07 de diciembre
Día 7
Éramos muy jóvenes para entender la fotografía. Una que mamá nos había tomado en el cumpleaños de Lupita, tenía tanto miedo a que me rechazará que tardé más de 5 años en pedirle que fuera mi novia.
Aquella tarde, sin esperarlo solo pudimos sentir el flash cegante de la vieja cámara de mi madre. El día de su partida me entregó la foto impresa y me pidió de todo corazón que fuera valiente, que lo hiciera.
El amor es un sentimiento que no muchas veces es correspondido, pero cuando lo es, termina siendo la mejor sensación del mundo.
Las fotos enmarcan los recuerdos del alma. Muchas veces los ojos olvidan, pero el corazón no. Basta con mirar ese recuerdo para volver amar. Fueron las últimas palabras de aquella mujer tan inteligente: Mi madre.
Atte. Alex
Lupita
A pesar de todo disfruté mucho la noche. Disfruté bailar con él. Disfruté el roce de nuestros labios, su musculatura abrazándome y guiándome en la pista, y sus pequeñas caricias en mi cuerpo.
Lo que no sale de mi cabeza fue la forma en que me pidió que no fingiera, la súplica de ser todo, de hacerlo real.
<<Nunca he fingido nada, todo lo que siento por ti te lo he expresado, pero no lo he aceptado, ¿Será momento de hacer este sentimiento una propuesta real?, ¿Será que estamos destinados a estar juntos y yo solo estoy retrasándolo?, ¿Será que tengo miedo?>>
Tuve la misma sensación de temor al recordar su nerviosísimo cuando terminó nuestra relación. No podía permitir que otra vez sucediera, no quería que los sucesos se repitieran.
Puede que me esté ilusionando en vano y acepto que no quiero perderlo. Tengo que decirle que dejemos de fingir y que hagamos este deseo realidad.
Si vamos tú puedes. Tú puedes, dile, solo dilo. Me apoyó por primera vez mi consciencia.
Me deslicé de la cama de Noemy, intentando ser muy cuidadosa para poder ir hasta la habitación de Alejandro y confesarle lo que sentía.
Casi lograba salir de las cobijas cuando me detuvo.
—¿Tan mal estuvo la fiesta anoche?. —preguntó Noemy, sujetando mi brazo.
—Estuvo.. bien.. creo.. confuso.. bonito.. raro.. no sé. —no podía formular ni siquiera una oración, estaba nerviosa por lo que había pasado ayer y por lo que mi corazón dictaba que hiciera hoy.
—Wow, tan así estuvo que ni siquiera una frase completa puedes decir.
Tomé un poco de aire para aminorar mis nervios.
—Hubo sus momentos únicos. —confesé.
Me sumergí en los recuerdos de mi memoria y en las sensaciones que había tenido, los escalofríos, las manos de él rodeando mi cintura, mis manos sobre su pecho y nuestros labios tocándose.
—Vamos a desayunar. —me propuso Noemy al verme pérdida en los estragos de mi memoria.
Saliendo de mi ilusión, solo asentí con mi cabeza y me paré de la cama.
Al pasar por su habitación, mis ojos buscaron por cada pequeño rincón a aquel hombre. Alejandro no estaba y mi sorpresa fue verlo haciendo el desayuno.
Me quedé anonadada, observándolo en silencio por un segundo, Alejandro usaba una camisa blanca de tirantes que dejaba al descubierto sus brazos trabajados y su cabello estaba despeinado, lo hacía ver relajado más no desalineado.
Me puedo acostumbrar a tener esa bella imagen todas las mañanas. Me encantaría despertar así.
El olor a pan tostado/quemado me hizo volver a mi realidad.
—No sabía que le gustaría desayunar a la princesa, así que hice de todo un poco. —me dijo mientras sacaba un plato para dármelo.
Intenté decir algo pero Noemy me interrumpió.
— ¿Y para tu hermana favorita no hay?, ¿ O solo a tu novia le hiciste desayuno?. —inquirió con rasgos celosos.
—Es el beneficio de tener un novio que no solo es guapo también sabe cocinar. —me atreví a decir, a pesar de lo avergonzada y deleitada que estaba.
Si, como lo leyeron dije novio, solo novio, no novio falso, no novio fingido.
—¿Novio?. —preguntó Alex, con sus ojos apunto de salirse.
—¿Novio?. —lo apoyó Noemy
—Si, mi novio. -di unos pasos, me coloqué a lado de Alejandro y me agarré de su brazo para susurrarle al oído: —El trato sigue en pie.
Mi valentía de decir todos mis sentimientos no fue suficiente en el momento, no pude decirlo, porque tal vez todo lo que pasó ayer había sido por algo, su súplica podía tener una razón y eso debía averiguarlo.
Nos fuimos todos juntos al restaurante. Mi madre aún no había llegado y el señor Julián tampoco.
Era sábado así que el día de hoy podía hacer el turno de la mañana e irme temprano, estaba muy cansada de todo lo de ayer, era perfecto irme sola sin ningún rastro de Alex, sin ninguna tentación.
—¿Por qué estás tan triste?. —emitió el señor Juan.
—No, no estoy triste, solo estoy pensando.
—Raro que tú pienses.
Ey, ya nos llevamos así, me hice la ofendida con sus palabras, aunque sabía que estaba bromeando o al menos eso esperaba.
—Ja, lo sé. —admití.
—¿Ese pensamiento involucra a Alex o por qué no has dejado de verlo en todo este tiempo?. Además que la señorita que todo el día está escuchando música Pop ahorita no tenga sus audífonos puestos, me preocupa.
Al escuchar sus palabras caí en cuenta, era verdad, no había apartado la vista de Alejandro. Solo quería leer sus movimientos, intentar entender lo que pensaba y el hombre era una obra de arte digna de admirar.
Estaba confundida, sí, deseaba salir corriendo y decirle todo lo que mi corazón sentía, pero mi intuición me detuvo. Y yo no me equivoco con eso.
Al ver que no había respuesta de mi parte. El señor Juan puso su mano en mi hombro y volví a la realidad.
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Editado: 20.11.2024