"Debo saber como moriré. Tal vez así sepa como vivir."
-William Zeppeli
El cielo aun rugía indicando que prontamente retornaría su llanto. La sangre en las venas y arterias de Mauro recorrían su cuerpo ferozmente como un río en plena tormenta, empujada por un corazón totalmente acelerado. Se miró frente a frente con el desconocido, pronto cayó en cuenta de lo sucedido, por lo que lentamente giró su cabeza de regreso a la izquierda. Observó el cadáver viejo con la sangre ya negrácea por el oxigeno, y al nuevo con los ojos en su dirección, con la sangre ya coagulándose. Los largos segundos pasaban, y sentía como ésta comenzaba a enfriarse alrededor de sus dedos, y como penetraba cada vez más en la tela de todo su abrigo. Al principio no pudo, olvidó como inhalar. Finalmente lanzó un grito de terror mientras se alejó. Sin adrenalina, podía darse cuenta de lo que sucedía frente a sus ojos.
No importa cuánto lo intentase, no se podía acostumbrar a ver personas morir.
—No te alteres. Intentó degollarte. Shit, es molesto.
Pronto se quitó el abrigo y observó la espalda llena de sangre ajena. Por una parte con terror, pero con otra con tristeza. El abrigo de su amado padre ahora yacía cubierto de algo casi imposible de limpiar. Otra vez largos segundos.
El extraño sintió atracción por un fuerte golpe en el escalón, por lo que asomó su cabeza listo para disparar. Viendo a Benjamín subiendo de a pequeños brincos.
—Ah, tú
—¡Mauro, ¿estás bien?!
—¡S-si...!
—Yo salvé su vida. Ella lo habría matado. Ustedes, son buenas personas, lo sé...
—Oye, amigo, das miedo... —Comentó el herido mientras terminó de subir las escaleras— ¿Qué es eso de buenas personas?
—No me seguían aunque me vieron. Y, él decidió investigar solo el lugar, por lo que veo. No quiso ponerte en peligro. Luego, esa mancha de sangre indica que la mujer se movió hacia esas cajas. Pudo dispararle sin mediar palabras, no lo hizo, ni siquiera cuando se le lanzó. El disparo parece accidental, de lo contrario le habría volado la cabeza en la mínima oportunidad, aunque puedo equivocarme. Aun así, su reacción actual me dice que no está acostumbrado a matar, o ver morir. Ustedes, buenas personas. Las malas personas, los pecadores, son como ella. Apuesto que antes era solo una puta que prefería coger en vez de avanzar. Merecía ser purgada
—Carajo... —Comentó Benjamín mientras observó los cadáveres, sintiéndose incomodado e intimidado por el de rostro oculto.
—¿Por qué nos seguiste? —Preguntó Mauro, intentando recuperar la compostura— Carajo... —Un dolor estomacal muy fuerte invadió debajo de sus pulmones
—Creí que eran malas personas, iba a matarlos, a librar al mundo de ustedes. Pero veo que me equivocaba. ¡Shit! ¡Odio equivocarme! Pero me alegra saber que no son realmente malos. Al menos, no aún.
Mauro y Benjamín se miraron a los ojos por un segundo exacto, sus alarmas de peligro se activaron al mismo tiempo. Como si de un switch de luz se tratase, ignoraron el cadáver y se concentraron en él. Ambos sintieron como si se hubiesen metido sin querer en una mierda muy peligrosa, con una persona muy peligrosa. Ese sentimiento que se tiene al entrar a un barrio que tarde te das cuenta que es peligroso recorrió sus cuerpos con mucha mayor fuerza que antes. Todo el peligro, toda la inseguridad, todo se hallaba dentro de esa persona. Su forma de hablar con esa voz monocorde, su vestimenta pulcra nada acorde con el (posible mundial) contexto y ese pasamontañas que ni siquiera parecido al usado por un delincuente normal, hacían saltar las alarmas. Pues, alguien que se ve peligroso intimida, pero alguien que se ve totalmente inofensivo pero con esos pequeños detalles en su aura, comportamiento, lenguaje corporal y por sobre todo, la forma de hablar, era algo que causa muchísimo más miedo. Y eso lo sabían. Sin mediar palabras entre ellos, a varios metros de distancia y en un segundo exacto sabían de la mierda que estaban metidos, pero lo que les daba más miedo era que no sabían con qué tipo especifico de mierda lidiaban. Era un tipo de peligro para el cual su sistema de prudencia no estaba para nada preparado. Intentaron respirar con normalidad, temiendo que él notara su miedo.
—Gracias por salvarme —No quiso agregar un "te debo una" por miedo a que se uniera.
—De nada. Oí que él te llama Mauro, pero no conozco tu nombre —Le mencionó a Benjamín
«La puta madre» Pensó Mauro, pues recordó instantáneamente a aquellos chicos de su antiguo barrio, aquellos "rochos" o "cholos" que siempre recorrían las calles con los globos oculares irritados, con olor a cerveza barata saliendo de sus fauces. Pues, cuando paras en algún lado a beber con tus amigos y uno se te une y quiere saber tu nombre, es porque planea estar un buen rato ahí. Ese fue el ambiente que percibió.
Benjamín se presentó. Un silencio incomodo para la dupla pero no para el extraño se hizo presente. Y diez eternos segundos pasaron, en los que aprovechó para enfundar su revólver y apoyarse en una pared.
—Freud. Así me pueden llamar.
El insulto se repitió en la cabeza de Mauro.
—Un gusto —Dijo, rendido mientras se levantaba del suelo
Negándose a abandonar el abrigo de su padre, se lo puso nuevamente escuchando el húmedo caer de las gotas granate, ignorando el olor a hierro como buenamente podía.
—Estaba buscando antibióticos para Benjamín, tiene una herida en la pierna como podrás ver y creo que comienza una infección. ¿Podrías ayudarme? —Si ha de fumarse al tipo, mínimo que ayude...
—No. Preferiría que no. Los disparos seguro atraen a muchas personas, muchas con malas intenciones. Vigilaré.
Sin decir más nada comenzó a bajar las escaleras. En silencio la dupla se miró con cara de «¿Qué mierda hacemos con este tipo?». Ninguno quería matarlo. No querían matar a nadie. Pero tenían claro que algo no andaba bien en su cabeza.