Lupita.
—¿Quieres que vaya detrás de ti, que te diga que te amo?. —me cuestionó Alejandro.
—No. —le respondí antes de irme hacia el patio delantero y al saber que ya no estaba cerca mío agregué:—No quiero, espero que lo hagas. Así como esperaba que tuviéramos una vida juntos y sorpresa no pasó.
Tengo frío. Fue mala idea haberle regresado su saco. Su olor estaba en él. Amo su perfume y amo su aroma.
Ese olor me remonta a momentos específicos que deseo guardar por el resto de mi vida. Me da esperanza en momentos de desilusión, como hoy.
Desde este lugar, solo se alcanzaba a ver la luna. ¿Dónde habrá quedado la pequeña estrella?.
Me gusta creer que las estrellas brillan para uno. Que son personas que se fueron de nuestra vida, que nos cuidan desde el cielo y nos iluminan en nuestros momentos más oscuros. Por eso al verlas me dan tranquilidad y esperanza. Al sumarle las vibras navideñas, el aura es acogedor y de felicidad.
Si no fuera por estos dos hombres, que parecen más adolescentes pubertos, la noche no hubiera sido tan mala.
—¿Qué haces acá afuera?. —me cuestionó Juan parado a mi lado, colocándome su saco. —Te vas a congelar —agregó acercándose a mí, quedando con nuestros hombros juntos.
No iba aceptar dejarme su saco puesto, sino fuera porque en verdad moría de frío. Y por alguna razón, la herida que me había causado la bala me dolía aún más por las altas temperaturas. No puedo imaginar que tanto le ha de doler a Alex. ¿Qué estoy diciendo?¿Por qué estoy preocupada por él?
—Creo que sería lo menos doloroso, que me habría pasado en los últimos días. —intenté ser sarcástica y señalé mi herida.
—Ya escuche parte de lo que pasó. No entiendo, mi primo y tú lucían muy felices.
El lucir va de la mano del aparentar. Alex me comprobó que es muy bueno aparentando ser feliz a mi lado y excelente para fingir una relación conmigo, tanto que hasta yo me lo creí.
Me di media vuelta para quedar cara a cara. Sin intenciones, solo tal vez, su recuerdo ayudaría a borrar las huellas que Alejandro ha dejado en mi cuerpo y alma.
—Bueno, parece que no fui suficiente para él.—apenas logré admitir, pasando saliva para aminorar el nudo en mi garganta.
—Para mi siempre lo has sido. —pasó sus brazos por mi cintura y me acerco a él.
Abrazándome, rodeé su espalda y me sumergí en su pecho. Después de todo, necesitaba un abrazo.
La frialdad que sentía, no era solo por el frío. Tampoco era comodidad o tranquilidad y mucho menos amor. Solo un simple abrazo.
El silencio llegó y la realidad golpeó mi perspectiva. Como deseaba ese abrazo, solo que él no era el que quería que me lo diera.
—Lupita, recuerdas nuestro último día juntos.
—Si. —me alejé y puse ambas manos en su pecho.
—La promesa de casarnos cuando nos reencontráramos, seguirá siempre en pie.
No puedo creer que en ese tiempo consideré casarme con él y lo peor es que en estos momentos también lo hago.
—Perdón, por no cumplirla.
—Te amo y lo haré por el resto de mi vida.
A diferencia de él, yo nunca lo amé y no lo haré.
—La promesa de amor de aquel día..
Sin dejarme terminar. Alex llegó bastante alterado y jaló a su primo para separarlo de mí. Dándole un golpe en la cara a Juan. Lo tomó del cuello fuertemente.
—Si te vuelves a acercar a ella. Te mato. —lo escuché decir.
Yo estaba parada a lado de ellos, de brazos cruzados. Cansada. Harta de las peleas. Fastidiada de los gritos y reclamos. Consumida por todo. Ya no iba a interceder ante nada.
—¿Quién me lo va a impedir? Tú. Tú fuiste el que la dejaste, ambas veces. Tú la lastimaste. —le reclamó Juan.
Era cierto eso que dijo, solo que Juan no tenía ningún derecho a reprender a Alex. Solo yo podía hacerlo. En todo caso, a mi me rompió el corazón.
Alex volvió a golpear con su otro brazo el abdomen de Juan y se fue del otro lado del patio.
Juan se limpió la sangre de su labio y se reincorporó.
Yo salí corriendo detrás de Alex, el cual, se encontraba agarrando su hombro con su mano. El muy menso golpeó a su primo con el brazo lastimado.
—¿Estás bien?, ¿te lastimaste?. —me acerqué rápidamente a revisar.
—Si lo estoy —me contestaba quejándose. —Eso no es lo que me duele.
—¿Qué te duele, dime?.
¿Por qué estaba preocupada por el neandertal esté, que solo quiere arreglar todo con golpes?
—Me duele pensar que tú y mi primo tienen algo. Nunca pensé que te rebajarías de esa manera. ¿Lo conocías?
Intenté hablar, pero las palabras no salían de mi boca.
—¿Cómo pudiste no contármelo?,¿cómo lo ocultaste?. Me mentiste, Guadalupe.
Al darme cuenta de que se encontraba bien, ahora si podía apelar por mí.
—Claro, ahora te ofendes porque te mentí, como si yo hubiera sido la única que lo hizo. Lo hice porque no te importo, nunca lo hice, recuerda tus propias palabras.
—Sabía que esto había sido un error, que no debíamos volver, desde que te conocí….
—No, Alejandro. Esta vez no me vas a hacer lo mismo. Tú no me vas a dejar. —lo interrumpí, punteando con mi dedo en su pecho
—No entiendes que es lo mejor para ambos. Que no viste el daño que no estamos haciendo.
—Tú no sabes qué es lo mejor para mi. —me separé, pasando mi mano por mi pelo y mi cara, de lo frustrada que me sentía— Ya veo que has tomado tu decisión.
—Lu, entiende. —intentó tocar mi hombro y yo rechace el contacto dando un paso hacia atrás.
—Entiende nada. Ahora tú me escuchas a mi, tú no eres el que me va a dejar. No vas a decir eso y te callas. Ahora la que te deja, soy yo. No podemos estar juntos; sabes porque, porque por fin entendí lo que me dijiste, si es cierto. No podemos estar juntos porque somos de diferentes niveles, pero a diferencia de lo que tú creías, adivina que; La que es mucha cosa para ti, soy yo. No me voy a volver a rebajar para estar contigo.
#2545 en Novela romántica
#112 en Joven Adulto
romance acción drama reflexión amistad, navidad feliz amor eterno, amor navidad chefs peleas secretos
Editado: 04.12.2024