24 días para enamorarme

Capítulo 20. Mi santo

12 de Diciembre

Día 12

Es más fácil siempre estar decepcionado de la vida, así esta misma no tendrá la oportunidad de hacerlo. Siempre estar preparado para lo peor, es una manera en la que te puedes sorprender, si la mejor de las opciones es la sucede. Y si sucede lo peor ya lo veías venir.

Impresionante como era mi manera de pensar al respecto de lo que podía pasar. Mi mente negativa en el día, me llevaba a estar deprimida en la noche.

Olvidé aquello que tanto me repetía. Los días con Alejandro cegaron mi negatividad y aún así terminé decepcionada y desilusionada.

La ecuación era simple: Al esperar lo peor, ya nada me podría decepcionar. Solo que no contemplé la variable Alejandro. El resultado cambió, los primeros días dieron el mejor resultado, sin embargo, últimamente estuve en lo correcto.

Ahora la incógnita era: ¿Cómo terminará esto en los últimos 12 días que nos restaban juntos?.

Atte. Lu… Lupita.

Lupita

Feliz día virgencita de Guadalupe.

Las opiniones acerca de las imágenes religiosas varían dependiendo de las personas. Nunca he sido una persona que le gusta entrar en esos temas, simplemente desde que nací, la imagen y la perspectiva de respetar a una mujer, se me fue inculcada como una de las razones por las que logré seguir en este mundo.

—Feliz día. -me abrazó mi madre, mientras me daba un beso en la mejilla-. Vamos a ir a la catedral en la tarde. —me informó.

Cosa que ya sabía, debido a que, la tradición de cada año: es ir y dejar un ramo de rosas.

—Me parece muy bien. Allá te veo.

Me despedí de mi mamá y me fui directo a trabajar.

El día era especial para mi, sin tener contexto absoluto, sé que es importante. Cuando era pequeña la virgencita me salvó la vida. Mi mamá me contó que rezó por varios días para que me salvará y como una forma de honrarla me puso su nombre.

No esperaba regalos por ser mi santo, solo quería tranquilidad. El día de hoy, yo no era relevante ni la imagen como tal. Lo importante era lo que representaba el día para nosotras: Era vida, esperanza, templanza y milagros. Un pequeño recordatorio de que todo estaría bien.

Las cosas estaban raras con Alex, pero hoy decidí ignorar nuestros problemitas y me dejé consentir. En especial después de leer su nota:

Te dejo un pequeño obsequio por tu santo. Agradezco cada día por tener la suerte de poder celebrar días especiales a tu lado. Cada día es importante si tú estás conmigo, pero hoy también celebramos la esperanza y la ilusión de tenerte con nosotros.

Feliz día, preciosa. Que de santa no tiene nada.

Permanecí con una sonrisa, incrédula, mirando fijamente el ramo de rosas rojas sobre mi mesa de trabajo. Rosas rojas las únicas que sabe perfectamente que son las que acepto.

Su perfume me hizo notar que me estaba observando silenciosamente. Sin decir nada, solo disfruté de la situación y de la sensación de serenidad.

—Gracias. —mis mejillas se sonrojaron y no podía dejar de sonreír.

Movió su cabeza de arriba abajo, a lo que imaginaba era una manera de devolver el agradecimiento. Hasta que su mirada pícara me confirmó que me examinaba de pies a cabeza.

—¿Me vas a acompañar a dejarlas a la catedral?. —me animé a romper el silencio que se instauraba entre nosotros y nuestro concurso de miradas.

—¿Me estás invitando a una cita con ese pretexto?. Señorita, no es necesario que utilices a la virgencita para admitir que quieres salir conmigo.

Abrí mi boca sorprendida y puse mi mano sobre mi pecho aumentando mi dramatismo.

—¿Vas a ir, si o no?.

—Ah claro, creí que no había duda de que iría.

Puse mis ojos en blanco y cabeceé.

—Eres muy complicado, Alejandro. Me alegró que aceptarás porque tú me vas a llevar. Además está la feria y me gustaría ir a pasear un rato. ¿Qué opinas?

—Que estas demasiado obsesionada conmigo y quieres estar todo el tiempo a mi lado.

Entre cerré mis ojos y no dije nada ante sus tonterías.

—Ya, es evidente que quiero ir. Si es contigo, siempre quiero ir.

—Ya, cursi. —le dije a la par que le daba un leve golpe con mi mano.

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—Primero vamos a ir a la misa y después se van a la feria, entendieron. —nos ordenó mamá.

Alex y yo afirmamos, y nos sentamos el uno al lado del otro dentro de la iglesia. Por momentos podía sentir la mano de Alejandro apretando la mía y con su hombro me daba pequeños golpes para hacer notar su presencia.

Le dedicaba miradas cortas, solo, por el hecho de disfrutar ver su rostro. Me sonrojé y me emocioné al pensar que estábamos juntos y no solo físicamente. Estábamos conectados, esperé por tanto tiempo este momento, que había olvidado disfrutar estar a su lado.

Me molestó un poco cuando quitó su mano de la mía y comenzó a mover su pierna derecha, como si estuviera nervioso. Algo iba a hacer, lo conocía y esas miradas de reojo eran porque planeaba hacer algo.

Lo ignoré por un segundo hasta que sentí la calidez de su mano deslizándose sobre mi pierna. Lo volteé a ver para darle a entender que no hiciera ninguna cosa inapropiada. Cielos estábamos dentro de una iglesia y mamá estaba sentada en la banca de enfrente. Esto era irrespetuoso e inapropiado.

Continuaba moviendo lentamente su mano hacia arriba, hasta que le pegué con bastante fuerza, que no solo Mamá y Julián voltearon, también los de a nuestro alrededor.

—Perdón, un mosquito. —habló Alex en medio de un ataque de risa.

Tapé mi cara con mi mano y traté de ocultar mi risa de vergüenza. Alex no podía contener la risa y casi nos sacaban de la misa.




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