosotros sabíamos que tenía contacto con él.
Y ella conocía perfectamente las razones porque yo respondería que no. No quería volver a ver a Alex, había pasado mucho tiempo y a él nunca le importó, sumándole que sería muy cansado estar cruzando diario a Estados Unidos para trabajar.
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Editado: 20.11.2024