24 días para enamorarme

Capítulo 23. Los fantasmas del pasado resurgen.

15 de Diciembre

Día 15

La insuficiencia de mi alrededor me llevó a tomar decisiones y sigo sin tener idea, si fueron buenas o malas. Ya que, todo el mundo dice que no existen decisiones incorrectas, pues en el momento, solo fue una decisión que se sentía acertada.

Nunca creí que las consecuencias de esas decisiones me perseguirían hasta aquí. Menos, si esas consecuencias tienen nombre y apellido.

No tengo soluciones a mis problemas, porque cada vez que creo tenerla, el problema cambia. O cuando creí que había pasado la página, otra vez, eso se presenta.

Vaya, suerte la mía.

Atte. Lupita.

Lu

—Noemy pon las manteles a las mesas, Lupita trae los postres y acomódalos en la barra, y Alicia puedes terminar de checar la comida. —nos ordenaba Don Julián, acerca de nuestras tareas para los preparativos que restaban de la fiesta navideña que se celebra en la noche en el restaurante.

Nunca había visto tan estresado a Don Julián. Aún cuando la idea de hacer una fiesta, para que los empleados pudieran disfrutar fue de Noemy y mía.

—Tranquilo Julián, todo saldrá bien, es solo una fiesta. —mamá trataba de calmar sus nervios.

—No lo entiendes Alicia. Desde que... -dio un suspiro y bajó su mirada-. Desde que Carolina no está, ya no hacemos fiestas.

—Lo sé, yo también perdí a mi mejor amiga. —le respondió mamá.

Vi como mi madre sujetó sus manos e intentó darle ánimos. Aunque habían pasado muchos años desde la partida de Carolina, a nadie le gustaba hablar acerca del tema. Me imagino que mamá tuvo dos grandes duelos, la primera vez: se separó de su gran amor Julián, viéndolo casarse con su mejor amiga. Y la segunda fue cuando la perdió también a ella.

El corazón de mamá había pasado por tantas cosas y estaba roto de tantas maneras, que admiraba como ella sola recogió todas las piezas para reconstruirse sola.

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—Hola, rata de escritorio. —anuncié desde la puerta de su oficina, donde estaba recargada.

—Hola, Lupita. —Alejandro alzó por un segundo sus ojos y volvió a poner toda su atención en el papeleo que debía hacer.

—Asumiré que eso fue porque estás muy ocupado y no por algo más.

—Si, sí claro.

—Entonces, ¿es tu culpa que exista la contaminación?.

—Si, mañana.

—¿Qué tal si me llevas a Disney?.

—Cuando tú digas.

—Está bien. -permanecí por un segundo en silencio, para darle tiempo de que me prestará atención-. Alex, Alex. —le grité al no recibir dicha atención.

—¿Qué pasa?. —reaccionó dando un pequeño salto en su asiento.

—No me estás poniendo atención. —le reclamé

—Perdón Lu, es que tengo mucho trabajo y si no termino, el contador se va a molestar y puede que estemos teniendo pérdidas. Tengo que terminar de firmar los cheques para pagar las prestaciones de ley; algunos empleados me han presentado su renuncia y ahora tengo que darles su liquidación.

Alex hablaba y hablaba sobre asuntos del restaurante, pero en mi mente solo existía la imagen de él usando su camisa con unos botones más abiertos, sus mangas dobladas y su cabello despeinado.

Di unos cuantos pasos y me acerqué hasta quedar a su lado. Alex dio media vuelta en su silla y me tomó de la cintura.

—Tranquilo, Alex. Puedes con esto y con más.

Recargó su cabeza en mi abdomen y rodeó mi cintura para abrazarme.

—Estoy cansado, solo quiero ir a dormir, pero tengo que terminar esto. -dio un suspiro de resignación y se incorporó-. Te prometo que terminaré lo más rápido que pueda para estar a tiempo en la fiesta. Si no termino guárdame unos pastelillos.

—Te guardaré unos, no te preocupes.

Besé su mejilla y continúe con su abrazo.

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La fiesta navideña más divertida a la que pude asistir. La idea de hacer juegos para ver quien se ganaba los regalos, desenmascaraba la verdadera personalidad de cada uno de los empleados. Risas tras risas, al ver a cada uno siendo competitivos entre ellos mismos.

Hasta jugando a la lotería todos se ponen intensos. Como era de esperarse ni yo, ni Noemy ganamos ningún juego. Y aún con todo, nos divertimos demasiado, al punto de que se me olvidó que Alejandro no se presentó a la fiesta.

Mi parte favorita de la noche fue ver a mi mamá bailando con Julián. La luz que ambos irradiaban me ponía la piel de gallina, mamá por primera vez en su vida estaba en paz; después de mucho tiempo se lo merecía.

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—Te traje pastelillos y barbacoa. Asumí que no has comido nada en todo el día.

—Gracias, eres un ángel.

—Lo sé. Toma. —extendí los platos de comida y lo observé devorarse todo.

Sus ojos estaban rojos y cansados, lucía realmente estresado. Me sentí un poco mal de imaginarlo trabajando como loco, mientras yo estaba muy cómoda disfrutando de la fiesta.

—¿Ya se fueron todos?

Afirmé con mi cabeza.

—Perdón por dejarte sola, no me di cuenta del tiempo.

—Está bien, sé que estabas ocupado. Solo me falta recoger una decoración. ¿Podemos irnos a casa después?.

—Por favor. Ya casi termino aquí y ahorita te ayudo a recoger las cosas.

—No, no, yo lo hago para que podamos irnos cuanto antes.

Salí de su oficina para dejarlo concentrarse. Porque evidentemente si yo estaba allí, el muchacho se distraería con mi presencia y nunca terminaría su trabajo.

Ya saben pequeñas sensaciones que causo en los hombre.

Al entrar al restaurante, lo único que faltaba por recoger eran las luces; parecía como que alguien había dejado a la mitad esa tarea. Puesto que la escalera estaba posicionada para hacerlo.




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