Parte 1
05 de Diciembre
Día 5
Gracias por soltarme, por obligarme a irme. Yo no podía hacerle eso a mi corazón.
No estaba lista para irme de tu lado, tú mejor que nadie sabía que tenía que hacerlo.
Me iba para volver y darme cuenta que este amor nunca murió. Gracias por guardarlo hasta que nuestras almas se pudieran reencontrar.
Atte. Lu.
Lupita
Nunca he sido segura de mi misma, no por la forma de mi cuerpo, el aspecto de mi cara o por algo que tenga que ver con mi físico.
Porque a solas, existen veces que hasta yo misma me doy envidia de lo segura, sexy y fascinante que soy. Cuando me visto y arregló, cuando pongo música que eleva mi energía, cuando camino y creo mundos en mi cabeza donde yo soy la protagonista, cuando veo mi reflejo en el espejo, soy yo y cuando soy yo me encanta serlo.
El problema radica en que no me siento segura cuando los demás me ven. En el momento en que una persona, sea quien sea, posa sus ojos sobre mí, la inseguridad, el miedo y la vergüenza llegan a mi perspectiva. Un sentimiento de tristeza me rodea al creer que les incomoda verme, que les disgusta lo que ven en mí.
En algunas ocasiones me llegó a disfrazar, solo para poder esconderme. He logrado lidiar con esto toda mi vida, así que, como hay días buenos también existen los días malos.
Hoy me gustaría creer que lo había superado. Por desgracia mi sentimiento de logro duró poco.
Me puse un vestido corto, ya que, no tenía clases y no era necesario usar mi uniforme. Me miré en el espejo y vi reflejada a mi yo insegura, a esa que no le gusta más que usar ropa holgada y prefiere separarse del mundo para estar oculta.
Nuevamente no era si mi cuerpo se veía bien o mal en el vestido. Era lo que las otras personas podrían juzgar de mí. Al mismo tiempo odiaba sentirme así.
Detestaba la idea de darle el valor suficiente a los demás. Tanto que sus opiniones me afectaban, sin embargo, no hacía nada para cambiarlo.
¿Si ya no me importaba lo que los otros pensarían, por qué estaba tan preocupada por ello?.
Con la mirada fija en mi reflejo del espejo, empuñé mis manos, como si eso bastará para darme fuerzas.
Me quedé con el vestido puesto. Aún con mil dudas en mi mente y miles de comentarios negativos que pasaban por ella. Dije: BASTA.
—Te ves increíble y nada de lo que piensen los demás es importante. -me repetí-. Lo importante aquí, eres tú.
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Le había avisado a Alejandro que yo iría sola al restaurante, por lo que, desde la mañana no lo había visto. Y si, me moría por ver su estúpida y hermosa cara.
—Hola, Noemy. —la saludé amablemente esperando que ella hiciera lo mismo.
—Alejandro se tomó el día, si es lo que estás buscando. —comentó con notas de enojo e indiferencia en su voz.
Me fui directo a la cocina, con la esperanza de recibir un mejor trato de los demás empleados. Durante mi transcurso las meseras se pasaban de largo al verme y los empleados de limpieza me dedicaban caras extrañas como de disgusto. Mi ilusión de tener un día tranquilo se había acabado con cada señal de rechazo de las personas en el restaurante.
De última podía tener esas platicas sin sentido con el señor Juan.
—Hola, señor Juan.
—Ya deberías haber terminado de hacer el guacamole. —me regañó, otro que también estaba enojado.
Ignoré aquel intento de regaño y me coloqué los audífonos para poder sobrellevar el estrés que se sentía en ese restaurante.
Duré aproximadamente 2 horas haciendo guacamole y no había rastro de Alex o de alguien más que no fuera una persona enojada o que me quisiera regañarme por algo.
Al alzar mi rostro noté a Don Julián a lado de mí. Con sus hombros tensos y sus ojos cansados.
—Lupita, ve a la oficina y me traes el folder del escritorio. -me ordenó-. Es uno verde.
Yo asentí y realicé lo que me había dicho.
Abrí aquella puerta con la ilusión de encontrarme al hombre sentado haciendo sus cosas de empresario, pero no tampoco estaba allí.
<<¿Qué estaba pasando?, todos estaban raros y Alex no había venido a molestarme. Extraño lo enfadoso que puede ser.
Cielos, estaba empezando a depender emocionalmente de Alex, otra vez.>>
—Aquí tiene, Don Julián. ¿Usted sabe dónde está Alex?. —pregunté un poco avergonzada.
—Arreglando algo del restaurante seguramente.
Me armé de valor, ya había sido valiente para usar este vestido el día de hoy, también podía serlo para confrontarlo y descubrir si sabía algo de mi madre. La cual seguía sin hablarme.
—Don Julián, ¿usted confía en mí?.
—Por supuesto que sí, ¿por qué no confiaría?.
Me tomó un segundo animarme de verdad a contar lo que sentía con respecto a mi madre. Sujeté los costados de mi suéter y crucé mis brazos a la par que respiraba profundo para intentar ocultar mi nerviosismo.
—Porque mi mamá no lo hace y pensé que usted tampoco lo haría. —pasé mi mirada al suelo, me dolía admitir que sentía el desprecio de mi mamá y su desconfianza me hacía dudar de nuestra relación.
—Esos problemas los debes de hablar con tu madre. Ya veo a donde quieres llegar y créeme que por más que desee hablar de ese tema, no me es posible.
Suspiré resignada, pues en parte lo entendía. Don Julián colocó sus manos sobre mis hombros para darme ánimos.
—Ese es el problema: no habla conmigo, nunca lo ha hecho y ya no sé qué hacer.
Una lágrima recorrió mi mejilla e inmediatamente la limpié. No quería lucir vulnerable frente a nadie más.
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Editado: 20.11.2024