Una fina luz se filtraba a través de la ventana de mi habitación. El canto de los pájaros resonaba en el exterior, y al mirar el reloj, vi que eran poco más de las nueve de la mañana de un sábado cualquiera. Solo deseaba pasar el día en casa, recostado en el sofá y viendo películas en mi televisor.
La vida, en ese momento, era normal, aunque algo rutinaria. Me levanté y sentí un cálido lamido entre mis piernas. Miré al suelo y allí estaba mi perro, Milo. Le acaricié la cabeza y seguí mi camino hacia la cocina. Al llegar, me dispuse a preparar café y unas tostadas. Mientras se hacían, me dirigí al baño para cepillarme los dientes y darme una ducha.
Al salir, escuché el pitido de la cafetera. Me senté a desayunar mientras veía el telediario. Al terminar, decidí salir a comprar víveres al market más cercano. Fue entonces cuando me topé con Líria, mi vecina, que iba acompañada de su encantadora hija, Meredith.
-¡Hola, Líria! -dije, intentando sonreír.
Ella me miró con una mezcla de sorpresa y alegría.
-¡Hola! No esperaba verte por aquí.
Sentí esos nervios recorrerme, como siempre que intentaba hablarle. Pero decidí sacar fuerzas y continuar.
-¿Tienen planes para hoy? -pregunté, buscando una forma de iniciar una conversación.
-Nada en particular -respondió ella-. Solo una tarde tranquila en casa.
Se me ocurrió invitarla a ella y a Meredith a pasar la tarde en mi casa.
-¿Qué te parece si vienen a ver una película? -sugerí, sintiendo que el corazón me latía más rápido.
-Me encantaría -dijo Líria, sonriendo-. ¡Gracias por la invitación!
Una sonrisa "tonta" se dibujó en mi rostro. Me despedí de ellas y continué con mis compras.
Al llegar a casa, ordené los víveres en las alacenas y en la nevera. Luego, me dispuse a preparar el almuerzo y encendí el televisor. Cuando terminé de cocinar, decidí bajar de nuevo al market a comprar unas palomitas de maíz para disfrutar mejor de la tarde con Líria y Meredith.
En el camino, noté unos helicópteros sobrevolando DownGreen. Me pareció extraño, ya que no solía ver helicópteros de ese tipo en la ciudad. Al retomar mi camino, recibí un mensaje de un buen amigo mío que solo decía "SOS". Al leerlo, decidí llamarlo, pero tras varios intentos, no obtuve respuesta. La preocupación me invadió; no podía dejar de pensar en lo que podría haberle pasado a Dylan.
Mientras seguía caminando hacia el market, la inquietud me mantenía en vilo. Al llegar, tomé lo que necesitaba y me retiré. Sin embargo, al salir, me quedé atónito al ver a varios militares patrullando la ciudad. La incertidumbre me empujó a acercarme a uno de ellos.
-Disculpe, ¿puede decirme qué está ocurriendo? -pregunté, con un nudo en el estómago.
Él se giró rápidamente y me respondió con seriedad:
-Señor, retírese del perímetro y resguárdese en su casa.
Perplejo, solo pude darme la vuelta y regresar a casa, sin poder ignorar la imagen de los militares. De nuevo, el mensaje de Dylan resonaba en mi mente, y no podía dejar de preguntarme qué le habría pasado.
Al llegar, vi a Líria esperándome en la puerta. Me había olvidado de ella por el contratiempo del mensaje.
-Parece que hoy estás en las nubes -dijo, esbozando una sonrisa-. ¿Me invitarás a pasar o el cine será en el jardín?
Me quedé mirando su sonrisa, cuando de repente, Meredith me sacó de mi ensueño al tomar las palomitas que había comprado minutos antes. Saqué las llaves y sonreí mientras abría la puerta.
Al entrar, ellas se sentaron en el sofá mientras yo preparaba las palomitas. Aún seguía impaciente por recibir otro mensaje o alguna llamada de Dylan, pero el tiempo pasó. Eran alrededor de la una de la tarde cuando sentí el llamado de Líria.
-¡Ven a sentarte con nosotras! -me llamó, y me uní a ellas en el sofá, llevando un bowl repleto de palomitas y refrescos. Así pasamos el resto del día, sumidos en risas y series, sin saber que todo estaba a punto de cambiar.