24 días para enamorarme

Capítulo 4. El amor del pasado surge de las cenizas que quedaron.

No entiendo al corazón. Simplemente nunca lo hice. Te rompiste en mil pedazos, te destrozaste tanto que terminaste matando mi ilusión.

Yo solita me arreglé, tomé cada pedazo de él y lo pegue con sangre, sudor y lágrimas. Ahora mis acciones irían en relación a lo que mi razón consideraba.

Las palabras fueron consumidas por el amor que nunca se terminó de extinguir. Mi corazón volvió a tomar el primer lugar en la carrera y la razón perdió esta batalla.

No me falles corazón, que esta vez ya no te podré reparar.

Atte. Lu… Mi apodo favorito. Solo él me llama así.

Lupita

Tan rápido como llegué a mi casa, me comencé a quitar todo lo que traía puesto: mi chamarra, mi suéter, mis pulseras, mis aretes, mis zapatos. Me sentía ahogada, todo me hacía sentir incómoda, estaba abrumada por lo que pasó con el encuentro de Alex.

Corrí tan rápido como pude para meterme en la regadera, quería que el agua limpiará mis pensamientos más oscuros y mis deseos más impuros. Verlo de nuevo removió sentimientos en mí que juré sepultar por el resto de mi vida.

Cerré por un momento mis ojos, el agua caía en mi cara y por mi mente pasaban recuerdos de lo que había sido mi adolescencia a su lado.

El golpe de la puerta del baño hizo que realizará a mi confusa realidad.

—Tonta, me asústate. —le grité a Yareli.

—Tranquila, las únicas que sabemos cómo abrir la puerta del baño, somos mamá y yo.

—Aún así, no te esperaba. Que tal si...

—Que tal si, si era un maleante que te quería hacer algo malo. —me interrumpió, burlándose de mí.

—Peor...

—Que tal si era Alex queriéndose bañar contigo. —me volvió a interrumpir.

—!Yareli!. —la regañé por decir tal estupidez, a la par que le aventaba agua.

—Ya, ya, es broma. Mejor cuéntame como te fue.

Fue horrible y a la misma vez increíble, volver a oler su perfume, sentir sus brazos musculosos cercas de mí y sentir sus manos varoniles sobre mi cara y espalda. Había sido lindo, aunque, admito que nunca olvidé nada de eso y mucho menos como me besaba, hubiera sido bueno que me refrescará la memoria. Pensé, porque no se lo confesaría.

—Entonces, no te quedes callada, cuéntame cada detalle, cada sentimiento, cada segundo. —proponía Yareli mientras se subía al lavabo y se ponía cómoda para escuchar los detalles.

—Prefiero terminar de bañarme y luego te cuento, ¿si?.

No del todo de acuerdo y un poco molesta, mi hermana accedió y se bajó del lavabo para irse.

—Está bien, te veo en el comedor para cenar. —me dijo antes de cerrar la puerta.

No sé porqué me sorprendí cuando la miré sentada en el comedor, impaciente me hizo una seña para que me sentará y por alguna razón me sentí como una niña que acababa de tener su primera cita. Emocionada y aterrada al mismo tiempo. Con mil dudas y mil miedos, pero con una nueva ilusión: Alejandro.

Suspiré y me preparé mentalmente para contarle mi gran aventura.

—Ya voy, ya voy. -presionándome con sus ojos, sentía como mi hermana me juzgaba, sin decirme nada, solo esperaba que yo soltará toda la sopa. --Llegué muy nerviosa a La Posada, no sabía que mamá ya le había dicho a él que yo iría.

—Mamá habló con Julián, no con Alex. —me corrigió.

—Tal vez, por eso puso la cara de bobo cuando me vio entrar al lugar, no me esperaba.

Me encantaría decir que él había puesto esa cara porque ya no éramos unos niños, ambos habíamos cambiado físicamente y eso quería decir que le había despertado un interés. Ahora creo que era porque no se esperaba mi visita.

—Lo vi normal, recargado en la barra del bar, escribiendo.

Aunque solo se veía del torso hacia arriba, mi ojos se fueron directo a admirar sus brazos fornidos, hasta que mi conciencia me recordó lo obvia que estaba siendo y que todos me podían ver.

—Llegue hasta donde él estaba y no te voy a negar que exageré un poco mi caminata, para que mis caderas y mis pasos se vieran seguros y con suerte lo intimidaba.

Realmente caminaba así porque deseaba que me notará. Mi hermana permanecía en silencio poniendo toda su atención en mí y yo sentía como si pudiera leer mi mente, así que, controlé mis pensamientos inapropiados.

—Me paré frente a él y lo vi directamente a los ojos. No logré decir nada más por un momento. Sus ojos tenían esa mirada fuerte y tierna al mismo tiempo, y él no hablaba, solo me miraba de pies a cabeza. Hasta que dio vuelta a la barra y se paró justo delante de mí. Me quedé sin aire y mi cerebro no reaccionaba. Ha cambiado tanto, ya no es el mismo muchacho escuálido con rasgos suaves, es todo un hombre.

—¿Y qué le dijiste después?.—preguntaba, apurándome para que le diera más información.

—Le pregunté: ¿Entonces, tú eres Alejandro? y él solo se rio. Al mismo tiempo que volví a hablar y le dije: como no me di cuenta, cuando era obvio que me había dado cuenta. Soberbiamente me respondió: Tal vez porque ya no soy un niño. Créeme Yareli era más que evidente que ya no es un niño.

—Si, ya lo vi y está !Ufff!. Justo tu tipo, guapo, con algo de barba, se peina lindo, huele increíble, tiene un cuerpazo. Aparte es alto y eso le da un plus.

Mi hermana puntuaba cada una de las características físicas que tanto destacaban de Alejandro y que tanto me encantaban. Hasta que la interrumpí, para no darle mas oportunidad a mi mente de crear escenarios a su lado.

—Eso no ayuda y no es relevante. No es importante. Tomó un paso más cerca de mí y literal nos separaba una silla, luego me dijo: Creo que nuestros padres esperan que seamos amigos.

—Espera, adivino, mamá y Julián los estaban espiando desde lejos.

—Estaban escondidos, vigilándonos.—expliqué volteando mis ojos.

Mi hermana solo se burló de mí y de mis grandes aventuras.




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