24 días para enamorarme

Capítulo 21. Tú mi casa, mi hogar.

13 de Diciembre

Día 13

MAKTUB: Estaba escrito

Es una palabra árabe que decidí plasmar en mi antebrazo como recordatorio de que nuestro amor ya está escrito.

Un hermoso mensaje que ha llenado de luz mis días más oscuros, aquellos en donde mi mente y mi ansiedad me consumen. Me recuerda que el destino siempre unirá las almas de las dos personas que se aman, manifestándose de la manera más mágica posible.

Conservó este tatuaje y todas las notas que me escribiste. Pero, la reliquia más valiosa son aquellas hojas donde plasmaste cómo sería nuestra vida, donde dibujaste nuestra casa y describiste nuestra vida juntos.

Atte. Alex

Alex

Algo me decía que había sido una muy mala idea haberle dicho que sí. Alguien me explica: ¿Por qué acepté?.

No tenía ninguna necesidad de estar despierto tan temprano para salir a correr al parque, solo porque a la señorita le encanta ver el amanecer.

Para este punto sentía que no solo mi corazón se salía de mi cuerpo, también mis pulmones. Y ella todo el camino se la pasó cantando, moviendo su cabello de lado a lado. La mujer iba feliz, disfrutando del aire que le quitaba el cabello del rostro y de los pequeños rayos de sol que se comenzaban a asomar. ¿Cómo era posible que no estuviera ni un poco cansada y sudada?.

—¿Cómo rayos vas tan feliz cantando?. —le pregunté con mi respiración agitada y con una leve taquicardia.

—Corro desde hace más de un año, tengo la suficiente resistencia para disfrutarlo.

—Lo que tienes de bonita, lo tienes de loca.

—Es evidente que tú también haces ejercicio, no entiendo porque no soportas esto.

—Sí, pero voy al gimnasio para tener unos brazotes. No corro para que me dé un ataque cardiaco.

Soltó una leve carcajada, burlándose de mi mala condición.

—No aguantas nada.

—¿Quieres saber qué tanto aguanto?. —dije como propuesta indecente y una sonrisa pícara.

—Alex.

—De correr, Guadalupe, habló de que tanto aguantó corriendo. Cada día tu mente está más cochina. -sujeté su mano y corrí aún más recio-. Rápido abuelita que nos perderemos el amanecer.

Corría cada vez más rápido de lo que mi cuerpo podía y Lu seguía mi paso sin soltar mi mano.

Realmente Lu era muy rápida y ágil, es difícil de seguirle el paso y no solo hablo de correr.

El final de la pista donde corríamos se podía apreciar muy a lo lejos. Llevamos más de 45 minutos corriendo y yo estaba apunto de vomitar. No podía más, ni siquiera habíamos desayunado y yo ya iba a vomitarlo.

Al darse cuenta de mi fatiga, Lu se sentó en las gradas y me habló para que me sentará a su lado.

—Voltea. —me señaló para que mirará el amanecer.

Era hermoso y los rayos del sol se escapaban detrás de la montaña, iluminando las nubes. Mi corazón se llenó de tranquilidad y calidez al estar allí.

Momentos como estos me recordaban la importancia de estar a su lado.

Al verla, un rayo de sol deslumbró justo en su rostro y el amanecer pasó a un segundo plano. Me perdí en ella, en su linda cara ovalada, en sus mejillas rojas por el calor y el ejercicio, en su boca de color rojo que gritaba mi nombre, en sus expresiones y en sus ojos café oscuro que se tornaban de diversos tonos. Sus pupilas fijas en mí se comenzaban a agrandar y existía un brillo difícil de explicar en su mirada.

Comprobaba que ella era el aire que necesitaba para seguir en este maratón de la vida.

Sentí su mano un poco sudada sobre la mía, apretándola.

Me regalaba un suspiro del que estaba seguro que era paz. Amor. Ilusión. Una expectativa de una vida juntos. Un nuevo comienzo.

—Te quiero mostrar algo.—admití, rompiendo el aura de tranquilidad.

Sin soltar su mano, está vez le pedí caminar, ya que, mi cuerpo no soportaría correr más. Caminamos por unos 30 minutos y aún sin decirle nuestro destino, Lu seguía mi paso, sin preguntar o discutir, solo confío. Una bofetada a mis acciones de los últimos días.

—¿Quién vive aquí?. —preguntó curiosa al llegar a la casa.

—Yo.

—¿No vives con tu padre?. —me cuestionó dudosa.

—Si. -me examinó con su mirada intentando entenderme-. Esta también es mi casa, la compré hace un año. Sin embargo, no he podido separarme de mi familia.

—Es linda. —comentó.

—La he remodelado poco a poco, solo que esto no es lo que quiero que veas. —la sujeté de la mano y nos dirigimos a una habitación.

Ver la sorpresa en su rostro ocasionó en mí mil escalofríos por todo mi cuerpo, con los ojos llenos de lágrimas y la boca abierta, no mencionó nada.

Era justo como alguna vez me la describió: El techo era azul marino con pequeñas estrellas doradas. Las luces que colgaban iluminaban todo el lugar, creando un ambiente rústico y confortable.

Las paredes se cubrían por los diversos estantes con todo tipo de libros y había un pequeño rincón que estaba adaptado con un sillón blanco para poder leer cómodamente.

—Lo recordaste. —dirigió sus ojos al piso y unas cuantas lágrimas cayeron. Agarré su barbilla y levanté su rostro, secando los restos de lágrimas.

—Nunca lo olvidé. —susurré, señalando al cuadro que colgaba en una de las paredes. Era el dibujo que habíamos hecho cuando éramos jóvenes, donde detallamos cómo sería nuestra casa cuando nos casáramos.

—Está no es tu casa, es tu hogar. —murmuró con sus ojos fijos en los míos.

—Aún no. —respondí con tristeza.

—Será un poco incómodo para tu futura novia o esposa, tener una casa justo como la que tenías planeada con tu ex. ¿No crees?.

—No, en absoluto.

—¿Por?. —preguntó mientras paseaba por el lugar, tocando cada rincón.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.