Fecha: 09 de diciembre de 2017
Lugar: Casa de mi abuelo, Calle de los Pinos #12, Santa Clara
Querido Dios,
Hoy, mientras el viento golpeaba las ventanas con fuerza y la nieve comenzaba a cubrir el jardín, recordé otra Navidad de mi infancia. Tenía tal vez siete u ocho años, y él me llevó a la cocina para enseñarme a hacer galletas de jengibre. Sus manos eran fuertes pero suaves, y yo, con mis dedos pequeños, apenas podía manejar la masa que se pegaba a todo.
Me acuerdo de cómo se reía cada vez que yo me embarraba de harina hasta la nariz, cómo su voz retumbaba en la cocina diciendo que “un poco de desastre hace la vida más dulce”. Yo miraba sus ojos, llenos de vida y de paciencia, y sentía que podía confiar en él para todo, incluso para los miedos que no sabía nombrar.
Mientras amasábamos y cortábamos las galletas, él me contaba historias de su infancia, de cómo la Navidad era mágica incluso cuando la pobreza y los problemas parecían no dejarnos respirar. Yo lo escuchaba absorto, oliendo el aroma cálido de las galletas recién horneadas y sintiendo que la vida era más segura, más justa, cuando él estaba cerca.
Hoy, Dios, ese recuerdo me duele. Duele porque sé que pronto podría ser solo eso: un recuerdo. Sus abrazos, sus risas, esas pequeñas lecciones que me enseñaron a ser quien soy… todo podría desaparecer si él se va. Y no sé si estoy preparado para vivir en un mundo sin esa guía, sin esa presencia que parecía eterna.
Te escribo, Señor, con el corazón en la mano. Por favor, no te lo lleves. No mientras pueda aún sentarme a su lado y sentir el calor de sus manos mientras me enseña algo simple, como hacer una galleta, y que en esas cosas simples se esconda la esencia de su amor. Permítele quedarse, al menos hasta que pueda aprender a guardar su memoria de manera que el dolor no me consuma.
Sé que tus caminos son misteriosos y tu sabiduría infinita, pero si pudieras escuchar mi súplica, si pudieras permitir que esta Navidad no sea la primera sin él… te lo agradecería con toda mi alma. Que sus risas sigan llenando la cocina, que sus historias sigan enseñándome, que sus abrazos sigan siendo mi refugio aunque el mundo afuera sea frío y oscuro.
No puedo imaginar esta Navidad sin él, Dios. Necesito creer que todavía podemos compartir un momento más, que aún hay tiempo para sentirnos completos, aunque solo sea por un instante.
Siempre tuyo,
Carlos
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Editado: 13.10.2025