19 de Diciembre
Día 19
Estaba dormida, eso era seguro. Solo que el sueño se sintió muy real, tanto que lo recuerdo con lujo de detalle:
Peleaba con el hombre rubio de nuevo, solo que en esta ocasión yo estaba defendiendo a la pequeña niña. Aún cuando no podía distinguir la cara del sujeto, recuerdo cada una de las palabras que salieron de mi boca.
—Déjala. -le exigí, quitando sus garras de la mano de la niña-. ¿Por qué le gritas todos esos comentarios hirientes?, ¿Por qué la lastimas físicamente?. ¿Por qué la dañas?.
—Porque somos iguales, tú, esa bastarda y yo. Me da asco que digan que eres mi hija. Me preocupa que me comparen contigo. —me respondió el hombre con su voz grave.
Su boca decía que era mi padre, sin embargo, yo no lo conocía; no sabía quién era. Solo estaba segura de que el miedo que me generaba, ahora se había convertido en mi aliado para enfrentarlo.
Parpadeó varias veces en el intentó de despertar, algo que no sucedió. Así que, empuñé mis manos, colocando a la niña tras de mí y me hice la valiente.
—Si esa es tu preocupación. Despreocúpate porque yo sí sé tratar bien a las personas, yo no las traumo; al contrario respeto. Respeto su opinión, su cuerpo y sus emociones. Yo sí sé quedarme callada si mi comentario no es necesario, sí es negativo; lo que al parecer tú nunca supiste, porque aunque me hayas tratado como basura y me destrozarás, NO SOMOS IGUALES. Yo no uso sus inseguridades en su contra, yo no las lastimo hasta asegurarme de que ya no tengan esperanzas, de que ya no confíen en sí mismas. Y no te equivoques no te odio, pero no te perdono por ser el asco de persona que fuiste conmigo, no me importa tu existencia y no me importan tus comentarios. Ya no soy la misma niña a la que podías pisotear, YA NO. No tenías ningún derecho a ser la miseria de persona que fuiste, y si, te culpo por sembrarme cada uno de estas nuevas inseguridades, de estos temores; por hacerme creer que yo era nadie y nada en este mundo, también me culpo por darte esa importancia y esa relevancia a cada una de tus estupideces. Ahora que te veo me doy cuenta que no vales nada, que no eres nadie en mi vida. Me das asco.
No te deseo la muerte, porque ese sufrimiento es poco en comparación a lo que mereces.
Atte. El subconsciente comunicándome con Lupita a través de sus sueños.
Posdata: Ni siquiera a mí me hace caso y eso que soy su mente y su consciencia.
Lupita.
Vaya, noche extraña. Al parecer no bastó con lo horrible que estuvo ese intento de cena familiar, también se tenían que presentar las pesadillas en mis sueños. Ni dormida puedo descansar.
Desperté de un brinco, llorando y con la respiración agitada. Busqué en mi proximidad a Alex y sin encontrarlo, lo llamé gritando su nombre.
Rápidamente, lo vi pararse de la silla a lado de la cama. Alex no durmió conmigo en toda la noche, tal vez, su ausencia hizo que volvieran las pesadillas.
Sus brazos rodearon mi espalda y me abrazó levemente. Un abrazo de amigos. ¿Alex me trató indiferente?.
¿Qué había cambiado?. ¿Qué hice mal para que me tratará como ayer?.
Después de ese episodio de pesadillas, dormimos físicamente en la misma cama, pero él no era mi Alejandro.
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—¿Seguirás evitándome o ya se te bajó el mal humor?. Señor Gruñón. —lo confronté, poniendo mis manos en el escritorio, quedando de frente a Alex.
Sin responder, solo volteó sus ojos a la otra pared. Evitando mirarme directamente.
—Entonces, si estás molesto. El problema es: que no sé el por qué.
—No estoy molesto, Lu —comentó concentrándose en el papeleo de su escritorio—. Solo tengo mucho trabajo y no quiero distraerte de tus obligaciones.
—¿De qué hablas Alex?.
—Tú tienes tus proyectos, yo los míos. Ve y enfócate en ellos.
Su frialdad me causaba un nudo en el estómago y miles preguntas en mi mente.
—No estoy entendiendo mucho. Te quería contar algo. Solo que por lo que veo no estás de buen humor.
—¿Es importante?.—preguntó hostilmente.
—Era. —suspiré profundamente ante el deseo de ocultar mis lágrimas, ¿Por qué siempre tengo que llorar ante el mínimo inconveniente?.
—Si no tienes nada que decir, sal de mi oficina. —señaló la puerta con su mano.
Le sostenía la mirada con la esperanza de que me dijera que estaba jugando o que era una broma. Afiló más su vista y perdí cualquier ilusión de que fuera una de sus tonterías.
¿Qué más hacía?.
Al sentir mis ojos llenarse de lágrimas y haciéndose más difícil contenerlas, azoté la puerta demostrando mi enojo y salí.
—Felicidades por lo de Europa. —dijo el señor Juan cuando entré a la cocina.
—Gracias. —acote con mi mirada baja, mientras jugaba con mis manos para disminuir mis pensamientos negativos.
—No te ves muy feliz.
Dibujé una sonrisa falsa, para de inmediato tensar mis labios y respirar profundo.
—Me iré a Europa. -hice una larga pausa para sacar fuerzas–. No aceptaré el trabajo, solo haré las prácticas y me especializaré.
— ¿Por qué?.— Se entrometió Alex.
Me había seguido desde su oficina. ¿No tenía mucho trabajo?. Me trató mal desde ayer, me confunde con sus acciones y de repente se preocupa por mí.
—Porque no deseo estar en Europa por mucho tiempo. —lo confronté con mi mirada vacía, tratando de demostrar el mayor desinterés ante la persona que más amo.
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Editado: 04.12.2024