24 días para enamorarme

Capítulo 37. Feliz Navidad.

Esta historia ya casi se acaba.

24 de Diciembre a minutos de ser 25 de Diciembre

Lu.

Como cambia la vida tan rápido, cuántas acciones podemos hacer en unas horas, cuántas palabras podemos decir en unos minutos y cuántos errores podemos cometer en unos segundos.

Lastimosamente, solo ha sido para darme cuenta, de todo el tiempo que desperdicie y que desperdiciamos, para nada. Para terminar siendo miserables y estar llorando por una persona que no vale la pena. O que si lo vale.

Alejandro

Tanto luchamos en la vida. Tanto sufrimos, para al final creer que no tenemos un propósito. Para sentirnos insuficientes y doblegarnos ante las expectativas ajenas.

Mi deber era demostrarle, que mi amor no había cambiado. Que seguía siendo el mismo tonto, enamorado de ella. Si tan solo, no me hubiera dejado llevar por la idea, de no ser suficiente para ella. Esto no estuviera pasando.

De los errores se aprende, pero también se vive de ellos y hoy me atormentan, hasta en mis más grandes recuerdos.

Lu

Separados por una línea fronteriza.

Un gigantesco muro, hecho de grandes vigas de metal, me impedía ver por completo el rostro de Alejandro. Me impedía abrazarlo y besarlo. Aunque, más grandes fueron los impedimentos, que ambos nos pusimos para no hacerlo antes. Más grandes fueron nuestros miedos, inseguridades y traumas que nos separaron, por culpa de los dos.

Ambos estábamos tan cerca, pero tan lejos. A unos pasos de distancia y a un país de separación. Una historia en conjunto, con dos nacionalidades diferentes y dos amantes con distintas maneras de amar.

¿Merecemos estar juntos?¿Aún hay tiempo?.

El final de nuestra historia, ciertamente, no era. Era el comienzo de nuestra aventura juntos.

!Me detuvo!. Alejandro, me detuvo. Volvió por mí.

Solo lográbamos vernos entre los huecos, que quedaban entre cada viga.

Yo en Mexicali y Alex en Calexico. La historia México-Americana que no tiene lugar. Porque ese destino, lo ponemos nosotros dos al estar juntos. Amándonos.

—¿Qué haces, Alejandro?. —le grité bajándome del auto, con el aire resoplando y quitando bruscamente el cabello de mi rostro.

—Tenemos que hablar, ahora.

—Está congelando aquí. —le dije mientras cruzaba mis brazos para taparme del frío. Mis manos temblaban y se sentían entumecidas del frío, y por la confirmación de que esto podría ser el fin.

Hui del restaurante, para evitar tener esta conversación con Alex; porque sabia perfectamente, que solo había dos caminos ha elegir y si él elegía dejarme para siempre, jamás me repararía a mi misma. No quería escuchar una despedida de su parte y no quería ni imaginarla. Prefería quedarme con una ilusión, que me ayudaría a aferrarme a vivir mis días.

—Lu, no me puedes dejar. Fui un tonto que se equivoco. —la voz de Alex titubeaba y no solo por el frío —¿Quieres escucharlo de mi boca? Lo hice. Me equivoqué y dije tantas cosas estúpidas, solo porque creí que te dañaba estando a tu lado. Solo quería protegerte.

—No, Alex, dijiste todo eso porque lo sentías.

Pudimos haber cometido errores, pero de lo que estoy segura; era que cada una de las veces en que hablaba, había cierto sentimiento de verdad. Sin importar, si su corazón lo sentía o no.

—Jamás sentí nada de lo malo que dije. Solo fui sincero estando a tu lado, amándote.

Le creía, ciertamente, siempre lo hice. Asumo que ese ha sido uno de mis mas grandes errores en mi vida, creerle. Y por desgracia él siempre significara esa acción, que por mas equivocada que sea, toda la vida elegiré cometer.

La luz caía sobre sus ojos. Sus lindos ojos cafés, que brillaban más cuando era sincero. Cuando me miraba. Sus ojos se estremecían y se suavizaban con cada confesión que hacía. Con cada Te amo que mencionaba.

—Te odio. Odio tu gestos, tu cabello y tus grandes músculos. —admití de una rara manera, todo lo que mi corazón siempre ha guardado, expresándome no solo con mi boca, también con mis manos moviéndolas de lado a lado y con mi cuerpo que me exige estar cerca de aquel hombre—. Odio la manera en que me miras, me sonríes y me besas. Odio la manera en que me haces creer que todo estará bien, si estoy a tu lado. Odio que me digas que me amas y yo tontamente te crea. Odio extrañarte y necesitarte. Odio amarte y que mi vida pierda su sentido, porque tú no estás en ella. Odio que todo se tenga que hacer a tu manera. Odio que siempre tengas la razón. —me sujeté de las vigas, en busca de fuerza, ante lo que, iba admitir a los cuatro vientos—. Odio que sea verdad, que seas el amor de mi vida.

—Ah sí. —mencionó Alex conmovido y podía notar como intentaba ocultar sus lágrimas— Pues yo odio amarte tanto, en todas y cada una de tus versiones. Odio que seas una niña caprichosa, orgullosa y terca, que no me deja protegerte. Odio estar loco por ti, por tu cara, tu cuerpo, tu sonrisa y tu energía. —Alex comenzó a caminar pegado al muro y yo intenté seguirle el paso—. Odio que seas tan perfecta, que por más que me esfuerce, no pueda ser igual que tú. No puedo estar a tu nivel.

Me perdí por tanto tiempo, me fui infiel a lo que yo misma amaba y ahora no podía dejarlo libre, sin mí.

Su confesión convencía a mi corazón, el cual, por desgracia siempre ha sido tan fácil de manipular. Me convencía a mí, pero acaso no lo ha hecho ya. Dos veces ha jugado conmigo, persuadirme una vez mas, sería una destrucción total.

Si bien, he escuchado que la tercera es la vencida. En nuestro caso, o vivimos una vida felices para siempre o nos arruinamos en todo sentido. Ambas hipótesis son posibles, aún cuando deseo con todas mis fuerzas salir con el corazón sano y salvo.




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