245, no te acerques

PRÓLOGO

Las sombras se deslizan en los rincones oscuros de mi mente, como serpientes acechantes en la maleza. En la penumbra, su voz se alza, suave y seductora, un eco lejano que reverbera en las profundidades de mi ser. «Búscame», susurra, y el mundo a mi alrededor se desmorona, convirtiéndose en un laberinto de confusión.

Lo veo en cada uno de mis sueños, siempre igual: un espectro distante, con una sonrisa que despierta en mí una mezcla de anhelo y temor. Es un susurro entre la niebla, una caricia que no existe y, aun así, quema. Estira su mano, invitándome a cruzar la frontera entre la realidad y la pesadilla. Me acerco, atraída por su magnetismo, por la promesa silenciosa que destilan sus ojos. Su pulgar roza mi mejilla con una ternura que desgarra la oscuridad que me rodea.

Ceea ce am fost ne leagă; ceea ce suntem ne va căuta (Lo que fuimos nos une; lo que somos nos buscará) —murmura contra mi piel, su aliento tibio envolviendo mis sentidos. La frase se desliza entre mis pensamientos como un hilo de seda, enredándose en mi subconsciente.

Su sonrisa brilla como los copos de nieve en una noche sin estrellas, su aroma es un recuerdo del bosque después de la lluvia, fresco y terroso, un refugio en medio de la tormenta. Sus brazos son fuertes, su tacto firme y seguro, pero hay algo en él que me hiela hasta los huesos. Sus ojos. Son el abismo al que nunca me atreví a asomarme, una profundidad peligrosa que despierta algo primitivo dentro de mí: un miedo visceral, un deseo abrasador.

El aire se vuelve denso, cada palabra que pronuncia es un ancla que me ata a esta realidad distorsionada. Me pierdo en él y, al mismo tiempo, me encuentro. En mis sueños, es un faro en la penumbra, una constante en el caos, una presencia que me llama desde un lugar al que nunca he pertenecido.

—Búscame en tu mundo. Búscame —repite, y su voz es un eco en mi interior, un roce en mi alma, un nombre que aún no sé pronunciar.

Lo siento tan cercano, tan mío… Pero, ¿es solo un sueño? ¿Un espejismo forjado por mi agotador trabajo como fotógrafa forense, donde la crudeza del mundo ha reemplazado la fe? O, tal vez, es algo más. Un lazo tejido entre lo real y lo imposible, una invitación a lo desconocido, a lo prohibido. A él.

De repente, el escenario cambia. Un grito desgarrador irrumpe en la quietud, y la grotesca realidad se impone con una brutalidad que hiela la sangre en mis venas. Un cuerpo yace en el suelo, una silueta inerte en medio de sombras que parecen cobrar vida. La sangre se derrama como un río oscuro, tiñéndolo todo de rojo. Y en un instante, el hombre misterioso desaparece, arrancándome el aliento, dejándome sola en esta pesadilla despierta, atrapada en el horror de un crimen que aún no comprendo.

Despierto con un salto, el vacío de su ausencia oprimiéndome el pecho. El sudor frío se desliza por mi piel, pero lo único que puedo sentir es el eco de su voz vibrando en mis oídos.

Búscame.

Pero, ¿dónde?

La angustia me consume, y la pregunta persiste, como un latido en la oscuridad. ¿Qué nos une? ¿Es el destino quien nos llama, o es él quien me ha estado esperando desde siempre?

En este juego macabro, la búsqueda apenas ha comenzado, y ya siento el roce del mal en mi piel. Pero también, siento su presencia como una promesa en la penumbra.




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