24 días para enamorarme

Capítulo 28. ¿Sigo sin ser suficiente?

20 de Diciembre.

Día 20

Nunca imaginé amar a alguien tanto, que mi vida dependiera de ello. Solo deseo que algún día me necesites tanto como yo lo hago.

Tu corazón fue el único que le dio rumbo al mío. Y tu razón fue la única que pensó en mí, incluso antes de que yo lo hiciera.

Te lo suplico y te lo ruego: no me hagas esto, no me dejes sola en este mundo lleno de dudas y miedos.

El primer amor nunca se olvida, ¿cierto?. Entonces, si nuestras almas nos volvieron a unir, ¿ese mismo amor nos salvará?.

Por favor, vida. Si el hilo rojo nos unió, no seas las tijeras que rompen este amor.

Atte. Lu

Alex

Podía sentir su presencia a mi lado. Su aroma calmaba mi ansiedad al estar en el hospital; desde lo de mamá, no había pisado este lugar.

Lo poco que recordaba fue estar tirado con sangre en mi cuerpo, verla a ella a mi lado y, luego, mágicamente despertar en un hospital.

Estuvo aquí conmigo todo el tiempo y, aún así, no tuve ni el valor ni las fuerzas para dirigirle la palabra. Mi decisión estaba tomada: ya no habría un “nosotros”. No, si yo la detenía de ser su mejor versión. No, si yo la enjaulaba en mi mismo miedo.

Me la pasé fingiendo estar dormido lo que yo creo que fue toda la noche, ya que no tengo noción del tiempo.

Por momentos, sentía el dulce y suave toque de sus manos acariciando mi pelo, mi cara y mis manos. Quería memorizar cada una de sus caricias, al ser las últimas que tendríamos. Quería un último abrazo que calmara el remolino de sentimientos que venía viviendo.

—Alex, sé que me escuchas —Lu hablaba muy bajito y acariciaba mi rostro—. Solo espero que no estés fingiendo estar dormido, porque ahora sí se te va armar.

<<Diablos, la bruja me conocía perfectamente>>

Continué mi actuación de dormido porque la intriga me consumía. De verdad quería descubrir qué me diría.

Ambas de sus manos se entrelazaron en mi mano derecha. Cuando medio abrí mis ojos, la noté sentada a mi lado. Su cabello estaba despeinado, y sus ojos lucían cansados. No sé qué tanto tiempo estuve dormido.

Mi cuerpo dolía, en especial mi hombro. Y ella tenía vendado uno de sus brazos. La habían herido a ella también.

—Ay, Alex, cuando dijiste que serías mi príncipe azul, nunca imaginé que lo decías literal. No tenias que recibir una bala por mí.

Ahora recordaba de dónde provenía ese dolor. Pero si ella estaba a mi lado, significaba que era libre y que todo el peligro se había esfumado.

En mi mente, pequeños fragmentos de lo que había sucedido me confundían: habíamos caído los dos al piso y yo estaba tirado. Solo que no recuerdo qué más pasó.

Si sobreviví a ese balazo y ella estaba bien, eso me confirmaba que su padre ya no la podía lastimar. Así que ya no me necesitaba.

—No me voy a ir a Europa, ni a hacer las prácticas ni a trabajar.

<<Lo sabía, yo la estoy deteniendo. Es mi culpa que no esté logrando sus sueños>>

—Te amo. No quiero perderte, no quiero alejarme de ti. No quise aceptarlo durante todos estos años porque supuestamente estaba enojada; solo te necesitaba a ti para poder estar completa. No necesito irme a ningún lugar, necesito estar contigo.

Las lágrimas caían de sus ojos sobre la cama y su voz se quebraba. Besó mi mano y limpió su rostro.

No estaba seguro de lo próximo que iba a hacer o decir. Sin embargo, en mi interior sabía que eso me dolería más a mí, aunque la terminaría lastimando más a ella.

<<Te amo, Lu. Te amo. Siempre lo supe, pero no puedo hacer esto. No puedo con la idea de que sacrifiques todo por mi. No valgo lo suficiente para que te quedes.>>

—Despierta, sí. Dime que me amas, quiero escucharte. Quiero que me abraces y me digas que todo estará bien. Quiero que me digas: “Te lo dije”. Si, tenías razón, ese hombre era peligroso. Si, solo soy una niña berrinchuda que te necesita. Que necesita que la salves.

Abrí mis ojos, y Lu se incorporó de inmediato.

Las lágrimas brotaron de mis ojos. Su corazón por fin me correspondía; por fin lo había aceptado. Solo que mi razón me decía que la debía dejar ir. Tenía que terminar con esto.

—¿Cómo estás?¿Te sientes bien?¿Llamo a la enfermera? —me cuestionó aún con sus ojos llorosos.

—Estoy bien, Lu —logré decir, respirando profundo al saber lo que ya se avecinaba—. Solo que no quiero verte. —añadí con mi voz quebrada, bajando mi mirada.

No la podía ver a los ojos. No podía ver su cara llorando. No, porque sé que no la dejaría ir.

—¿Qué? —inquirió acercándose a mí y yo solo la rechacé.

No podía dejar que me tocará, porque si accedía a su abrazo, jamás la soltaría. Al contrario, me aferraría a ella de por vida.

—Vete.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.