"Las calles son cloacas llenas de sangre y cuando finalmente se encostren, todas las alimañas se ahogarán."
-Rorschach (Watchmen)
"14 de Julio de 2026 – 1PM, aproximadamente.
El mundo se fue a la mierda, la anarquía y el caos llegaron más pronto que tarde. Todos pagamos injustamente el pecado de los homosexuales y las vulgaridades de las putas, el infierno se desató en la Tierra misma. Que todos esos seres despreciables sufran en el más profundo circulo.
Antes de salir me puse mi chaleco de vestir azul, debajo una camisa blanca. El pantalón es marrón madera y mis zapatos negros. Finalmente pude ponerme mi rostro, antes no podía. Cada vez que lo hacía la gente se asustaba pensando que los asaltaría, no lo entiendo, las mujeres usan ese inmoral maquillaje, y algunos gays lo usan de forma vulgar, pero un pasamontañas blanco con solo agujeros para ojos resulta amenazante para ellos. En fin, la hipocresía.
Hace aproximadamente una hora atravesé una acera en la cual se había lanzado un hombre desde un tercer, quizás cuarto piso. Su cabeza se hundió en su pecho, era bastante gordo, me sorprende que su estómago no se haya reventado. No he de temer a aquellos ebrios caníbales, mi hermosa Anne de tambor de seis balas siempre me protege. Siempre fiel, siempre leal.
La gente aun corre por las frías calles, confusas y con la adrenalina por la vía láctea vecina. Los ignoro. Todos son como el cristal, tan frágiles y transparentes. Veo sus intenciones ocultas, de todos y cada uno. Todos desean que todo se resuelva para volver a su rutina de fornicación y pornografía infantil. Je, mucho temo que no será así.
Sé que no moriré, pero si pierdo este diario quiero que alguien al menos me conozca. Arranqué las primeras páginas, no me convencían, pero ahora que me hallo bajo este seguro puente donde puedo escribir con seguridad. Bien, la conserje de mi edificio es una escritora muy buena, sus opiniones sobre el feminismo actual son muy acertadas. Ella me dijo que para que alguien se enganche a un escrito, debe tener algo triste de qué agarrarse.
Bien, triste. Cuando era chico, el amigo de mi padre vivió en mi casa por al menos un año. A la semana de llegar entró en mi habitación a la noche, me tapó la boca y me... 'eso'... con violencia. No me resistí.
Diría que disfruté tener su boca en mi entrepierna por varias noches, pero no fue así. Fue entonces cuando Dios me dio el poder.
Tomé el cuchillo que mi hermosa madre usaba para cocinar y lo guardé bajo mi almohada. Esa noche, como de costumbre, me puso en cuatro patas y comenzó su pecaminoso acto. Y como siempre, tuve su boca gimiendo en voz baja junto a mi oído derecho. Siempre se posaba arriba mío como un perro.
Tomé aquel cuchillo y lo clavé en su ojo derecho, intentó no gritar para no alarmar a mis padres. Se recostó de espalda sujetándose la cara. Puse la punta de la hoja en su ano e hice un profundo corte que dividió sus testículos en dos, también abrí esa enorme vena inferior en su pene. Finalmente gritó del dolor. De un solo corte, como hachazo, se lo dividí en dos. Luego comencé a clavarlo repetidas veces en su cuello hasta que noté que ya no respiraba. Le oriné en su cara. Mis padres entraron y se horrorizaron.
El juez, un tal Di Biase, determinó que el hombre solo tuvo un desahogo sexual conmigo, y me mandó a un reformatorio, donde me pusieron en aislamiento por matar a un niño asesino de gatos de cuatro años, la mitad de mi edad en ese entonces. Pero sé que hice bien, libré al mundo de dos basuras.
Se suponía que debía ser triste, pero yo la veo como una historia feliz. Entiendo que matar a un niño pudo estar mal, aun podía encaminarse, pero el amigo de mi padre... él merecía morir, y no me arrepiento de nada. Muchos creerían que soy despreciable, pero pónganse en mi lugar.
Mañana harán cuarenta años desde que nací, espero con ansias que ya llegue. Nunca tuve visitas, ni amigos, ni novia, ni mascota, pero siempre es divertido comprar un pastel de color blanco, cortarlo como pizza y comerlo mientras veo Dr. Who.
Me refugiaré en este puente una hora más, quizás menos, depende de mi humor. Luego partiré a Términa, cuyas laberínticas calles similares a las favelas de Brasil me servirán de refugio."
Aquel enmascarado hombre escribía en su diario de tapa de cuero, sentado bajo un húmedo puente sobre el cual caminaban zombis, ignorándolo. Sin olerlo, sin oírlo escribir.
Mauro y Benjamín se posaron bajo un pequeño techo a media cuadra de aquel puente que sobrepasaba un pequeño río. Contando a cinco que vagaban sin rumbo en su parte superior.
—Bueno, ¿alguna idea? —Preguntó Mauro
—No podemos disparar, aun con el ruido de la lluvia nos oirían hasta quinientos metros. Pero el próximo puente está como a cinco cuadras. Diez minutos fácil perdemos con esta herida en mi pierna
—Prefiero perder diez minutos. No quiero perder nada...
—Espera... —Algo llamó su atención
Uno de los zombis comenzó a bajar por el costado izquierdo del puente, atraído por algo desconocido por la dupla. Antes de que su cabeza se escondiera bajo el horizonte, una bala más rápida que el sonido la atravesó. No oyeron su caer de espaldas, pero sí el disparo que lo provocó. Ambos se asustaron y entraron rápidamente a aquella vacía librería, asomando su cabeza por la ventana.
El enmascarado salió dando costosos pasos por la pendiente, con su cabeza agachada y su mano derecha en un revólver de calibre 10mm. Usando solo su mano derecha ejecutó a tres de ellos, ignorando al que más próximo tenía. Éste se lanzó contra el forastero misterioso, quien lo recibió con una patada en la pierna que lo obligó a besar el suelo. Otro petardo se escuchó.