“¿Estás seguro de qué estás haciendo bien tu trabajo? Escucha con atención tu deber es separarlos y no insistas en que le debes mucho...solo eres un sirviente más...tu nos debes a nosotros...”
Yuu se despertaba cada noche escuchando la misma oración. Hana merecía ser feliz con quién ella quisiera y no necesitaba que alguien como el rompiera sus lazos.
En casa de la familia Kanronji
— Madre, he vuelto...— dijo Nikki anunciando su llegada. Su esposo, Charles llevaba en sus brazos a la pequeña Chandra.
— Bienvenida hija, estás enorme.
— No es fácil llevar mellizos.
— Lo sé, le diré al ama de llaves que llame al masajista, debes estar agotada.
Nikki Kanronji, adulta de solo 27 años, estudio comercio internacional y aduanas. Durante su estadía en el extranjero, tenía como 21 años, conoció a Charles y se casaron en poco tiempo. Siempre consentía a su hermana pequeña Hana pero, después de que se casó y fue de la casa creyó que fue mala influencia para ella.
Quería tanto a su hermanita que pensó que su mala imagen la obligó a buscar un marido así de joven.
— Le diré a Renato que has llegado. Esta arriba con Lara cuidando de los pequeños. — añadió su madre.
— Madre, no son tan pequeños...— Rio Nikki.
Renato es su mellizo. Menor que ella por 10 min. Su imagen siempre fue seria, estudiosa y reservada todo lo contrario a Nikki quien siempre defendía las causas nobles y ayudaba al prójimo.
Renato estudio ingeniería mecatrónica, negocios y administración de finanzas. Lara ha sido la única novia que ha tenido en su vida y su relación es más fuerte que nunca. Se convirtieron en padres muy jóvenes pero, nunca evadió su responsabilidad.
Su padre, el señor Shinichi Kanronji, casi lo desheredo por sus acciones pero, se ganó su lugar gracias al trabajo duro, sin embargo, al final dejo el liderazgo de la empresa Kanronji y asumió el papel de jefe en la empresa de automóviles de la familia de su esposa.
De alguna manera era muy imparcial. El señor Shinichi creció con la firme idea de que una mujer debe ser delicada y servicial pero, tras la muerte de su primera esposa, ya era lo suficientemente mayor como para querer cambiar. Se casó con Dalia cuando ella solo tenía unos 24 años y él casi 40. Sus costumbres y tradiciones así como ideologías las tenía hasta la médula.
A Nikki y Renato, desde que nacieron, los llevo a todo tipo de clases y les enseño la importancia de la familia. Cuando nació Hana, se dio cuenta de que no sería así con ella por lo que se impuso ante ella para doblegarla. La aceptaba, o eso decía, pero, su orgullo no lo dejaba mostrarlo. Siempre fue figura de autoridad pero, no creyó que su pequeña consentida lo dejaría tan rápido.
La señora Dalia esperaba ver a su familia reunida. Después de que su insuficiencia física no le permitió cuidar de Hana, siempre pensó que la había abandonado. Se negaba a ver qué estaba creciendo como una mujer independiente. Para Dalia solo fue una niña que no cuido bien. Estos días fueron un martirio, quería apoyarla pero, a la vez tenerla bajo su ala.
Sería la primera reunión familiar sin Hana.
En casa de Hana.
Hana atrapó un resfriado y Allen no quería dejarla sola pero, debe ir a trabajar.
— Pediré permiso — le dijo al ver que su fiebre no bajaba.
— Cariño, ya fuimos al médico, ve a tu turno. Mirei me dijo que vendría.
— Pero, si te sientes mal, llámame de inmediato...— le suplico. Iba de salida cuando Mirei acababa de llegar a la casa. Llevaba muchas frutas y mantas nuevas.
Solo se saludaron y se despidieron, Mirei aún sentía hostilidad hacia el chico.
— Tu esposo es algo desobligado — dijo Mirei mientras lavaba las manzanas.
— No lo es pero, ya tomo todos los permisos del mes. Su gerente fue muy amable al darle un poco más de libertad pero, no debería abusar de ella...— decía mirando al techo. La verdad quería tenerlo para ella en ese momento.
— No lo digo en serio, solo lo quiero molestar. — añadió mientras cortaba la fruta. — sabes empecé a ir a cursos para ser Bartender...ya sabes, mi sueño siempre ha sido tener un bar...— comentó.
Esperando respuesta miro a Hana pero, la vio dormida. Debió haber pasado una noche terrible.
Ayudo un poco a acomodar las cosas que ensució y comenzó a cocinar algo ligero para ella, Allen ya tenía algo preparado solo necesitaba completarlo. Ella usaba un anillo en su meñique era su favorito y nunca lo quitaba por ninguna razón.
Le traía buenos recuerdos.
Toc toc
Escucho que tocaron la puerta de alguna forma desganada y se apresuró a abrir. Se encontró con la persona que menos imaginaba.
No había palabras. Solo con verlo ligeramente sus ojos se llenaron de lágrimas, él no sabía cómo reaccionar y la empujó hacia adentro para cerrar la puerta. Se alejó un poco y regresaría sobre sus pasos. La puerta se abrió de nuevo.
— ¿A dónde vas Yuu?
— Me equivoqué de casa, mis disculpas.
Editado: 15.01.2025