24 días para enamorarme

Capítulo 8. Siempre tienes que pelear.

Cambiar para bien es complicado, pero siempre existen personas que te motivan a serlo.

Sé que es un gran reto hacerte ver que tengo las mejores intenciones contigo, prometo que las tengo y que siempre las tuve.

No cambié, sigo siendo el mismo. El mismo tonto enamorado que haría todo por ti y sé que en su respectivo momento lo entenderás.

Atte. Alex

Alejandro

Me escapé de la oficina, estaba harto de tanto papeleo, facturas, impuestos y todo lo que tuviera números me estaba volviendo loco.

Si veía un número más iba a vomitar del enfado.

Me dispuse a ir a la cocina a hacer mi actividad favorita: verla.

Cuando llegué a la puerta de atrás que daba acceso al lugar, me quedé observándola mientras ella estaba preparando algo. No lograba descifrar que era, pues no era ninguna mezcla que se me hiciera familiar.

El horno estaba encendido, cosa rara, ya que, desde que doña Mary renunció nosotros comprábamos todo lo relación con ello ya manufacturado.

Estaba horneando y mi hermana no la perdía de vista. No la juzgo, Lu es digna de admirar, no solo por su belleza y esa aura hermosa que brinda con una sola mirada. Su dedicación y concentración la volvían mil veces más atractiva de lo que ya era.

Sin decir absolutamente una sola palabra, me encontraba solo mirándola, tratando de tomar miles de fotos mentales, grabando su cara, su cuerpo, sus movimientos y todo lo que hacía.

—Dah, si sabes que para eso existen los celulares. me dijo mi conciencia.

—No sería irrespetuoso. me respondí mentalmente.

Y espiarla, ¿no lo es?.

Lo dude por un segundo. Ay, qué importa si se enoja, simplemente le diré que borré la foto.

Silenciosamente, le tomé una fotografía, una donde estaba concentrada explicándole a Noemy.

Era perfecta y la foto también.

Podías notar su pasión por la cocina y su gran corazón al tratar de que mi hermana entendiera algo.

Mi conciencia me reprendió, una por dejarla ir aquella vez y dos por estar como un pervertido viéndola, así que decidí volver a mi oficina.

Más tarde, otra vez hartó de tanto número, regresé a la cocina. Para sorpresa mía, ella ya no estaba cocinando, estaba lavando platos.

Faltaban unos minutos para cerrar y la señorita caprichosa estaba muy enfocada en terminar de lavar las pilas de platos y vasos sucios. Ella bailaba con sus audífonos puestos a todo volumen, en mi interior me preocupaba que se quedará sorda.

Me animé y ahora sí me acerqué.

Le quité un audífono y le susurré al oído: —No sabía que la princesa además de fregarme todo el día, también sabía fregar platos.

Sus ojos se voltearon y se dio la vuelta para quedar cara a cara.

—La mitad de mi carrera ha sido lavar platos y utensilios.

—Ya vamos a cerrar, deja eso para mañana. —le ordené

—No puedo, el señor Juan se enojará si no termino.

Estaba tan cerca de ella, que podía oler su dulce perfume, combinado con los olores de la harina, la vainilla y el chocolate. Suena feo, pero no me disgustaba en lo absoluto.

—No se enojará. —le comenté mientras acomodaba un mechón de su cabello que estaba despeinado.

Note cómo se tensó y rápidamente se volteó para darme la espalda.<<no fue su mejor idea>>.

Volvió a su tarea y yo la sujeté de la cintura, jalándola hacia mí.

Cuando menos lo pensé con la llave del agua me empapó toda mi camisa haciendo que me hiciera para atrás deshaciendo mi agarre.

—Basta, no tienes esas libertades, Alex. —me reprendió, se notaba enojada y nerviosa al mismo tiempo.

—Ya, perdón.

—Ahora me tendrás que ayudar a lavar los platos. —me ordenó autoritariamente.

—Pero, tú me mojaste.

—Tú me agarraste de la cintura. Estamos a mano.

Me quité la camisa y me puse a su lado para ayudarla. Cuando me percaté que no quitaba sus ojos de mi, en venganza tomé la llave del agua y la mojé.

—No me andes viendo sin camisa.

Ella muy ofendida me respondió: —Si crees que me quitaré la blusa estás muy equivocado.

—Fuck, mi plan falló. —bromeé

Le quité el audífono y me lo puse para concentrarme mejor y lavar más rápido. ¿Quién escucha reggaetón mientras lava platos?. Obvio la niña rara esta.

—Tú hermana me pidió ayuda para hacer un chocoflan. —percibí apenas su voz entre el volumen alto que estaban los audífonos, así que, me lo quité y lo puse en la bolsa trasera de su pantalón, donde me percaté que puso mi nota.

—Es el favorito de papá, pero solo lo come en eventos especiales o cuando es el aniversario luctuoso de mamá y no es ninguna de esas dos.

—Noemy mencionó que.. que estaba un poco raro.

—¿Raro?, ¿en qué aspecto?.

—No lo sé, mamá también ha estado rara estos días. —mencionó mientras se volteaba y ponía sus brazos sobre el lavabo.

Yo hice lo mismo al tiempo que me secaba las manos con un trapo.

—No sé, la verdad, he estado ocupado con cosas más importantes. —le expliqué dedicándole una mirada coqueta.

—Me preocupa, mamá dijo que era por lo de Yareli y su mudanza, pero siento que hay algo más.

Le extendí el trapo para que ella también se secará y el silencio se instauró entre nosotros.

Me hizo pensar, ojalá no sea lo que creo que es, ¿y si su padre volvió?, ¿y si no está a salvo?, ¿estoy reaccionando exageradamente?.

La tomé de las manos y le prometí: —Voy a averiguar qué pasa.

—Yo igual. —me retó

—Vamos te llevo a casa. —anuncié, poniéndome mi camisa, que ya no estaba mojada solo húmeda.

—No puedo salir con extraños. —respondió sarcásticamente

—No soy extraño, soy tu novio falso y además tu jefe.

—Deberías prohibir las relaciones entre empleados.




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