"El enfadado dios del bosque convirtió tu pico en una cuchilla envenenada."
-Shiro (Deadman Wonderland)
Según algunas antiguas leyendas, el ver un colibrí simboliza que, quien lo ve, está siendo protegido por un alma querida. En otras, se dice que aquel que logra verlo se convertirá en una persona de bien que protegerá a sus seres queridos. Esto creyó Norma cuando su pequeño Benjamín le dijo que había visto un pequeño pájaro de hermosos colores que parecía detenerse en el aire frente a un flor, besándola con su largo pico. Aquel guardián del tiempo contemplado por su hijo era señal de que él sería un buen hombre, un hombre capaz de proteger a sus seres queridos sin importar su condición. Pero incluso las buenas personas se llenan las manos de sangre y pólvora para proteger a los suyos.
El tiempo parecía detenerse cada vez más mientras ella caía al suelo, observando una ascendente y abrasadora llama en las pupilas de su hijo. Sus dientes se apretaban celosamente entre ellos como fauces de un feroz lobo y se podía observar la sangre hervir debajo de su cuello. Ese era su hijo, pero ya no el que otrora cenaba con ella cada noche.
—¡¡Carajo, benjamín!!
—¡¡Cállate y dispara!!
Ella cayó casi rompiéndose la clavícula, mas no sintió nada por el grotesco espectáculo que frente suyo yacía. Con su boca entreabierta y sus horrorizados ojos abiertos contempló como Benjamín ordenaba a sus compañeros que matasen.
Los disparos comenzaron a sonar catastróficamente durante varios segundos. Balas se rozaban entre ellas, dos más de aquellos cayeron hasta que, tras cinco segundos, todos decidieron alejarse para tomar refugio tras los mantelados puestos de frutas y verduras. Miguel, con la adrenalina cosquilleando su estomago, se lanzó tras una mesa, seguido por dos de sus compañeros. Benjamín seguía apuntando furioso, disparando sin meditar a todo aquel que asomase su cabeza, sin asestar por pocos centímetros.
—¡¡Salgan, cucarachas!! ¡¿Querían jugar rudo?! ¡okey! ¡¡¿Querían golpear a mi vieja?!! ¡¡Okey!! ¡¡¡¿Por qué no salen y saludan a mi pequeña amiga?!!!
Sus ojos inyectados en sangre solo podían observar objetos en un monocromático rojo carmesí.
Otro se asomó estirando sus brazos listo para disparar. Tres disparos provinieron del joven rabioso, y uno de ellos logró penetrar el hombro derecho de aquel malviviente, dejándolo herido en el suelo, gritando y llorando por el enorme dolor.
—¡¡Ya basta!! —Reclamó Freud mientras se lanzó a teclearle, recostándolo tras una mesa— ¡No eres John Wick, Benjamín, relájate!
—¡¡Ellos golpearon a mi madre!!
—¡Y una bala te golpeará a ti si no te relajas! —Tomó con ambas manos la cara del joven— ¿Siquiera viste cuantas balas te quedan? ¿Eh? —Mencionó en un tono más bajo, evitando que el resto lo escuchase
Benjamín sacó el cartucho, divisando dos balas en total. «No pasa nada» pensó Benjamín. «¡Los mataré a todos! ».
Amagó a levantarse, interrumpido por la mano de Freud quien lo tomó del brazo derecho.
—No seas estúpido
—Hey, te van a matar —Comentó temeroso Miguel
—Mierda, mierda, mierda, mierda... —Exclamó entre susurros Mauro mientras asomó su mirada por debajo de las sabanas, observando como de ambos lados comenzaban a caminar los pie de aquellos sujetos.
Los doce restantes comenzaron a movilizarse en silencio, dejando al herido que gritase adolorido en el suelo. Comenzaban a rodear al grupo manteniendo cierta distancia.
—Hey, ayúdenme a crear una barrera con las mesas —Mencionó Freud—. Intentemos que conecten con las demás
Mauro y Miguel lo ayudaron arrastrando mesas creando así una cuadrada barrera en la que se encerraban, el más joven utilizando únicamente su brazo derecho.
—Escuchen, este es el plan. Debemos hacerlo sin margen de error. Esto va para ti, idiota impulsivo. Tú tienes la parte más importante...
Aquel grupo de malvivientes se comenzó a acercar en un burdo intento de acorralarlos, siempre atentos a que alguien se asomase por encima de las mesas. Sin saber, sin embargo, que aquellos cuatro se comenzaban a arrastrar en silencio por debajo, camuflados por los manteles. Pasando de mesa en mesa sin ser descubiertos, pero con sus tripas estrujándose por dentro.
Miguel acompañó a Mauro, mientras que Freud a Benjamín, todos hasta posicionarse detrás de aquellos que ya se hallaban muy cerca de la barrera, acorralándolos de ambos lados en una imitación de movimiento de pinza.
Mauro asomó su cabeza percatándose que nadie se había dado cuenta siquiera de que atacaban un blanco vacío.
—¿Estás bien con esto? Puedo hacerlo yo si lo deseas —Susurró Mauro a su hermano, notándolo visiblemente nervioso
—Estoy bien. Solo... solo necesito mentalizarme. ¿Tú estás bien?
—Si. Bueno, más o menos. Este día fue tan largo, y ni siquiera se termina. ¿qué hora es? ¿las cuatro de la tarde? ¿cinco quizás? Y aun me encuentro en extremo peligro...
Freud y Benjamín se posaron del lado opuesto, en cuclillas tras una mesa. Cerca de aquel herido que sollozaba con más frio.
—No tenemos mucho tiempo antes de que se den cuenta que no estamos —Susurró—. Ten, cuídala como a tu culo. No, cuídala como a tu madre, porque veo que no te importa morir —Entregó a Anne a las manos de Benjamín—. Tú no tienes muchas balas, así que cuando se acaben... —Comenzó a quitarse su chaleco— utiliza el revólver. Yo iré a quitarle el arma a aquel con un pie en la tumba. Se supone que debemos dar el primer disparo, así que no importa cuánto me tarde, dispara una vez se levanten para disparar al cebo. No des margen a que se den cuenta y giren sus cabezas, no debemos dejar que en ningún momento se den cuenta de donde estamos. ¿Entendiste?