Día 23 l Parte 2
Lupita
Me doy cuenta que no puedo ser igual de perfecta que ella. Porque si lo fuera, entonces, Alex me hubiera elegido a mí y no a ella.
Curioso como siempre aprendí a ser vista como la niña inteligente que debía ser exitosa, la niña con buenas calificaciones, esa persona a la que sus maestros la felicitaban por hacer todo “perfecto". La felicitaban por cada examen, por cada 10, por cada trabajo y por cada exposición; Porque siempre lo terminaba haciendo impecablemente, perfecto.
Me refugie en mi amor a la cocina, porque ese es mi único punto de salida de mi realidad, nadie opinaba ni me juzgaba.
Idealice mi vida como chef, todo estaba planeado y estructurado en una forma y tiempo. Siendo esa niña que soñaba ser exitosa, de una forma diferente a lo que los demás creían de ella.
Esas personas ya tenían mi vida estructurada en la manera que ellos querían y no en la que yo deseaba. Mi realidad hoy en día ha chocado con mi sueño.
La niña perfecta ya no existe, ahora solo hay una mujer imperfecta y lo peor fracasada. Pero, ¿Quién estuvo allí para mí? Yo. Otra vez, me salvé a mi misma.
Siempre creí estar destinada a ello y ahora que lo intento y que intento ser normal con mi vida. Descubrí que tampoco soy buena en eso.
¿Qué pasa con eso que dicen las personas: no puedes ser buena en todo?. Cuando en realidad no soy buena en nada.
Volvemos al mismo ciclo sin fin: Intentar y fracasar.
Hoy por el momento, te digo adiós Alejandro y te digo adiós Gastronomía. Me retiro de ambos. Al menos hasta tener un poco de claridad en mi vida.
Confío en que mi vida y mi gran destino colaboran. Si los dejo ir ahora, en el futuro los volveré a tener. Aunque, estoy harta de esperar por ese futuro.
—¿Volvió a pasar, verdad?. —me detuvo Noemy, al verme salir alterada de la oficina de Alex.
—Si. —le respondí sin llorar.
Ya no tenía más lágrimas que dar. Ya no quería llorar.
Estaba drenada y cansada.
—Me va a escuchar, no es justo que te haga esto. —exclamó enojada, con una misión en mente: ir a reclamarle a su hermano.
La detuve, porque ¿Qué más daba?. Si bien, no le creí a Alex, al decirme que no me amaba. Le creí, que ya no podíamos estar juntos.
Las historias de amor llegan a tener piedras u obstáculos, para que los protagonistas en algún punto puedan comprender que están destinados. Asumo que nunca fui la protagonista, ni de esta historia, ni de mi vida en general.
El amor me ha fallado tantas veces, que es mejor renunciar.
—No, basta. —le pedí, anhelando tranquilidad— Ya estoy harta, solo quiero silencio, quiero que me dejen sola. —mis labios comenzaron a temblar y mis ojos ardían—. Ya Noemy, no tiene caso. Di lo mejor de mí, lo intenté una y otra vez. Solo para confirmarme que no. Tenemos que entender que para algunas personas no existe el final feliz. —una lágrima se escapó de mi ojo y mordí mis labios para contener las demás.
—¿Qué hago para ayudarte?.
—Nada, no tenemos nada más que hacer. A veces, me encantaría que me gustara el alcohol, deseo tanto en estos momentos emborracharme. Así, no tendría que lidiar con esto.
—Por hoy yo seré tu hada madrina. Si eso deseas, haré que suceda —sujetó mi mano y me dedicó una tierna sonrisa.
Me jaló hasta las mesas, mientras ella llamaba por teléfono a alguien.
—Toma, te hablan. —me extendió el teléfono, como si no recordará que yo odiaba con mi vida recibir llamadas.
Los nervios que me dan hablar por teléfono me ponen de mal humor y me causan estar ansiosa todo el día.
– Cariño, aquí nadie se pone triste porque la dejaron, te arreglas que Noemy, Susana y yo te acompañaremos a salir de fiesta. —escuché decir a Kenia del otro lado de la llamada.
— Fiesta de despecho. —gritó Susana.
—No es de mi interés ir de fiesta. Solo quiero ir a mi casa a acostarme, para comer helado.
—No era pregunta. —me regañó Noemy—. Además me dijiste que querías emborracharte y que mejor que con nosotras.
Cierto, no podía perder nada. Y realmente quería emborracharme para disminuir mis sentimientos.
—Está bien —accedí muy segura de que me iba a arrepentir.
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No era mi primera vez de fiesta. Únicamente que ahora tenía el propósito de ahogar mis emociones con alcohol.
El vestido que Noemy me había prestado era demasiado incómodo y corto. Estaba todo menos cómoda. Aunque, de ser sincera, es en lo último que pienso en estos momentos.
Llevaba más de 30 minutos, desde que estaba allí, sentada en la barra de bebidas con el mismo trago. Sin beber, sin bailar y sin estar presente.
Las chicas parecían estar disfrutando de la noche y eso de vez en cuando me hacía sonreír.
—Vamos, Lu. No vinimos para quedarnos sentadas. —comentó Susana, haciéndole señas a las demás para que se acercarán.
—No quiero bailar. —admití triste.
— Pero, amas bailar. —dijo Noemy, a la par que sujetaba mi mano para llevarme hasta la pista de baile.
Reuní mis fuerzas y me empiné mi trago y el vaso que me extendía Susana. ¿Qué era lo que tomaba?. Ni siquiera ella lo sabía.
—Eh, eh, eh, eh. —escuchaba a las personas gritándome alrededor de mí, incitando a bailar aún más.
Tenían razón: Amo bailar. Mágicamente mis ganas de bailar se combinaron con los tragos que las chicas me daban y todo parecía estar de maravilla.
Nunca lo aceptaré enfrente de los demás, pero que buena bailarina soy. Amo bailar reggaetón.
Me sentía linda, bonita, sensual y libre. Bailaba y bailaba al ritmo de la música. Movía mi cabello lacio de lado a lado y solo me dediqué a disfrutar.
—Brindemos, no por el mal que te hizo ni por el pendejo que no te quiso. Brindemos por ti, por tu libertad y por el nuevo amante que encontrarás. —anunció Kenia, levantando su bebida y chocando nuestros vasos.
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Editado: 04.12.2024