Cuando eres una adulta de 28 años y te acercas cada vez más a los terribles treinta, soltera, sin planes de casarte y tener hijos, el mundo laboral puede volverse complicado.
Valentina es la única mujer soltera en su trabajo, que digo mujer, persona en general. Y cuando escuchas a todos tus compañeros hablar y hablar sobre sus vidas de casados, a veces puedes cometer un pequeño error. Como decir que cumplirás un año de matrimonio con tu esposo y ni siquiera estás quedando con alguien.
—Vale, estamos organizando un viaje para San Valentín. ¿Te gustaría ir?— le pregunta Sofía, su compañera más cercana de la oficina.
—Sí, por supuesto— responde Valentina con una sonrisa.
—Puedes hablar con tu esposo saliendo del trabajo, iremos a un lugar especialmente para parejas. Brenda fue allí en su tercer aniversario de matrimonio y mencionó que es el lugar ideal para volver a enamorarte de tu marido— ¿Un viaje de parejas? Piensa Valentina.
—Sí, hablaré con él al volver a casa— responde mientras sus pensamientos van hacia, ¿en dónde conseguiría un marido? No es como si llovieran esposos del cielo.
Termina la jornada del trabajo escuchando a sus compañeros mencionar los regalos que habían estado preparando para sus parejas para el 14 de febrero. Valentina nunca fue la chica que se preparaba con meses para un día como éste, sus antiguas parejas odiaban eso de ella. Pues sus pensamientos simplemente no coincidían.
Para Valentina no era algo indispensable celebrar San Valentín, puesto que si tu pareja deseaba obsequiarte algo, podía hacerlo en cualquier día del año. No era necesario esperar un día en especial para hacerlo. Y eso era algo con lo que las personas no estaban de acuerdo.
Vuelve a casa en el transporte público y su mente permanece buscando cómo debería continuar con su mentira. No quería parecer una fracasa al lado de sus compañeros que no sólo eran buenos en su trabajo, sino que también tenían una vida satisfactoria fuera de él.
—¿En qué lío te has metido?— Valentina se pregunta en voz baja mientras abre la puerta de su departamento.
Deja las llaves en un pequeño recipiente que tenía especialmente para ello. Sus pasos eran lentos mientras se acercaba a la sala de estar y si alguien pudiera verla, se daría cuenta de que estaba cansada y su postura mostraba claramente la preocupación que la abatía.
¿Por qué tuvo que inventar que tenía un esposo? Valentina no había salido con nadie desde tres años atrás y su último novio la había engañado con su antigua jefa.
Enciende su teléfono mientras se deja caer sobre el sofá de tres plazas, no se le ocurría a alguna persona que pudiera fingir ser su esposo y había escuchado que alquilar a un marido podía salir un poco caro. Si bien, no tenía problemas con el dinero, tampoco es que pudiera derrocharlo sólo porque quería sentirse cómoda en su trabajo.
Así que, marca el número de su mejor amigo. Él siempre la ayudaba en todo momento y era la persona más increíble que nunca conoció.
—¿Valentina?— pregunta Jared al contestar la llamada.
—Necesito tu ayuda— responde la chica.
—¿Quieres que vaya a tu casa en este momento?— le pregunta preocupado y ella niega, olvidando que el hombre estaba a cientos de metros separado de ella.
—Quiero que seas mi esposo— el otro lado de la línea permanece en silencio luego de que aquellas palabras salieran de los labios de Valentina.
—¿Qué rayos, Vale?— logra articular Jared.
—Necesito que finjas ser mi esposo. ¿Por favor, Jared? No puedo ir a ese viaje para parejas yo sola y sabes que odio avergonzarme frente a las personas. No sé por qué no pude contenerme y dije que cumpliría un año con mi esposo. Es obvio que no tengo novio, mucho menos un marido. ¿Sabes que Brenda se reiría de mí durante meses enteros? Ella siempre se la pasa presumiendo que su esposo es un hombre atractivo y que la trata increíble. ¡No quiero ver su cara cuando se entere que en realidad soy una solterona! Por favor, sé mi esposo— cuando Valentina finalmente se detiene, su respiración se había vuelto entre cortada por la falta de aire.
—Te dije que nunca debiste hacerlo. Eres capaz de crear conversaciones sin tener que comparar tu vida con la de todos tus compañeros de trabajo— vuelve a reprenderla, como lo había hecho en considerables ocasiones.
—Lo sé, Jared. Pero fue demasiada presión— Valentina hace un puchero, aunque sea demasiado infantil, Jared nunca podía negarle nada cuando lo veía.
—Está bien. Lo haré— acepta y Valentina suelta un grito de emoción. —Pero debes prometerme que serás sincera con tus compañeros de trabajo—
—Les diré. En algún momento— responde y el chico coloca sus ojos en blanco con una sonrisa en el rostro.
Terminan su llamada con la promesa de verse el día siguiente y prepararse para el viaje.
Jared deja el teléfono sobre la mesita al lado de su cama y se acuesta mientras su vista permanece en el techo blanco. Durante todos los años que había estado enamorado de Valentina, nunca tuvo el valor de decirle nada. El miedo de que su amistad terminara fue más grande que nada y pensó que mantenerla a su lado, como su mejor amiga, sería suficiente. Pero no lo fue.