Han sido diez días sin ver a Hana.
Le pregunté a Mirei y me dijo que no me diría nada, ella ya sabía todo.
Ahora estoy aquí, en el despacho del señor Kanronji, él me mandó llamar.
— Alexander Walker, playboy, era un modelo prometedor pero, dejo el trabajo con el pretexto de seguir estudiando...la verdad golpeo a varios fotógrafos, la razón no importa...— leyó el señor Kanronji el informe que le dio su asistente.
— Señor, ¿me permite ver a Hana?
— ¿Y con qué derecho? Te asigne una tarea y cumplí tus caprichos de adolescente, sin embargo, no pudiste separarlos... en realidad, si tuvieras algo de decencia me devolverías el dinero que te di aunque claro, no es una cantidad que tengas a la mano — señaló.
En parte era verdad, después de su altercado con los fotógrafos tuvo que pagar la compensación por el fin del contrato, los daños y pérdidas materiales...ya no tenía nada.
Ese día solo fue para ver a Hana.
En la escuela todos hablaban de como ella golpeo a Natasha sin razón aparente incluso involucró a otra persona que trabaja en una escuela diferente. Nadie menciono que Allen también estuvo allí o que entre los testigos estaba Mirei y Alexander.
Su ausencia le preocupaba.
— No te preocupes por Hana, ella no volverá a esa escuela...tiene que ir a una escuela superior no con cualquier plebeyo.
— Entonces, ¿por qué dejo que se casará con ese muchacho? ¿Quizás solo sea su avaricia y apego?
— ¡Silencio! Si levantó la voz un poco más ella se dará cuenta que solo le hablabas porque te pagué, a mí me perdonará porque soy su padre pero, tú no eres nadie para ella.
Alexander salió enojado de la oficina y subió a buscar a la chica.
Vio varios sirvientes enfrente de una puerta y supuso que era allí.
— Joven, no puede entrar allí. Está prohibido — dijo el ama de llaves.
— Mi amiga está adentro...Hana, Hana... ¡HANA!— grito.
No escuchaba ningún ruido adentro.
Le preocupaba que cometiera una locura.
— Lo siento, me pagaron para acercarme a ti, separarte de ese chico y fallé. De verdad lo siento...por favor abre. — su voz era desesperada. — de verdad me agradas, quiero ser tu amigo.
No abrió.
Los últimos días habían sido una tortura. No la estaban separando solo de Allen, también de Mirei y Alexander.
Cada día se levantaba y esperaba ver una llamada pero, ya no tenía su teléfono consigo.
Quería recibir un email pero, le confiscaron su laptop.
Quería salir, estar en ese lugar estaba volviéndose loca.
En su mesa estaba la solicitud de divorcio. No estaba firmada.
La rompía en pedazos pero, al día siguiente estaba otra hoja en el mismo lugar.
La obligarían a divorciarse.
No dejaría que nadie entrará a su habitación de nuevo.
Nikki, su hermana mayor fue a verla y la persuadiría de que estaba exagerando. Hana la golpeo como nunca.
No está exagerando, estaba rota.
No se comportaba como una adolescente, es una adolescente.
Si tendría un matrimonio arreglado entonces cuál es la diferencia si se casó con un desconocido.
Ella ya no podía ver el sol salir.
De repente, estaba en shock, se volvió prisionera y sentía que ya no podía respirar.
El tiempo está pasando pero, no sirve...por qué no le explicaban nada, solo lo decidieron porque sí.
Gritaba por dentro porque se quedó sin voz...
Quiero verte...
Mi cuerpo se siente quebrado, duele...
Ya no tengo lágrimas.
Ya no te prepararé ninguna comida o te veré estudiar...
— Es inútil, seguridad, este chico se va...— ordeno el señor Kanronji.
En Alemania
— Allen, baja a desayunar de inmediato
La voz del señor se escuchó por toda la casa. Nadie bajo.
Desde que llegó se encerró en su habitación.
Han pasado cinco días desde que probó un bocado.
— Esposo, ¿de verdad tenías que llegar a los extremos? Lo obligaste a dejar a su esposa y lo trajiste.
— ¡No lo entiendes! Les prometí a los abuelos que no dejaría que estuvieran juntas las dos familias, ¡jamás! Si es mi hijo puedo hacer lo que se me dé la gana.
— Bien. Cómo mi opinión no importa me divorciare de ti, a ver qué puedes hacer sin mis inversiones — dijo su esposa bastante enojada. — solo lo acepté porque Allen nunca nos pidió algo hasta este momento.
— Valoras la tradición como yo, que te hizo cambiar de opinión, ¿esposa?
— Ni te enojes, es mi hijo por supuesto que velare por su felicidad
Nunca los habían visto pelear.
Editado: 15.01.2025