24 días para enamorarme

Capítulo 11. Regalamos ricos buñuelos.

04 de diciembre

Día 4

Ojalá pudiera guardarte en mi corazón, así no tendría que decirte adiós.

Sin embargo, sé que no puedo, porque no me perteneces y no hablo de ti como si fueras una propiedad, quiero decir que, aunque tu alma me pertenece, estoy consciente que tu corazón está herido y no me dejará entrar tan fácil.

No me gustaba despedirme de ti porque la incertidumbre o la incógnita de no volverte a ver me carcome la mente.

Mi corazón está listo y reservado para ti, solo necesito que el tuyo acepte este amor.

Atte. Alejandro.

Lupita

A solo días de salir de vacaciones, las clases en la escuela se tornaban cada vez más cansadas y estresantes.

Mamá no habló conmigo después de su supuesto regaño, únicamente se limitaba a dirigirme la palabra cuando necesitaba de mí en el trabajo. La mayoría del tiempo intentaba ignorarme. Así que, me uní a su juego, si quería hacerme la ley del hielo, yo se lo devolvería de la misma manera.

<<No estoy admitiendo esto, tal vez, tal vez, mi motivación del día era volver a tener entre mis brazos a Alejandro. >>

Hoy dejé que pusiera la música que él quería, ya que, no tenía tantas ganas de pelear por ello. Solo me bastaba el aroma de su perfume para calmar mi estrés.

Mi mente podía estar vagando, pero el dolor de mis manos de tanto amasar y preparar los postres navideños, me aterrizaban a la tierra.

Tenía muy claro en mi cerebro las batallas que elegía pelear. Podía soportar todo en esta vida, específicamente algo que me gustará hacer. Y realmente me encantaba cocinar, crear, amasar y decorar, sin embargo, mi mayor enemigo en el mundo de la cocina era hacer los diversos tipos de buñuelos, porque sí, cada parte de México tiene su manera de hacerlos.

Hilarantemente por más que amará cocinar, odiaba tener la sensación del aceite saltando sobre mi piel, además de que para mí los buñuelos solo sabían a azúcar.

En fin, la creación de estas pequeñas pesadillas iban a ser parte de mi penúltimo examen de la carrera, por lo que, debía soportarlo.

—Que la señora regañona esté tan callada, sin pelear y tan quieta me preocupa. —emitió de su linda pero enfadosa boca, Alejandro.

Yo estaba en la barra de bebidas, porque el señor Juan me había mandado por unos utensilios que había olvidado allí.

—Para tu buena suerte, no me tienes que soportar, ya me voy.

—¿A donde tan apurada?, preciosa. —me detuvo poniendo su mano en mi cintura.

Le di un manotazo para que me soltará y él solo se quejó, sobándose su mano como si le hubiera dolido mucho al dramático.

Quisiera admitir que estar cerca de él no causaba nada en mí, pero estaría mintiendo. El tacto de sus manos y la calidez que emite su cuerpo al estar a mi lado genera sensaciones inexplicables en mi cuerpo y mi corazón.

—Voy a terminar mi turno para irme a casa a prepararme mentalmente para mi examen.

—!Uy que difícil!, te van a reprobar si no picas bien las verduras. —enunció burlonamente, intentando hacerme enfadar.

Estoy casi segura que le encantaba verme enojar o al menos disfrutaba del proceso de molestarme.

-—No, pero si puedo reprobar si se me queman los buñuelos y si te soy sincera detesto con todas mis fuerzas hacerlos. No me gusta ni su sabor. —admití un poco avergonzada.

—Y nosotros los acabamos de poner en el menú. Que mala suerte.

Dio un paso para acercarse aún más y yo retrocedí muy poco, solo para hacerle entender que no era correcto estar tan cerca. Sin embargo, no me separé lo suficiente, ya que, me agradaba su cercanía.

—Lo sé y el señor Juan no deja que alguien más los haga. -di un suspiro de resignación y me fui dándole una palmada en su pecho-. Me voy a cocinar.

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Alejandro

Al inicio las intenciones eran ayudarla a que pudiera practicar para su examen. Después consideré que no solo la ayudaría, sino que también podría hacerla enfadar y molestarla un poco. Solo un poco, sumándole que cuando estaba cansada, no era tan peleonera y bajaba su guardia de ser tan exigente y estricta con lo nuestro.

Llamé a Noemy, ya que, ella es la encargada de los letreros y la publicidad del restaurante. Y le pedí que hiciera un letrero:

Especialidad del día: Los buñuelos. No te quedes sin los tuyos.

Como regalo entre paisanos. Los buñuelos son gratis en la compra de tu comida.

Mi risa de maldad fue descubierta por mi hermana, preguntándome: —¿Por qué tanta amabilidad como para andar regalando comida?.

—Porque Lu odia hacer buñuelos. Una pequeña travesura para mi linda novia falsa.

—Alex, se va a enojar. —me advirtió, Noemy.

—Lo sé, también le quiero ayudar porque se acerca su examen y tiene que practicar. —confesé un poco preocupado por mi novia.

-—Que rara manera de conquistarla.

Encogí mis hombros y me fui directo a mi oficina.

Mi sentimiento de paz y tranquilidad duró tan poco, al recordar que había olvidado por completo las diversas diligencias pendientes que debía hacer, por estar concentrado con la señorita perfecta.

Salí de inmediato de la oficina con la esperanza de que mi padre no se diera cuenta de mis distracciones.

<<La distracción más bella, altanera, soberbia, linda, buenrostro, excelente figura, enfadosa, orgullosa, terca, enana, renegona, que he tenido la fortuna de tener, haciéndose llamar Lupita y dándome el privilegio de en un futuro usar mi apellido.>>

En mi camino de vuelta a La posada, decidí que era una buena idea llevarle rosas rojas. Con la incógnita de si ella ya estaba enterada que había sido yo el que estaba regalando buñuelos, tenía el miedo de enfrentarla, casi seguro de que me iba a colgar de los.. me iba a colgar.




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